Innumerables 'tesoros' de su rica 'economía' se quedan sin financiación La quiebra financiera en la Iglesia colombiana y el valor teológico de la economía
"Estamos raspando lo último que hay. Desde el punto de vista financiero, laboral y económico", declara el nuevo arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda Aparicio
El periodista que lo entrevistó solo hace eco a las dificultades financieras y posible suspensión de contratos laborales, pero no a la prioridad de la vida de las personas, que forman parte del 'tesoro' para el arzobispo
Las declaraciones del nuevo arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda Aparicio al periódico financiero ‘La República’, el pasado 23 de junio, alertan a la opinión pública, despiertan temores entre los más pobres y evidencian desconocimientos, en medio de una pandemia que golpea la financiación de las obras evangelizadoras: “El quiebre total, cuando quedamos ya en quiebra sería en agosto. Estamos raspando lo último que hay. Desde el punto de vista financiero, laboral y económico”.
Parece que ni el periodista que lo entrevistó, -ni la opinión pública que lo leyó-, se dan cuenta de la claridad que tiene el Arzobispo sobre los tesoros de la Iglesia colombiana, tales como la prioridad de la vida de las personas, las necesidades de los empleados de las instituciones eclesiásticas, el transparente origen de sus recursos y su inversión en incontable número de obras evangelizadoras de caridad, pues solo se hacen eco a las dificultades financieras y posible suspensión de contratos laborales.
Monseñor Rueda habló como pastor de la Iglesia, no como ‘gerente’ de una multinacional. En la entrevista hay más alusión a los ‘tesoros’ de la Iglesia que a sus dificultades financieras. Muchos no supieron comunicar sus palabras, -porque no saben distinguir, o desconocen, esos ‘tesoros’ al asegurar que la ‘Iglesia se quebró’, ‘entro en crisis’ y hasta ‘se derrumba’.
El confinamiento por la pandemia y sus efectos financieros, comunitarios, laborales, sociales, etc., han sido la oportunidad para poner al descubierto los ‘tesoros’ y la rica ‘economía’ de nuestra Iglesia colombiana, como comunidad y como institución que cumple con sus responsabilidades sociales: “Les hemos cumplido y hemos querido mantener las nóminas porque sabemos que despedirlos es lanzarlos a la hambruna, a la necesidad y a la protesta social. Entonces los hemos sostenido como criterio, pero ya no tenemos de donde echar mano”. Esa institucionalidad, como rostro social de la generosa comunidad de Jesucristo, al preocuparse por las personas antes que, de sus propias finanzas, evidencia que no hay tal ruina ‘económica’, solo financiera; y no es lo mismo.
La palabra ‘economía’ tiene para ella un valor teológico al cual no le cabe el adjetivo ‘quebrada’, y porque sabe que sus tesoros son innumerables. Este delicado asunto no es un juego de palabras; se trata nada menos que de dejar intacto el sentido teológico y místico (divino y pleno) de las riquezas de la Iglesia colombiana, por ser presencia divina en nuestra Nación, rica en los ‘tesoros’ de sus obras y cuya ’economía’ salvadora, -que incluye mártires-, jamás se derrumbará por falta de finanzas. No es lo mismo ‘una Iglesia quebrada’ -como lo titularon otros medios-, que una ‘quiebra en las finanzas de la Iglesia’; tampoco es válido decir ‘la Iglesia se derrumba económicamente’ por falta de dinero, que ‘parálisis administrativa’ por falta de finanzas; puesto que la Iglesia ha demostrado en Colombia, que sabe entregarlo todo desde su pobreza porque le interesan los más necesitados.
La opinión pública no se da cuenta que el nuevo Arzobispo de Bogotá sabe enumerar los tesoros de la Iglesia junto a su modo evangélico de financiarlas, cuando dice: “…entre 50.000 y 80.000 obras sociales como colegios; ancianos que viven en hogares católicos; centros de rehabilitación; o simplemente poblaciones vulnerables que reciben un mercado de la Iglesia de su barrio; …comedores de las parroquias… liderados por voluntarios que preparan los alimentos para ancianos, enfermos y necesitados… nómina de docentes y los trabajadores de estas entidades educativas… Afortunadamente, el alimento no ha faltado…”, etc., porque “son sostenidos con las donaciones de los mismos fieles… vivimos de lo que contribuye la comunidad”.
Su referencia a la dinámica del Evangelio, que nos invita a servir ‘sin mirar a quien’ y ‘sin que nadie lo sepa’ son una clara alusión a la ‘economía’ de Cristo entre nosotros, liderada por pastores, pero robustecida por un ejército de Vida Consagrada y un laicado generoso, comprometido, con sentido de Iglesia, cuando dice: “Hay muchas obras que se hacen al estilo de lo que nos manda el Señor Jesús en el Evangelio, que es que no sepa la mano derecha lo que hace la izquierda. Entonces, nosotros, en todo el país estamos en obras permanentes. Pero es difícil que estén cuantificados los comedores de las parroquias que son sostenidos con las donaciones de los mismo fieles, que son liderados por voluntarios que preparan los alimentos para ancianos, enfermos y necesitados. Quiero decirle que incluso durante la pandemia se han mantenido vivas esas acciones sociales”.
Lo que hay entre los católicos colombianos son verdaderos ‘tesoros’, solo falta apoyarlos financieramente, para que su ‘economía’, es decir el Plan Salvador, que nos libra del egoísmo, del hambre, de la indiferencia, de la violencia, no encuentre tropiezos, sino que continúe su curso. Necesitamos apoyo financiero para que la ‘economía’ de nuestros ‘tesoros’ continúe fluyendo por el cauce que le ha sido trazado por Dios en nuestro país.
¡Mucho cuidado con los sesgos! que pueden ser más perjudiciales que las dificultades financieras, pues la Iglesia se ha caracterizado, en general, por identificarse con los pobres, vivir entre los pobres y servir a los más necesitados, sin negar las tristes excepciones. Son más grandes las comunidades parroquiales en medio de la pobreza que en medio de la opulencia, hay más clero y congregaciones religiosas entre los barrios necesitados que en otras partes; se están atendiendo más periferias humanas de lo que muchos imaginan, pero ciertamente nos hace falta mucho más; incluso son cada vez más las manos femeninas que lideran la evangelización. Sin darnos cuenta, sale a flote el rostro pobre de la Iglesia colombiana, tal como lo pide el papa Francisco.
Mientras tanto monseñor Luis José, continúa visitando las parroquias de la Arquidiócesis, sus instituciones de caridad, centros educativos y demás servicios evangelizadores, para constatar el camino realizado, los ‘tesoros’ eclesiales, el ritmo de la ‘economía’, y manifestarles su solidaridad en medio de las dificultades financieras.
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