¿Quién teme a las sectas satánicas?



La nueva película de Alejandro Amenábar, “Regresión”, refleja la obsesión evangélica con las sectas satánicas. El fenómeno nace en Estados Unidos en los años 80 y 90, cuando se llega a producir un síndrome que se denomina de falsos recuerdos de abusos rituales (ARS), sobre el que se han hecho bastantes estudios. Seis años después de “Ágora”, algunos pensarán que el director hispano-chileno vuelve a la carga contra el cristianismo, pero “lo interesante de esta historia es que convergen la ciencia y la religión, y las dos cometen errores”.

La acción se sitúa en Minnesota en 1990, donde “la religión y en concreto las iglesias evangélicas tienen mucha fuerza en la América rural, algo que he podido comprobar con mis propios ojos”, dice Amenábar. Esa misma investigación se ve en detalles como las referencias al libro publicado en 1980 por el psiquiatra canadiense Lawrence Pazder (1936-2004), sobre las pretendidas experiencias de una paciente suya –que tras su divorcio, se convirtió en su segunda esposa–, Michelle Smith. Aunque Pazder era católico, la obra tuvo mucha difusión en medios evangélicos, pero también en la sociedad americana en general.

Al libro de Pazder, se añadió también en 1986 el hecho de que un juez de California ordenara el procesamiento de una anciana de 77 años llamada McMartin, su hija, su nieta y tres cuidadoras de su escuela infantil, por supuestos abusos rituales satánicos. Los siete acusados se enfrentaron a 135 cargos que incluían toda clase de agresiones sexuales, sacrificios de animales e incluso la decapitación de un bebé, para beber su sangre. Aunque no hubo una sola condena, el caso tuvo tanta publicidad, que hasta el FBI dedicó una investigación al tema. Por lo que hasta el personaje que interpreta Ethan Hawke, está basado en hechos reales.

El fenómeno que se produce a finales de siglo pasado en Estados Unidos, coincide con la obsesión por la “guerra espiritual” que se da en esas mismas fechas en el ámbito evangélico. En medios cristianos siempre ha habido preocupación por el ocultismo, pero la idea de que un millón de norteamericanos estaba en sectas satánicas, incluyendo personas en las altas esferas de la política y las finanzas, no tenía precedentes. Es lo que alguno ha llamado “la presente paranoia”, jugando con el título de una novela de Peretti. La reacción frente a ello, se compara hoy con la “caza de brujas” en la época colonial de Nueva Inglaterra, o la “cruzada” del senador McCarthy contra el comunismo en los años cincuenta.

CURACION DE RECUERDOS
La historia del síndrome de falsos recuerdos de abusos en rituales satánicos (ARS) tiene su origen en la llamada “curación de recuerdos” que se da en ciertos círculos cristianos que buscan un “ministerio de liberación y sanidad”. Se trata de una “terapia de consejería” basada en la visualización de traumas pasados, para que Jesús intervenga por medio de la fe, en medio de esos sucesos. Para ello, se recurre a veces, a técnicas hipnóticas, dibujos o diarios –como los que se ven en la película–, la lectura o escucha de testimonios semejantes, o la simple imaginación a partir de gestos en fotos, que producen la generación de esa fantasía de falsos recuerdos.

Lo delicado del caso es que estos métodos se utilizaban originalmente, para descubrir los abusos sexuales que alguien había sufrido de niño y poder llevar una terapia de curación del trauma que producen esos recuerdos. Su cuestionamiento viene cuando en el ámbito legal, se pretenden presentar como evidencias, ante la falta de otros testimonios y la negación de los hechos por la persona responsable de esos abusos. Una figura clave en ese sentido, fue un psiquiatra llamado Frank Putnam, que en 1990 dirigía la Unidad del Trastorno de Identidad Disociativa del Instituto de Salud Mental de Estados Unidos. El panel de expertos convocado por él, presentó informes de miles de casos falsos, frente apenas una docena de casos reales.



El llamado síndrome del falso recuerdo (FMS) está en la base de esa manipulación de la memoria que constituye el ARS. El informe del FBI –conocido por el nombre del agente que lo presentó, Lanning– dice que “la campaña cristiana evangélica contra los nuevos movimientos religiosos ha ejercido una poderosa influencia en alentar la identificación de abusos satánicos”. Todo ello ha producido una educación basada en la sospecha, que ve amenazas ocultas detrás de cualquier cosa, sea música, películas, libros, o hasta dibujos animados. El resultado es una mente cautiva de teorías conspiratorias, que ve al mundo dominado por oscuras fuerzas, ante las cuales tenemos que estar alerta, todo el tiempo.

TERROR PSICOLÓGICO
Para contar esta historia, Amenábar ha recurrido a un cine de género, que aúna elementos de terror, crimen y suspense, en esa peculiar combinación que se conoce con el término en inglés de “thriller”. Inspirado en los clásicos de los setenta de modalidad sobrenatural – que van desde “La semilla del diablo” a “El final de la escalera”, pasando por “El exorcista” o “La profecía” –, este cine no tiene la truculencia de lo que hoy en día llamamos “terror”, pero se suele confundir en círculos cristianos, con una apología del ocultismo. En realidad, muchas de estas historias tienen un final abierto. No se sabe si es algo real, o meramente psicológico. Tratan sobre la fe y la duda.

Escrita por el propio Amenábar, es una producción en inglés, rodada en Canadá con actores como Ethan Hawke o David Thewlis. La publicidad gira en torno al nombre de Emma Watson, pero ella no aparece tanto en la pantalla. Los aspectos macabros son más sugeridos, que mostrados. Muchos la han criticado por su sencillez y final previsible, pero me pregunto si no será esa precisamente la intención de Amenábar, hacer algo menos ambicioso y grandilocuente. Algunos hablan por eso de una regresión a la época de “Tesis” (1996), su sorprendente debut en los pasillos de la antigua Facultad de Comunicación, donde estudiamos él y yo, en la Universidad Complutense de Madrid.



El terror de este cine hace su aparición cuando la realidad se resquebraja para dar paso al horror escondido, bajo el disfraz de la familiaridad. Sus personajes viven absortos en sí mismos. Tienen el carácter introvertido del propio Amenábar, tan discreto siempre y parco en palabras. Vecino mío, durante muchos años en el barrio de Malasaña, mantuvo oculta su homosexualidad, hasta su aparición en la portada de una revista “gay” en 2004. Celoso de su intimidad, vive ahora en un ático de la Plaza de España con vistas a la Plaza de Oriente, junto al estudiante de economía con el que se ha casado, este mismo año.

LA RELIGIÓN COMO ENAJENACIÓN
Su agnosticismo militante hace que sea alguien poco apreciado por los cristianos. Si la asistenta de “Los otros” (2001) decía a Nicole Kidman que hacía “demasiado caso a la Biblia”, en “Mar adentro” (2004) defiende la eutanasia, para acabar exaltando la ciencia de Hipatia frente a la religión que la destruye en “Ágora” (2009). Lo suyo está claro que no es la religión. Tal vez por eso mismo, tengo que confesar que le tengo cierta simpatía. Me parece alguien sensible y preocupado por la verdad de las cosas.

El dice: “no pensé que la religión iba a ocupar un espacio importante en mis películas, pero estoy viendo que sí”. Sobre la cuestión de Dios, quiere mostrar en “Regresión”, lo que llama “un perfil bajo”. No es “Los otros” (2001), que asegura: “trata sobre mi agnosticismo”. Lo que ocurre es que “creía saber dónde estoy y ya no lo sé”.



Como observa Juan Sardá, en la figura del padre sospechoso, hay conceptos como el de sacrificio y redención, “algo casi cristiano –dice él–, que está en varias de mis películas”. Ya que el director tiene una formación católica: “debe ser la herencia de mi educación en los escolapios”. El mismo se da cuenta que la cárcel de su historia es “casi como un monasterio donde el monje se queda para asumir su culpa y pasar así a su purgatorio personal”.

GUERRA ESPIRITUAL
No hay duda que la guerra espiritual de la que nos habla Efesios 6, es el tema de muchos himnos, sermones y reuniones de oración, en nuestra tradición evangélica. Lo que ocurre es que nunca se ha entendido este conflicto como sólo una lucha contra demonios, sino contra el mal que hay en nuestra naturaleza que la Biblia llama “el pecado en la carne”, así como las ideas y seducción de lo que la Escritura denomina “el mundo”. Eran tres por lo tanto, los enemigos del creyente –el pecado, el diablo y el mundo–, ¡no sólo uno!

Muchos cristianos ahora, no parecen estar ocupados en otra cosa, que en ver demonios en todo lugar y circunstancia. Su llamado continuo a “declarar victoria” ha creado un estado mental de temor constante a las fuerzas del mal. Con tanto “Satanás, te reprendo” y “limpiar el templo”, hay una generación que ya no parece sentirse segura más que en la iglesia, como si sólo allí, sus cantos, pronunciamientos y consignas, les hicieran sentirse protegidos.



¿Dónde está la libertad con la que Cristo nos hizo libres? (Gálatas 5:1; Juan 8:32, 36). Si hemos sido trasladados del poder de las tinieblas, al reino victorioso del Hijo de Dios (Colosenses 1:13), ¿por qué vivimos bajo la constante amenaza de la oscuridad? Si estamos en Cristo, no hemos “recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor” (Romanos 8:15).

NUEVO NACIMIENTO
La Biblia dice que quien se arrepiente de sus pecados y cree en Jesucristo como su Salvador y Señor, no sólo tiene vida nueva y eterna, sino que es nacido de nuevo. Es engendrado por la voluntad de Dios (Juan 1:13; 3:5, 6, 8). El nuevo nacimiento implica una ruptura con el pasado conocido y desconocido.

El Señor cambia la maldición por bendición. El llamado por lo tanto, no es a regresar a campos de oscuridad y misterio, que nos son imposibles de sondear y para los que tenemos poca base bíblica. Este es un juego engañoso y peligroso. Dios puede sacar a la luz cualquier cosa, pero ¿dónde enseña la Biblia que eso hay que pedirlo o hacerlo?

Todas estas enseñanzas han creado una generación de creyentes que se sienten tan incómodos en el mundo, que no encuentran la paz, fuera de la falsa seguridad de la capilla. No somos del mundo, pero estamos en él, por la voluntad de Dios. Si fuera un lugar tan insoportable, que no se pudiera vivir, mejor sería salir de él (1 Corintios 5:10), pero nuestro Señor no rogó al Padre que nos quitara del mundo, sino que nos guardara del mal (Juan 17:15).

Es cierto que “el mundo entero está bajo el maligno”, pero “sabemos que somos de Dios” y “todo aquel que ha nacido de Dios”, Él “lo guarda y el maligno no lo toca” (1 Juan 5:18-19). Hemos de luchar contra el mal, pero debemos vivir también confiados y satisfechos de que nuestro Dios es mayor que todos los peligros que nos rodean. ¡Es Él quien nos guarda!

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