Alcalde de Segura de León: "Doy la bienvenida a un hijo del pueblo que lo ha dado todo" Antonio Aradillas, en su homenaje: "La Iglesia no se acaba; se acaba esta Iglesia"

(Luis Romasanta, Segura de León).- Por Segura de León, en Badajoz, hay que caminar despacio. Son muchas cuestas. Hace casi ochenta años paseaba por allí un ensotanado y tonsurado don Primitivo y le dijo al hijo del panadero que si quería ir al seminario. Antonio Aradillas preguntó simplemente: "¿Allí podré estudiar?". El hambre de cultura también es vocacional, con permiso del Cristo de la Reja y de las Capeas.

Anocheciendo este viernes último, los campos abiertos de su pueblo, entre las negras encinas, por fin cantaron dichosos dejando lejos tanta noche oscura.

En el viejo cine del pueblo, tan mimosamente remozado como su iglesia, y abarrotado para la ocasión, el pueblo de Segura de León rindió un merecido homenaje a su hijo Antonio Aradillas, cura y periodista, escritor prolífico con más de 90 libros publicados (y para él un libro solo puede llamarse así si tiene más de 250 páginas), con motivo de su reciente 90 aniversario, coincidente además con la publicación de un último (hasta hoy) volumen, que recoge buena parte de sus ideas y reflexiones bajo un título apodíctico: "Nunca he dejado de luchar y de soñar" (editorial Sial Pigmalión).

Antonio Aradillas es un referente de la información religiosa en nuestro país, volcado en todos los medios, y muy especialmente a través del legendario diario "Pueblo" en diez años cruciales de la vida de España.

Plasmó con tinta indeleble la primavera del papa Francisco cuando aún era invierno en muchos cenáculos, y supo aprehender y aplicar el Concilio a modo de embajador permanente de una Iglesia más evangélica. Sin duda por eso no fue bienvenido en tiempos en muchos zaguanes, incluida su querida diócesis.

Antonio Aradillas y Guillermo F. Vara


La herida quedó cerrada por fin el pasado viernes día 28, como debe ser en nombre de una Iglesia que se proclama justa por derecho.

Y allí estaban dando fe, como notarios de todos los segurenses, las máximas autoridades civiles y eclesiásticas de Extremadura: el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, y el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga Iruzubieta, flanqueados por el alcalde de Segura de León, Lorenzo Molina Medina y la plana mayor de Religión Digital, arropados por el pueblo en pleno y la coral del municipio, bajo la experta batuta del polivalente Andrés Oyola: cuando el poder civil y el eclesiástico coinciden, de algo gordo se debe tratar...

Comenzó el entrañable homenaje de su pueblo a Antonio Aradillas (presentado por el redactor-jefe de RD, Jesús Bastante) con unas palabras del director de este periódico, José Manuel Vidal, excusando en primer lugar la ausencia a última hora del P. Angel García, de "Mensajeros de la Paz" puesto que estaba regresando de vuelo desde Etiopía, y leyendo el mensaje que se acababa de recibir, que decía lo siguiente:

"Me uno al P. Aradillas, que fue uno de los sacerdotes que primero me recibió en Madrid, y que creyó en nuestros proyectos de casas familiares para niños y no en grandes internados. El no solo soñó siempre con un mundo mejor, sino que a mí me hizo, junto a Tarancón y Pablo VI, soñar a creer en Dios y los hombres. Dios le bendiga y nos dé todas sus bendiciones".

Pedro, Luis Romasanta, Aradillas y Jesús Bastante


Vidal recordó cómo Aradillas se incorporó hace diez años al proyecto de Religión Digital hasta convertirse en uno de los columnistas de cabecera, "con dos cualidades que solo se adquieren con la madurez: la sabiduría que dan los años, y la libertad que siempre tuvo. Incluso en los tiempos de la dictadura o de la involución eclesial.

Es hora de reconocerle su honradez, su enorme capacidad de trabajo -¡lo que le mantiene tan lúcido a sus noventa años!-, su generosidad y su bondad.

Porque Antonio es una buena persona, que no mira a nadie por encima del hombro, que aprecia a sus amigos y que tiene un corazón generoso. Además, un enorme escribidor".

A continuación Vidal resumió las palabras que había escrito el P. Angel para este homenaje:

"Un cura valiente y libre, incansable y comprometido. De los de Francisco. De los que no cambiaron la chaqueta. De los que permanecieron fieles al Vaticano II.
Un periodista de raza, que se codeó con los grandes gurús de la información religiosa, como Martín Descalzo o José María Javierre; que nunca abandonó su capacidad de denuncia y anuncio, haciendo gala en toda su enorme producción periodística y literaria de una enorme parresía".

"Le estoy muy agradecido por sus ayudas primeras, cuando nadie me conocía y yo era un simple curilla asturiano recién aterrizado en Madrid.


Y también le agradezco el que, muchos años después, haya colaborado en nuestra iglesia de San Antón en Madrid, abierta las 24 horas, con sus homilías dialogadas, recordándonos, con la radicalidad evangélica siempre en la mano, que una vida sin misa o una misa sin vida no tienen sentido".

"Quiero desearte, amigo Antonio -continuaban sus palabras- que sigas trabajando, que sigas escribiendo. Que no temas las críticas y cuentes siempre con los que te admiramos".

Intervino a continuación el alcalde de Segura de León, Lorenzo Molina (coordinador del entrañable acto), para dar la bienvenida una vez más a un hijo del pueblo que lo ha dado todo profesionalmente, desde su triple faceta de sacerdote, escritor y periodista. "Y buena gente". Recordó cómo entró en contacto él hacía diez años, cuando se presentó en el ayuntamiento para donar al pueblo su extensa biblioteca, sus cuadros y su producción literaria.

El máximo regidor municipal señaló que era obligado organizar este acto porque resulta necesario reconocer la valía de un hijo del pueblo que ha sido, parafraseando uno de esos libros, "un luchador y un soñador", "porque eso es Antonio Aradillas, una mente progresista y joven sin temas tabúes". Molina, por ejemplo, aludió a cómo Aradillas ya se había referido en varios de sus libros a la lacra de la violencia de género, un tema de tanta actualidad, entre otros muchos, que este "cura y escritor valiente" nunca quiso pasar por alto.

Fernández Vara   David Serrano


El presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, tuvo el detalle de ceder para el último lugar de los intervinientes a la autoridad eclesiástica, y al subir al atril de invitados ironizó, de entrada, sobre la alta productividad de Segura de León para ordenar sacerdotes: veintisiete, frente a dos o tres, por ejemplo, en Olivenza, su pueblo natal.

Glosó la interminable trayectoria periodística de Aradillas desde sus tiempos del diario "Pueblo", acudiendo a la propia terminología de su compañero de redacción José María García a la hora de driblar contrarios: un excelente profesional que nunca se ha mordido la lengua, además de ser bueno para todos.

El presidente de la Junta abordó también la actualidad de la violencia de género y señaló que nos hemos ocupado más de los derechos que de los deberes, diferenció entre sabios y necios, y no perdió oportunidad de centrarse en la labor del papa Francisco:

Una elección para un tiempo en que la voz de la Iglesia tiene que ser escuchada. Y mientras miraba de reojo desde el atril a la máxima autoridad eclesial allí presente, afirmó sin ambages que tenemos un gran arzobispo. "Transmite la serenidad necesaria, como en el mundo taurino: parar, templar y mandar". Pero no se quedó en las formas: "Hay que cambiar todo lo que se pueda cambiar".

Celso Morga


Hablando de cambios, no pasó por alto su reciente visita a Roma y el clamor popular para que Guadalupe pertenezca a la jurisdicción eclesiástica del lugar donde está, Extremadura, y no a Toledo. Estaba presente en el homenaje también el presidente de la Asociación Cívica Virgen de Guadalupe, Francisco Gómez, un claro guiño para recordar la expresa petición transmitida al Papa.

Fernández Vara finalizó sus palabras recordando de nuevo la dimensión periodística de Antonio Aradillas y el gran influjo que esta profesión, en concreto, suscita para él: "Soy médico y siempre dije que me hubiera gustado también ser periodista. Menos mal que, de mis dos hijos, ella es médico y él periodista. Estoy muy orgullo del periodismo y de los periodistas que ejercen verazmente esta hermosa profesión".

A continuación, el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga, se refirió básicamente a la dimensión humana y sacerdotal del homenajeado.

"Enhorabuena, Antonio, por tus 90 años. Recordemos el Salmo 90, compañero: "Los días de nuestra edad son setenta años, y, en los más robustos, son ochenta años. Con todo, su orgullo es molestia y pesar, porque pronto pasan, y volamos...".
Si el salmo 90 se queda en los 80 años y tú tienes ya 90, ¡es que debes estar robustísimo!".

Fernando, el cura del pueblo, con Aradillas


Morga agradeció la ininterrumpida labor vocacional y pastoral de Antonio Aradillas y reconoció sutilmente que Extremadura no fue territorio del todo amigo para el homenajeado, herida que debe cerrarse definitivamente: "Aquí tienes tu casa, Antonio, y te lo digo públicamente. En Segura de León o en Badajoz. Que el Señor y la Virgen María te acompañen siempre".

Sin perjuicio de centrarse en la trayectoria sacerdotal de Aradillas, el arzobispo no dejó de ponderar la labor de difusión cultural de su periodismo y de su obra literaria, dándole una vez más la enhorabuena: "Noventa libros que homenajean con justicia tu sacerdocio, Antonio".

Finalmente, Antonio Aradillas puso de pie al auditorio en varias ocasiones, como a la hora de expresar que "clama al cielo" que la mujer no pueda aún acceder al sacerdocio; que continuemos con "la Iglesia únicamente del amén", o que lo más extremeño de su Extremadura, la Virgen de Guadalupe, aún siga perteneciendo a la diócesis de Toledo.

¿Sería posible concebir que la Virgen de Covadonga, por ejemplo, que este año celebra el centenario de su coronación, perteneciese a la diócesis de Cantabria, o del País Vasco?.

Aradillas en el museo que donó a su pueblo


Antonio Aradillas pasó revista a toda una vida dedicada a sus únicas aficiones: el sacerdocio y la escritura.

"¿Por qué escribo?. Estoy soltero. No me gusta jugar al mus. Solo tengo 90 años....".

Recordó sus recientes conversaciones a corazón abierto con el obispo emérito Antonio Montero en Madrid, dos nonagenarios frente a frente.
"Yo le pregunté: Antonio [Montero], ¿por qué os cebásteis conmigo, si yo he sido un modesto cura escribidor?"
"Es que tú eras malo para la jerarquía de entonces, Antonio, eras muy malo...".

Aradillas enumeró los grandes temas recurrentes de su obra, acreditativos de que continúan siendo de la máxima actualidad, que hoy resultaría inconcebible siquiera que por ellos se pueda censurar a un autor, y que para él significaron en los años de la dictadura (y después...) incluso la suspensión a divinis, sin procedimiento alguno:
la coeducación, la violencia de género ("no sólo la más agresiva físicamente, sino esos otros malos tratos injustificables hacia la mujer como tal, que no tienen por qué ser físicos"), el examen de las irregularidades de los procesos en los tribunales eclesiásticos ("donde no hay igualdad, donde el matrimonio es indisoluble para los pobres, pero no para los ricos"), la necesidad de un cambio en la Iglesia, el acceso de la mujer al sacerdocio, el celibato obligatorio, la forma de vida nada austera de algunos representantes de Cristo...

Por cosas así (simplemente, ser partidario de la coeducación) llegó a ser declarado literalmente hereje en carta colectiva de los canónigos de Badajoz. Y resultó que, poco tiempo después, el seminario menor tuvo que convertirse en colegio mixto...
Lo que hoy suena a broma hizo sufrir humanamente a este cura que nunca ha querido dejar de serlo, y no era para menos.

Jesús Bastante, presentador del acto


Porque no solo fue en los tiempos de Franco un "cura travieso" (dijo él eufemísticamente), sino que las represalias se extendieron a demasiado tiempo después. ¿Su pecado para que el "santo oficio" se cebara con él?

Entre el final del franquismo y la transición lo tenemos: "Iglesia 2001", un libro escrito y publicado en 1975 donde se encuentra el germen sigiloso de lo que después el tiempo le ha dado plenamente la razón.

Osó soñar con un tempo más rápido para la reforma de la Iglesia católica, de esta Iglesia tan necesitada de cambio, porque "esta Iglesia se acaba. Quiero decirlo con claridad: la Iglesia no se acaba. Se acaba esta Iglesia, incapaz de abordar aspectos esenciales".

En el viejo y remozado cine de su pueblo, quedó claro que un señor que viste de blanco desde Roma por fin parece dar la razón a este escritor y cura iconoclasta.
Al menos el pueblo de Segura de León se la dio con un atronador aplauso de cariño y sentimiento, sin el nihil obstat de las autoridades, allí presentes, sino todo lo contrario. Menos mal: el homenaje no será apuntado por esta vez en el índice de libros prohibidos...

Quien escribe esta crónica humana de un hecho público conoce a Antonio Aradillas desde hace casi cincuenta años. Ha sido mi jefe, compañero y amigo desde los tiempos de aquella casa tan singular que fue el diario "Pueblo". Y en eso estamos.

Aradillas y el alcalde Molina


Y, por la humilde autoridad que el conocimiento directo me concierne, debo decir que este hombre con noventa tacos se merecía un reconocimiento así, porque ha consumido noventa años luchando con lealtad por una Iglesia cercana a la ciudadanía, y su tornavoz más atronador se ha limitado a señalar irregularidades clamorosas que, de haberse escuchado debidamente, nos hubieran ahorrado más de un caso de pederastia y violencia de género, por poner ejemplos del momento, y nos hubieran acercado a un modelo de comunidad eclesiástica cuyos usuarios no deserten de la organización.

Segura de León pertenece a la comarca de Tentudía, y cuenta la leyenda que el nombre se debe a la cruel batalla contra los árabes que se libró en el siglo XIII en lo que es el monte más alto de la provincia (vaya, el eterno Fraga no puso ahí un parador).

El capitán cristiano Pelay Pérez Correa imploró la ayuda de la Virgen gritando: ¡Santa María, detén tu día!

Por ahí debía estar Santa María, porque los cristianos ganaron.

Antonio Aradillas ya tiene finalmente quien le reescriba en su pueblo: detén por fin comportamientos impropios de instituciones serias, como se le supone a la Iglesia de Cristo, con báculos o sin ellos.-

Volver arriba