El problema del dolor
El pasado 24 de agosto moría a los noventa años, el actor y director británico Richard Attenborough. Aunque algunos sólo le conocerán por su papel en películas como “Parque Jurásico”, es autor de superproducciones como “Gandhi” –que recibió el Oscar a la mejor película y al mejor director en 1982–, pero también de una obra maestra tan incontestable como “Tierras de penumbra” (1993). En ella narra el matrimonio de C. S. Lewis (1898-1963), llevado al teatro por Bill Nicholson, que el director evangélico Norman Stone trasladó a la televisión en una producción de la BBC, que emitió TVE en 1987. Es una apasionante historia de amor y fe, ante la tragedia de la enfermedad y la muerte.
El escritor de “Cristianismo básico” o “Cartas del diablo a su sobrino”, sigue siendo considerado uno de los mayores apologistas de la fe cristiana. Aunque fue convertido del ateismo por la influencia del católico J. R. R. Tolkien, autor de “El Señor de los Anillos”, Lewis siguió siendo anglicano, aunque sea cada vez más reivindicado por el catolicismo tradicional, que publica ahora sus libros en editoriales vinculadas a movimientos como el Opus Dei (Rialp) o Comunión y Liberación (Encuentro).
Aparte de “Crónicas de Narnia”, que está siendo ahora editada por Destino –que ha sacado también su alegoría espiritual “El regreso del Peregrino”, basada en la famosa obra puritana de Bunyan–, Anagrama lleva ya tiempo dando a conocer a un público más amplío la traducción que hizo para Trieste de “Una pena observada”, la fallecida escritora salmantina Carmen Martín Gaite, mientras su propia hija estaba enferma de muerte. Este libro escrito bajo seudónimo, contiene las notas fragmentarias de Lewis del proceso de luto, en que se basa en parte “Tierras de penumbra”.
UNA VERSIÓN ANTERIOR
La contrapartida es que ésta es una versión algo más superficial, al reflejar el dilema que el sufrimiento supone para la fe. Cuando uno lee el libro de Lewis, “Una pena observada”, se da cuenta que la perspectiva de Stone es mucho más realista. Lo que sí logra trasmitir mejor, Attenborough, es el entusiasmo del enamoramiento, que literalmente te arrebata con el poder de unas imágenes, que te cautivan tanto como la seductoras conversaciones del encantador personaje que interpreta Debra Winger. Sus inteligentes diálogos van acompañados de una extraordinaria sensibilidad, que hace que uno realmente se conmueva con esta maravillosa historia de amor.
UNA HISTORIA DE AMOR
Cuando su marido se va a volver a casar, Joy y los chicos se instalan en un hotel de Londres, mientras publica en Nueva York su famoso libro sobre los Diez Mandamientos, “Humo en el Monte”, que dedicaría luego a Lewis en la edición británica. El escritor les ayuda económicamente, mientras queda prendido de ella. A sus 39 años empieza a frecuentar su casa en Oxford, cuando Lewis saca su autobiografía, “Cautivado por la alegría” (1955), que muchos interpretan luego, como un juego de palabras con el nombre de Joy. Al denegársele el permiso de residencia en 1956, el profesor toma la decisión de casarse con ella, pero sólo por razones legales. Esto escandalizó obviamente a muchos de sus amigos cristianos, sobre todo el católico Tolkien, que no aprobaba ninguna forma de divorcio.
Su novela del año 56, “Mientras no tengamos rostros”, está dedicada a Joy. Es entonces cuando descubren que está enferma de cáncer. Quieren hacer una ceremonia religiosa, pero el obispo anglicano de Oxford cree que ella no puede volver a casarse, por estar divorciada. Su amigo Austin Farrer no podía hacer la boda, sin enfrentarse al obispo. Y recurre a otro ministro anglicano, Peter Bide, que había estudiado literatura en Oxford, no sólo para interceder por ella en su enfermedad –ya que creían que tenía un don de sanidad–, sino para unirlos también en matrimonio en el lecho del hospital. Su mejor amigo hasta los años cuarenta, Tolkien, se entera por el Times. No volvió a hablar con él, y se negó hasta a escribir su obituario, cuando Lewis murió el año 1963.
ENFERMEDAD Y MUERTE
Estas escenas de la película son impresionantes. “Cuando se acerca el fin, es cuando uno descubre si crees o no”, dice el personaje de Hopkins. Y ella le pregunta: “¿No dices tú siempre que la verdadera vida aún no ha empezado? ¡Más vale que tengas razón!”. La prueba de la fe es puesta en evidencia en esta historia, con toda su dureza. “¡Tienes que dejarme marchar!”, dice el personaje de Winger, mientras el clama a Dios desesperado: “¡Por favor, Señor, ¡no abandones nunca a mi querida esposa Joy!, ¡perdóname si la he querido demasiado! ¡Y ten misericordia de los dos!”.
El momento más emocionante del film es la escena en que el personaje de Hopkins llora desconsolado en el desván con su hijastro, ante el armario que inspiró “El león, la bruja y el armario”. “Cuando mi madre murió, yo tenía tu misma edad –dice Lewis al niño–. Pensaba que si oraba para se pusiera mejor, no moriría… pero murió”. La oración parece no funcionar, pero al profesar su amor por su madre, exclama: “¡No es justo!, ¿verdad?” Y el niño dice: “¡No sé por qué tenía que pasar esto!”. Él le contesta: “Ni yo tampoco, pero no tienes que aferrarte a las cosas, ¡tienes que dejarlas ir!”. El chico le pregunta si cree en el Cielo, y Lewis le asegura que sí. El niño le dice: “no, pero me gustaría volver a verla”. Y él añade: “A mí también”
VALLE DE SOMBRA DE MUERTE
Aunque el sufrimiento no le hizo perder la fe. Encuentra al final una enseñanza espiritual en todo ello. “Sométete a la muerte”, dice, pero “la muerte de tus ambiciones y deseos favoritos, cada día, y la muerte de todo tu cuerpo, finalmente”. Porque si “sometes cada fibra de tu existencia, encontrarás vida eterna”. ¿No es esta una resignación más propia del fatalismo? No, porque él añade, que si “no te guardas nada”, es porque “nada que no haya muerto, podrá ser levantado de la muerte”. ¿A qué se refiere entonces Lewis con esta mortificación?
“Mírate a ti mismo, y encontrarás en la larga carrera, odio, soledad, desesperanza, ira, ruina y decadencia; pero mira a Cristo, y encontrarás que, con Él, ninguna otra cosa importa”. Ya que si “el Señor es mi Pastor; nada me faltará”, dice el Salmo 23. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo”. El Buen Pastor ”con su vara y su cayado me infundirán aliento”.
Por eso para Pablo, “el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Ya que Jesús dice: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Puesto que todo aquel que vive y cree en Él, dice Jesús, “no morirá eternamente”.