La inocencia perdida de U2
Cuando uno llega a cierta edad, tiende a mirar atrás, para descubrir quién es. Eso es lo que hace U2 en su último disco –“Songs of Inocence”–, un álbum que gira, todo él, en torno a la nostalgia por la inocencia perdida. Nos lleva a los días en que la banda irlandesa no era el grupo de rock más famoso del mundo, sino el grupo de adolescentes que formó The Hype, en el instituto protestante de Dublín, Mount Temple. Era la época del punk, que dio a Bono y a Larry, la rabia para expresar la trágica pérdida de sus madres, siendo aún adolescentes.
Cuarenta años después de que su madre se desplomará con un aneurisma cerebral en el funeral de su padre, en 1974, Bono siente todavía la orfandad que llenaba las canciones de su primer disco, “Boy” (1980). Fue el verano siguiente, cuando conocí a U2 en el festival cristiano de Greenbelt. Tres de ellos formaban parte de una comunidad evangélica, sin denominación alguna, de tipo carismático, llamada Shalom. Actuaron sin estar anunciados, con un equipo e instrumentos prestados, después de llamar por teléfono, porque creían que Dios les había dicho que fueran y tocaran.
Bono era ya un apasionado “showman”, que sabía dominar el escenario. Cantaron al final, dos canciones de su siguiente disco, “October” (1981), despidiéndose con “With A Shout (Jerusalem)”: “¿A dónde vamos desde aquí? / A la ladera de una colina / donde se derramó sangre / Jerusalén / ¡Grita, fuerte!, ¡grítalo! / Quiero ir al pie del monte de Sión / a los píes de Aquel que me hizo ver / A la ladera de la colina, donde sangre fue derramada / fuimos llenos de amor / y vamos a volver allí”.
UNA FE ADOLESCENTE
En la portada de aquellos dos discos aparecía un niño llamado Peter Rowen, que es hoy fotógrafo. Era hijo de una familia de una Asamblea de Hermanos, vecinos de Bono, donde iba a reuniones de estudio bíblico. El cantante de U2 ha estado siempre muy unido a su hermano mayor, Guggi, que estaba en un grupo llamado Virgin Prunes. Juntos, formaban una pandilla de adolescentes, llamada Lypton Village.
El nuevo disco de U2 vuelve a tener un chico en la cubierta. Es el hijo del batería Larry Mullen. Parece adolescente, pero tiene ya dieciocho años. Se llama como el ídolo de su padre, Elvis. Larry fue el primero en abandonar la comunidad Shalom, que comparó con una secta como los Moonies. Le siguió Bono, pero el guitarrista, The Edge, estuvo a punto de dejar U2, a causa de una profecía que tuvo una mujer de la comunidad, diciendo que habían hecho un ídolo de la música y tenían que elegir a quién seguir.
Bono convenció a The Edge para que continuara en el grupo, argumentando que si Dios les había dado un don, era para usarlo. Su falta de compromiso con la comunidad, coincidió con un giro del movimiento carismático, a una dirección cada vez más controladora, a partir de los años ochenta. Su pastor seguía la idea de autoridad espiritual de Watchman Nee, por la que no seguir la guía de los responsables de la comunidad, era rebelarse frente a la voluntad divina. Es por eso que Larry compara a Shalom con los Moonies.
PERSIGUIENDO UN SUEÑO
“Desperté en el momento / cuando el milagro ocurrió / escuche una canción que tenía algo de sentido”, recuerda Bono en el tema que abre el disco, “The Miracle”. El rock directo y simple de los Ramones, conectó con los sueños y frustraciones adolescentes de los tres miembros de U2 que fueron al concierto de estos supuestos hermanos neoyorquinos en un cine de Dublin en 1978. La primera actuación de estos irlandeses en televisión, fue de hecho, una versión de una canción de los Ramones, que el productor creía que habían escrito ellos.
Aunque el punk nace en Nueva York, se convierte en movimiento en Gran Bretaña. Es ese sentido militante, del que habla la canción “This Is Where You Can Reach Me Now”, el que no sólo entusiasma a U2 del concierto de los Clash en el Trinity College de Dublín, sino que asombró a los que asisten a la gira norteamericana del grupo de Joe Strummer en 1979 –grandes aficionados al “rock” como el autor de “Taxi Driver” con Martin Scorsese, Paul Schrader, ha escrito hace poco, que fue el mejor concierto que ha visto en su vida–. Todavía recuerdo la impresión que me produjo el disco de “London Calling”, cuando lo compré esa Navidad en Londres.
¿FE O RELIGIÓN?
Lo sorprendente es que Bono unía la rabia del punk a la compasión de Jesucristo. Tenía el valor de la denuncia profética bíblica, junto a la visión gloriosa de un futuro de esperanza cristiana. Hasta el día de hoy, todavía no he escuchado un cántico de alabanza contemporánea con la fuerza de “Gloria” –el tema que abre su disco “October”–, que combina la confesión de impotencia humana con una declaración de exaltación divina –“Gloria in te domine, exultate”–.
En mayo de 1974 una bomba estalla en la calle Talbot de Dublín, donde solía ir Bono a una tienda de discos, pero ese día vuelve a bicicleta en casa, cuando terroristas unionistas asesinan a 34 personas. Un hermano de Guggy y Peter –Andy Rowen–, queda encerrado en la furgoneta de su padre y se ve tan afectado por la explosión, que deja su educación en una Asamblea de Hermanos, para introducirse en la espiral de la heroína, inspirando el personaje de “Bad” (1984) –el tema que U2 interpretó en el monumental festival de Live Aid –. Hoy está rehabilitado.
U2 se enfrenta al nacionalismo que justificaba esa violencia, así como a la religión que ha abusado de niños en su país. A una de sus víctimas, le dedica la canción “Sleep Like A Baby Tonight” . Comienza como una nana a ritmo de sintetizador, estilo Kraftwerk, pero se convierte en una fuerte denuncia del silencio de una iglesia insensible al dolor de otros. “La esperanza está en la puerta”, que nos permita escapar de esa religión abusiva, “donde no brilla la luz del día, ni hay curación posible”.
FUEGO INOLVIDABLE
Como para tantos irlandeses, Estados Unidos no es sólo la explicación del éxito de U2, sino el oasis de libertad que saca a estos jóvenes de la oscura y opresiva Irlanda, para descubrir la luz de California, que evoca en la canción del mismo título. La experiencia americana no les hace olvidar, sin embargo, a sus amigos de adolescencia. Hay temas dedicados a Guggi y Gavin Friday de Virgin Prunes, que vivían cerca de su casa en Cedarwood Road, que da título a otro de los temas.
La canción que más me emociona, es la que dedica a su madre, “Iris”, muerta cuando Bono tenía sólo catorce años. Como alguien que ha perdido también a su madre, tempranamente, sus palabras me producen una impresión todavía más profunda que las que le dedicó en su disco “Zooropa” (1993), “Lemon”, o en Pop” (1997), “Mofo”. Si en esta última, decía que la madre que le había dejado, le había hecho alguien, ahora declara que la luz de su estrella todavía vive en él.
Aquella madre que le llevaba a la capilla de la Iglesia de Irlanda (anglicana) con su hermano, todos los domingos –mientras su padre iba a misa en la parroquia que había algo más arriba, en el barrio de Finglas, al norte de Dublín–, puso la semilla de fe, que dio su fruto en la adolescencia. Esa “fe no fingida” que Pablo dice que había en Timoteo, al habitar primero en su abuela y en su madre (2 Ti. 1:5), es la que encendió un “fuego”, que debe seguir “avivando” (v. 6). Es ese “don de Dios”, que Bono ha recibido, el que espero produzca un “fuego inolvidable”.
Y estoy a un largo camino
de tu monte del Calvario,
de donde estaba y donde necesito estar.
Si hay una luz
que no siempre puedes ver,
¡no dejes que se apague!