El horror de ‘El cazador’
No preguntes nunca a un americano quién ganó en Vietnam. Es una cuestión que en los Estados Unidos incomoda tanto como el racismo. Si has conocido a un veterano de Nam ―yo he tratado hasta con misioneros―, habrás observado que son particularmente reticentes a hablar sobre el tema. Los que tenemos edad suficiente para haber vivido durante aquella última guerra televisada ―desde el Golfo no vemos más que destellos de luz, como en un videojuego―, supimos algo del horror de un conflicto que alimentó el pacifismo por un tiempo, hasta encontrar el enemigo del terrorismo islámico.
Ha muerto Michael Cimino (1939-2016), el autor de la primera gran película sobre Vietnam. Como con muchas de ellas, se ha discutido si estaba a favor o en contra. Él siempre dijo que trataba sobre personas. Lo cierto es que nadie que haya visto “El cazador” (1978), olvidará la locura de las escenas de la ruleta rusa. Bastantes han cuestionado la verosimilitud de semejante práctica, pero él leyó sobre ella en recortes de prensa en Singapur. Es cierto que no ayudó que diera la impresión de que era una historia autobiográfica; él contó al New York Times que había estado con los Boinas Verdes en la ofensiva del Tet en el 68, cuando estuvo en la reserva, como estudiante de Yale.
Cimino era así. Alimentó tal leyenda de misterio en torno a su persona que hasta hace poco no se sabía ni su edad. Cada vez decía un año de nacimiento distinto. Tras el fracaso de “La puerta del cielo” (1980) apenas dio entrevistas. Cuando se le vio tan esquelético en Cannes, en 2007, dijo lo que todo el mundo creía: “sé que piensan que soy un drogadicto”. No era el único rumor. Él mismo reconoció otros: “dicen que soy un alcohólico”. Incluso su aspecto sugería que podía haberse hecho transexual. Lo negó todo. Según él, venía porque no contestaba ciertas preguntas a la prensa.
Lo cierto es que su figura ha sido reivindicada estos últimos años. Críticos del prestigio de Miguel Marías han llegado a decir que es el único heredero de John Ford. Para la mayoría, sin embargo, seguirá siendo siempre el director de “El cazador”, una película que no me resisto hoy a evocar, por la pasión que me produce desde que era adolescente. Me impresionó desde que vi que había pasado una hora y los personajes todavía no habían sido reclutados. Sé que la mayor parte de la gente no aguanta su morosidad, pero a mí me encanta.
LA GUERRA TELEVISADA
La guerra que empezó en 1959 terminó en el 75, pero Estados Unidos ya había abandonado a sus aliados dos años antes. Fue el conflicto más largo, pero también el más impopular fuera de sus fronteras. Cuando los franceses salieron de su antigua colonia en Indochina, derrotados en la batalla de Dien Bien Fu en 1954, se firmó un armisticio que dividió Vietnam en dos partes. Camboya y Laos fueron declarados independientes, mientras Francia cedía a Estados Unidos su papel de “vigilante” de la zona.
Al principio, el conflicto se consideró una prolongación de la guerra fría, que había llevado al conflicto de Corea. Lo que comenzó para los norteamericanos como una guerra civil, acabó (debido a la “teoría del dominó” del general McArthur) convirtiéndose en una amenaza mundial. La idea era que si un país asiático caía en manos comunistas arrastraría a las naciones alrededor, como hacen las fichas de dominó. Tras enviar consejeros militares, Kennedy entra oficialmente en la guerra en 1965.
Cuando las tropas abandonan el país con la caída de Saigon, tras años de vergonzosas derrotas, la conflagración había costado la vida de 58.209 norteamericanos. Los lisiados que habían quedado gravemente heridos fueron 150.000, y 2.000 los desaparecidos. Lo peor de todo era que la media de edad era de 19 años. Casi nueve millones sufrieron los “daños colaterales”. Lo que explica el comienzo de las protestas. Su aumento, sin embargo, se debe a ser la primera guerra televisada.
Los periodistas circulaban libremente por Vietnam ―lo que no ha vuelto a ocurrir desde el Golfo―, llenando los hogares estadounidenses de escenas terroríficas transmitidas por televisión a la hora de la cena. De ahí la expresión de McLuhan: “Vietnam se perdió en las salas de estar de los americanos, no en los campos de batallas del Vietnam”. Hollywood era, sin embargo, reticente a tratar el conflicto. Hasta la película patriótica de John Wayne “Boinas Verdes” (1968), no se hizo ningún film importante, a diferencia de lo que había ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.
EL NUEVO HOLLYWOOD
La maravillosa actriz estaba unida sentimentalmente desde hacía tres años a John Cazale, que había actuado con De Niro en “El Padrino”. Tras hacer de Fredo acompaña a Streep en “El cazador”, y es cuando se le diagnóstica un cáncer en estado terminal. La EMI quiere quitarle del reparto pero Cimino insiste en que se quede. Les convence redactando un guión alternativo, para el caso en que se muriera durante el rodaje. De hecho fue poco después, antes de que ella se casase ese mismo año con el escultor que es todavía su marido.
Para entender lo que era actuar entonces basta recordar que De Niro pidió hacer la primera escena de “la ruleta rusa” con una bala real, a lo que Cazale accedió. Cimino ordenó a los tres que no se cambiaran la ropa, ni se lavasen, durante el tiempo de rodaje en Tailandia. Se imaginan cómo olerían. El propio director les acompañaba vestido de uniforme en un helicóptero que a punto estuvo de chocarse cuando se enganchó con el cable de un puente de bambú. Luego, casi se ahogaron en el río Kwai, cuando se tiraron al agua (ellos mismos, no extras). Las anécdotas son tan increíbles, que si no fuera el mismo director quien las cuenta, uno pensaría que es una estrategia promocional. Así era el cine de los setenta.
LA ANGUSTÍA DE LA ESPERA
Cuando le preguntaron a Cimino por qué utilizó “la ruleta rusa”, él explicó que es la dramatización de la espera que significa la guerra. Pocas veces en la vida uno es tan consciente de la inminencia de la muerte como en la enfermedad y en la guerra. Los creadores de “El cazador” se enfrentaban a ambas realidades, por el cáncer de Cazale y por la cercanía del Vietnam. Para muchos, la vida es una muerte anunciada.
La película comienza con una boda y acaba con la soledad que produce la muerte, ante la que se busca el consuelo de una relación en la que ya no hay pasión alguna. En la fotografía del húngaro Vilmos Zsigmond, los interiores son íntimos y cálidos, mientras que los exteriores son inmensos, fríos y grises. Hay un realismo casi documental en la forma como vemos a estos obreros trabajar en los hornos de acero de Pensilvania, a la vez que asistimos a las ceremonias religiosas de esta comunidad eslava de procedencia lituana.
Mientras tanto, se estaban realizando otras películas sobre Vietnam, como “El regreso” de Hal Ashby (con Jon Voight y Jane Fonda, que arremetió contra “El cazador” sin ni siquiera haberla visto) y “Apocalypse Now”, de Coppola, que vivió una locura parecida en Filipinas (desde el comienzo del tumultuoso rodaje en el año 76 hasta que la vi en el estreno del año 79). Vendrían otras muchas en los ochenta, pero ninguna se parece a “El cazador”. Es una perspectiva muy diferente: la de la propia condición humana ante la angustia de la espera de una muerte anunciada.
LA ESPERANZA DE LA FE
Una de las imágenes más conocidas del Vietnam es la de niña que huye desnuda, abrasada por una bomba de napalm, con los brazos extendidos en un gesto de agonía que conmovió América. La chica de la foto que obtuvo el Premio Pulitzer en 1972, Phan Thi Kim Phúc, recibió tratamiento por las quemaduras, pero cuando los médicos la atendieron no le dieron ninguna esperanza de vida. A los nueve años, su cuerpo fue dejado en la morgue durante tres días. Es allí donde la encontraron sus padres. Todavía vive, tras diecisiete operaciones de injerto de piel. Tiene 53 años.
Criada en una religión politeísta, trató sin éxito de buscar la paz interior, hasta que a los 19 años encontró una Biblia que “no podía dejar de leer”. Ese año, 1982, creyó en Jesucristo, recibiendo el Evangelio. Pidió perdón por sus pecados y rogó a Dios que pudiera perdonar incluso a los que lanzaron la bomba que produjo sus heridas. En 1986 fue a la Universidad de La Habana, donde se casó con un vietnamita, Toan Huy. Al ir de luna de miel a Moscú, el avión hizo escala en Canadá, donde pidieron asilo y se hicieron miembros de una iglesia bautista. Actualmente tienen dos hijos.
En 1996 apareció ante la opinión pública, cuando el Día de los Veteranos en Estados Unidos habló a los soldados que habían participado en la guerra, expresando su perdón. El momento más emotivo fue cuando uno de los implicados en el bombardeo de su pueblo, Trang Bang, le pidió perdón y lloraron abrazados.
“Estaba llena de odio, amargura e ira, hasta que llegué a ser cristiana y encontré paz en mi corazón –dice Kim Phúc–. La imagen y las palabras de Jesucristo en la cruz, cuando le van a matar, rogando ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’, me ayudan a hacer lo mismo. Cuanto más oro por mis enemigos, más se ablanda mi corazón.”
Es la paz que sólo Dios puede dar (Juan 14:27) por medio de Cristo Jesús. La que cambia el horror de “El Cazador” por la esperanza de la fe.