Para quienes andan viendo al diablo por todas partes El Diablo se está saliendo de la Iglesia por estas puertas…
"Si algunos andan preocupados porque el Diablo se metió a la Iglesia, como bien lo redactó mi querida amiga, la teóloga Consuelo Vélez, otros estamos muy contentos porque lo vemos salir por algunas puertas que se han abierto"
"Las puertas que Francisco ha abierto han facilitado la huida del Diablo de donde lo teníamos, a veces casi como huésped ilustre. Por esto este escrito no tiene 666 palabras"
Si algunos andan preocupados porque el Diablo se metió a la Iglesia, como bien lo redactó mi querida amiga, la teóloga Consuelo Vélez (enlace al artículo), otros estamos muy contentos porque lo vemos salir por algunas puertas que se han abierto, aunque haya quienes pretendan buscar cerrarlas…
Citando a Consuelo, del mismo modo en que algunos pretenden personalizar esta realidad contraria a los caminos del Reino, otros vemos que dicha personalización va desapareciendo sin necesidad de recurrir a rituales de exorcismo, pero sí, asumiendo una determinada determinación, -como decía santa Teresa-, a la hora de ampliar horizontes, como lo hacía caminando, el mismo Jesús de Nazaret.
Una puerta por la que pronto huye el Diablo, es la de la integralidad: una evangelización que solo se concentre en visiones parciales de la persona es una invitación a entrar al Diablo. Quienes buscan ‘salvar el alma’ olvidándose de la condición encarnada del ser humano, terminan ‘demonizando’ su corporalidad, con todos los desastres que ya hemos visto a lo largo de la historia de la Iglesia: vergüenza de la propia naturaleza, condena de la sexualidad, olvido del placer, indiferencia ante el dolor, rechazo del templo del propio cuerpo, etc. El ser humano es integral: cuerpo, alma y espíritu son una unidad, aunque diferenciable, mantiene su armonía indivisible. ¿Qué dimensiones del ser humano está asumiendo su pastor o usted como pastor en la tarea pastoral?
Otra puerta por la que sale disparado el Diablo, está contigua a la anterior: la de la armonía cosmoteádrica. Dios-Hombre-Cosmos, se entrelazan continuamente, y de tal manera que quien quiera definir la realidad implicará la unidad de los tres. Pues para hablar de lo divino deberá referirse a lo humano ¿cómo amar a Dios a quien no ves y olvidarte de tu hermano a quien ves? A la final, Dios habla a los hombres en el lenguaje de la humanidad.
De otra parte, quien quiera hacer una defensa de la humanidad para exaltar su dignidad deberá reconocer su profunda unidad con el cosmos. De tal manera que cuidar al ser humano sufriente implicará cuidar la creación; proteger las reservas naturales de los explotadores es un camino para defender al pobre que clama. Del mismo modo quien se dedique al cultivo y defensa de la casa común debe tener presente que es el trono de Dios, a cuya cabeza está el ser humano, de tal manera que ir a alabar a Dios al templo implica pasar por el templo de la creación y el templo de la condición humana, tal como lo hizo el Buen Samaritano, e invitó a la alabanza san Francisco de Asís.
Una tercera puerta por la que el Diablo huye es la del diálogo ecuménico, inter religioso e intercultural. Cerrarse en la auto referencialidad, es encerrarse con el diablo. El encuentro con el otro transparenta más fácilmente el rostro de Dios. Porque se sabe que el escándalo de la división entre cristianos, que sueñan con evangelizar el mundo, es uno de los tropiezos en el anuncio de Cristo; una división como estas es superable con el reconocimiento de la importancia de la diversidad interior en la Iglesia de Cristo. Confesamos ser una Iglesia, pero también, que es diversa en su interior.
El reconocimiento de las manifestaciones de Dios en otras tradiciones espirituales es un camino de paz, de fraternidad universal y de armonía para erradicar las injusticias humanas. De igual manera, el diálogo intercultural, como lo propone Panikkar, se convierte en la plataforma de convergencia de saberes, de sabidurías y de humanidades. Aquí no entra el demonio de la imposición globalista, de la hegemonía de una nación o un grupo de naciones sobre toda la humanidad, y mucho menos la tragedia del hambre, las guerras y la discriminación.
Las puertas que Francisco ha abierto han facilitado la huida del Diablo de donde lo teníamos, a veces casi como huésped ilustre. Por esto este escrito no tiene 666 palabras.
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