"Debemos acercarnos a las situaciones concretas con realismo", afirma el arzobispo de Madrid Carlos Osoro: "¿Comunión a los divorciados? No hay recetas"

(Ricardo Benjumea y Rodrigo Pinedo, en AlfayOmega).- Más que por los debates que deja zanjados, la exhortación Amoris laetitia sorprende por las cuestiones que deja abiertas, en particular las referentes a las llamadas «situaciones irregulares». «No hay fórmulas teóricas, no hay una lista de formularios, no somos una farmacia que ante tal enfermedad da tal pastilla. Nuestra misión es acercar la presencia de Dios a los demás y presentarles la verdad para que ellos la descubran, sin sentirla como una imposición, sino como el abrazo de un Dios que les quiere», afirma el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, miembro de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.

¿Cómo le resumiría usted en unas pocas palabras esta exhortación a una persona que no la haya leído aún?

Le diría que Amoris laetitia intenta hacernos ver que la Iglesia tiene que asumir el mismo comportamiento que tuvo el Señor, con un amor ilimitado que se ofrece a todas las personas sin excepción. A mí me ha gustado sobre todo la dimensión misionera de la exhortación. El Papa reconoce las diversas situaciones que hoy vive la familia en todas las latitudes de la tierra, las afronta con esperanza y nos pide que salgamos a encontrarnos con esas situaciones, no juzgando, sino desde la ternura y desde el amor de Dios. Sin relegar absolutamente nada de la doctrina de la Iglesia, pero haciendo que el otro se sienta acogido, escuchado, valorado...

El capítulo más comentado ha sido, con diferencia, el octavo, sobre cómo «Acompañar, discernir e integrar la fragilidad».

Son tres palabras esenciales. El servicio que debe hacer la comunidad cristiana es acompañar a todos sus hijos y tener una atención especial con aquellos más frágiles, heridos o incluso extraviados. Hay que acompañarlos y estar muy cerca de ellos para darles esperanza. Por eso dice el Papa que la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña.

Pero él habla también de discernir. El discernimiento es esencial para ver la verdad, no desde cualquier perspectiva, sino desde la Palabra de Dios, desde la luz que nos da Nuestro Señor. Una de las grandes novedades de la exhortación es que toda persona debe sentir que la Iglesia la comprende, la acompaña, la integra, abre los brazos especialmente a los que están sufriendo por el motivo que fuere...

Y por último, el Papa nos pide integrar. No descartar. Porque Dios siempre busca un lugar para todos sus hijos. No hay lugares de primera, de segunda y de tercera, aunque los lugares no sean todos iguales, ni todos estén cómodos en el mismo sillón.

El Papa deja caer en ese capítulo una afirmación muy rotunda: que se puede estar en «una situación objetiva de pecado» y al mismo tiempo «vivir en gracia de Dios». ¿Qué significa esto?

La exhortación lo explica muy bien. A nadie se le impide la comunicación con la gracia de Dios, porque la da Dios, no la damos nosotros. Y Dios se acerca a cada ser humano en el momento en que cree oportuno. Nosotros, desde nuestras doctrinas, podemos ver que determinada situación puede ser irregular, pero las medidas de Dios no son las nuestras. Y en eso tenemos que creer también, de entrada por nuestra propia experiencia, porque tampoco nosotros muchas veces objetivamente nos merecemos lo que nos da Dios.

¿Qué es exactamente el discernimiento? ¿A quién corresponde discernir y según qué criterios?

El discernimiento es un esfuerzo constante por abrirnos a la Palabra de Dios que ilumina la realidad concreta de la vida cotidiana. El discernimiento nos lleva a ser dóciles al Espíritu y nos anima a cada uno de nosotros a actuar con el máximo amor posible en las situaciones concretas. Esto es el discernimiento. Por otra parte, este discernimiento no se puede separar de las exigencias de caridad y de verdad que nos manifiesta el Evangelio ni de las enseñanzas de la Tradición de la Iglesia. Pero hace falta mucha humildad y una búsqueda sincera de la voluntad de Dios. No hay fórmulas teóricas, no hay una lista de formularios, no somos una farmacia que ante tal enfermedad da tal pastilla. Nuestra misión es acercar la presencia de Dios a los demás y presentarles la verdad para que ellos la descubran, sin sentirla como una imposición, sino como el abrazo de un Dios que les quiere.

Para asegurar cierta unidad de criterio en ese discernimiento, ¿será necesario algún tipo de marco de referencia elaborado de la Conferencia Episcopal o bien en cada diócesis?

No sé qué hará la Conferencia. Lo tendremos que estudiar juntos, pero si esto no se hiciera a nivel de la CEE, yo en la diócesis de Madrid sí quisiera abrir un tiempo largo de reflexión sobre el tema de la familia, que es fundamental. El Papa escribe que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones del Magisterio, y que cada país debe buscar soluciones acordes a sus tradiciones, desafíos y a lo que la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia nos dicen. Es precioso, por cierto, ver cómo el Papa recurre en esta exhortación a la Palabra de Dios y al Magisterio de los Papas anteriores, Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Además de la atención a las llamadas «situaciones irregulares», el Papa señala importantes desafíos relacionados con la pastoral familiar (como fortalecer la preparación al matrimonio o acompañar a los recién casados), pero deja abierta las respuestas concretas. ¿Qué pasará ahora con estas materias?

Todo eso se debe tratar en las Iglesias particulares, pero sí, yo creo que es bueno que determinados temas los afrontemos juntos en las conferencias episcopales. La sinodalidad nos debe contagiar a la hora de trabajar. Los obispos no podemos trabajar cada uno por nuestra cuenta, tenemos una responsabilidad de ir juntos con Pedro, juntos entre nosotros y juntos sin separarnos de la gente, acompañando, como dice el Papa, los problemas reales de la gente.

¿Va a cambiar mucho esta exhortación la pastoral familiar en las diócesis? ¿En la de Madrid concretamente?

Tiene que cambiar necesariamente. En la preparación al matrimonio, pero también en la educación de los jóvenes, sobre todo en el aspecto afectivo y sexual. Y está el acompañamiento real a las familias a través de itinerarios pastorales de acompañamiento, para ayudarlas a descubrir la responsabilidad que tienen en la transmisión de la fe, porque, como dice el Papa, la familia cristiana tiene que se ser misionera. Hoy la familia no puede dar por supuesto que el contexto cultural va a ayudarla a educar a sus hijos en la fe. Por eso las familias tienen que unirse y necesitan vivir una espiritualidad familiar, como nos dice el Papa.

En Madrid, yo estaba esperando este documento para dotar de contenido a la Casa de la Familia. Allí debe haber un departamento donde de verdad se estudien las realidades de las familias aquí, en Madrid y en España, con la mirada puesta en Jesús. La Casa de la Familia debe preguntarse sobre el amor en el matrimonio y sobre cómo hacer posible que ese amor, que es un regalo del Señor, pueda vivirse de un modo fecundo, en el sentido no solo de traer hijos a este mundo, que también, sino en toda la amplitud del amor. El tema de los hijos debe estar conectado con el tema educativo, y habrá que estudiar también qué ofrecemos en las parroquias para responder a las necesidades de los matrimonios y las familias.

El Papa pide hacer autocrítica. ¿Qué autocrítica cree que debemos hacer en España?

A mi modo de ver, lo fundamental es que seamos capaces de acercarnos a las situaciones con realismo, tocando de verdad las heridas de las personas. Porque a veces damos un marco teórico, que responde a la verdad, pero no alcanza el corazón de los hombres ni de las familias que están padeciendo situaciones determinadas. Más bien puede producir rechazo. Y en ese sentido tenemos que aprender mucho, por supuesto del estilo pastoral del Papa Francisco, pero en primer lugar del estilo que nos ha enseñado Nuestro Señor, que no se dedicó a teorizar, sino que se acercó a las diversas situaciones en las que vivía la gente. A mí siempre me ha iluminado mucho esa página preciosa del encuentro con la Samaritana, donde el Señor no mete el dedo en el ojo de esa mujer para hacerla daño, sino entrando en un diálogo cercano con ella, Y esa cercanía el Señor provoca algo inaudito en esta mujer, que es reconocer la verdad y cambiar la vida. Eso es más costoso, pero es lo que nos enseña Jesucristo.

En noviembre, el Papa le nombró miembro de la Asamblea General del Sínodo. ¿Cómo ha cambiado la propia institución del Sínodo tras la celebración de estas dos asambleas sobre la familia?

En esta exhortación el Papa dice que el camino sinodal ha permitido poner sobre la mesa la situación real de las familias en el mundo actual, reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia, comprender la necesidad de seguir profundizando con libertad en algunas cuestiones... Y esto debemos hacerlo todos juntos. El Papa quiere una Iglesia sinodal, como la de los primeros apóstoles, que cuando había problemas se reunían juntos y juntos tomaban las decisiones. Esta Iglesia es la que quería el Concilio Vaticano II, es la Iglesia en comunión y también en misión, porque la comunión hay que vivirla no teóricamente, sino en el escenario real de la misión. En lo que el Papa nos dice, nos muestra que la forma de afrontar hoy los problemas en la Iglesia no tiene que ser piramidal, sino sinodal.

¿Qué pasa finalmente con los divorciados en nuevas uniones?

La controversia mediática en torno al Sínodo se centró en el tema de si se podía dar la Comunión o no los divorciados en segunda unión civil. Amoris laetitia no se pronuncia definitivamente sobre esta cuestión, entre otras cosas porque el Sínodo lo que pretendía era dirigir una mirada al conjunto de la vida familiar, y no resolver este punto. Lo que sí nos dice el Papa es que hay que tener en cuenta la complejidad de cada situación y nos anima a escuchar a cualquier persona que se sienta herida y a ayudarla a experimentar el amor incondicional de Dios, y ahí nos deja un campo que es muy importante para nosotros. Lo fácil sería que nos diese recetas, pero es que no hay recetas.

La exhortación les da a muchos divorciados que se han vuelto a casar y que se esfuerzan por hacer las cosas bien y educar a sus hijos en la Iglesia la garantía de que la Iglesia se preocupa por ellos, les hace sentir que son parte de la Iglesia, que no están excomulgados, y aunque todavía no puedan participar plenamente de la vida sacramental, les anima a tomar parte activa en la vida de la comunidad cristiana. Por eso es clave el concepto de integración: hacer todo lo posible por ayudar a las personas que estén en la situación que fuere a involucrarse en la vida de la comunidad. Cualquier persona que se encuentre en una situación irregular debe recibir atención y ser ayudada a sanar sus heridas.

También, por ejemplo, cuando el Papa habla de los homosexuales, afirma que la enseñanza de la Iglesia es clara: el matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer, pero dicho esto, recuerda que todos debemos aprender a imitar el amor incondicional de Dios por cada persona, sin excepción. La exhortación centra la atención en el matrimonio y en la familia, pero no se desentiende del resto de situaciones que puedan vivirse, al contrario, nos incita a que las afrontemos.

¿Le preocupa el síndrome del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, es decir, que haya católicos molestos porque piensen que el Papa se preocupa más por los que están fuera que de los de dentro?

Los que están dentro, se supone que, si están de verdad dentro, tienen una preocupación por los que están fuera, porque la Iglesia o es misionera o no es la Iglesia de Jesucristo. O la familia cristiana es misionera o no es Iglesia doméstica, es otra cosa distinta. Por tanto, a nadie le puede parecer mal esto; al contrario, tendríamos que agradecer mucho la preocupación misionera del Papa, ya que todos los que estamos dentro de la Iglesia debemos ocuparnos de los que están en una situación especial, no digo fuera, pero en una situación especial, o por aquellos cristianos que, por la razón que sea, se han marginado de la vida de la Iglesia, o al menos sienten que están marginados. El Papa nos invita a salir en busca de esta gente. Es la misma invitación de Jesucristo. El Papa no sería sucesor de Pedro si no dijera esto, porque el Señor nos ha dicho que vayamos por el mundo a anunciar la buena noticia a todos los hombres. Los que ya la conocemos tenemos que anunciarla.

¿Cambia esta exhortación la doctrina de la Iglesia?

Lo más bonito de esta carta es que es teología pastoral, no se aparta de la doctrina de la Iglesia, pero sí aproxima la persona de Jesús a las situaciones reales que viven las personas. Muchas veces en la Iglesia, sin darnos cuenta, predicamos doctrinas, teorías, pero no acercamos la persona de Jesucristo... En la carta que ha escrito el Papa está la conciencia clara de un hombre que sabe que no anuncia ideas, sino a una persona, y que además sabe que esto se lo tiene que decir a las familias concretas, que hoy viven unas situaciones muy singulares y especiales, también a muchas parejas que conviven sin casarse, y a quienes tenemos que acercarnos para ayudarlas a descubrir la belleza de una familia cristiana, en la que un hombre y una mujer unen sus vidas y dicen: «Tú para mí eres Jesucristo, y habrá días en que te vea el rostro desfigurado, como a Jesús en la cruz, pero yo te quiero en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida».

En la Iglesia hemos tenido muchas veces exposiciones muy teóricas. ¿Por qué nos gustó la Evangelii gaudium? Porque no nos hablaba de una teoría, sino que afrontaba problemas concretos de la vida de la Iglesia, que eso es lo que necesitamos. ¿Por qué a mí me gusta Amoris laetitia? Porque afronta el amor de la familia desde la realidad.

Muchas veces no son así los documentos que escribimos los obispos, en los que decimos: «La doctrina de la Iglesia es esta y esta». El Papa nos recuerda que la doctrina ya nos la sabemos todos; el problema es cómo hacerla vida en la gente, presentarla de modo que las personas perciban que es algo que merece la pena ser vivido.

Volver arriba