Los entresijos y los actores del caso del exorcista madrileño presunto abusador E.G.G. , un 'narcisista espiritual' acusado de falso misticismo, que consigue librarse de una condena canónica...por ahora
Según fuentes cercanas a la de la investigación judicial -que fue llevada a cabo por el Tribunal de la Rota de Madrid-, el exorcista y presunto abusador madrileño “no es un hombre malo, sino trastornado”
La idea de fondo es que “había que tocar para sanar”; también les mandaba rociar con crisma sus partes íntimas e incluso realizaba la “instalación del espíritu” (exhalaba el aliento, a modo de transmisión del espíritu)
Según la investigación, el perfil de las abusadas es el de mujeres adultas, vulnerables, a veces con depresiones y con problemas, especialmente de índole espiritual, y con una vida religiosa intensa, pero peculiar. Muchas creían que estaban endemoniadas
El presunto victimario sostiene en sede judicial que no puede haber delito, porque no hay dolo y que tampoco hubo ánimo libidinoso en sus acciones con las mujeres
Según la investigación, el perfil de las abusadas es el de mujeres adultas, vulnerables, a veces con depresiones y con problemas, especialmente de índole espiritual, y con una vida religiosa intensa, pero peculiar. Muchas creían que estaban endemoniadas
El presunto victimario sostiene en sede judicial que no puede haber delito, porque no hay dolo y que tampoco hubo ánimo libidinoso en sus acciones con las mujeres
Javier Garrido, religioso franciscano, y E.G.G., sacerdote madrileño, son los dos últimos casos de clérigos acusados de ‘falso misticismo’. El primero fue condenado canónicamente, tras una sentencia del tribunal de la Rota de Madrid, que sentó jurisprudencia. Al segundo, en cambio, no se le pudo juzgar (al menos, por ahora) y el arzobispo de Madrid, cardenal Cobo, sólo pudo imponerle medidas disciplinares. Repasemos los actores, las decisiones y las consecuencias de esta tragedia de abusos ‘santos’, cometidos bajo la tapadera de Dios.
E.G.G, un cura de trato exquisito
Según fuentes cercanas a la de la investigación judicial -que fue llevada a cabo por el Tribunal de la Rota de Madrid-, el exorcista y presunto abusador madrileño “no es un hombre malo, sino trastornado”. De hecho, EGG pasó por ser siempre un clérigo peculiar. Desde los comienzos de su acercamiento a la vocación sacerdotal. Por ejemplo, no estudió en un seminario al uso (norma obligada para casi todos los aspirantes a curas), sino que lo hizo en un piso de Burgos, en el que vivía con otros compañeros (alguno de los cuales le siguió en su deriva mística).
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Le ordenó sacerdote el cardenal Suquía en Madrid y pronto adquirió fama de ‘santo’, de excelente confesor, de predicador de ejercicios espirituales y de afamado director espiritual. De ahí que el cardenal Rouco le concediese el encargo de director espiritual del seminario y profesor de la Universidad San Dámaso.
Por esa época, el cura crea una asociación de ayuda a los pobres, llamada ‘El Don de María’, y su estrella sigue al alza en el firmamento eclesiástico madrileño, hasta que la célebre Mercedes Milá le ‘caza’ con cámara oculta, realizando un exorcismo cuando menos peculiar.
Rouco le prohíbe realizar exorcismos tanto en público como en privado, pero él los continúa haciendo, porque, como solía decir: “Tengo que obedecer a mi conciencia antes que a la autoridad”. Y, por eso, siguió realizando exorcismos y ceremonias de sanación en la 'Casa Corazón del Padre' de la calle Fernando Díaz de Mendoza de Madrid.
Con el paso del tiempo fue aglutinando en torno a su persona toda una legión de seguidores, casi “adoradores”. Personas de toda clase y condición (también hay mujeres ricas, profesionales cotizadas y hasta profesoras de universidad), que lo tienen en un pedestal, siguen sus indicaciones sin pestañear y lo defienden a capa y espada.
Sus fans son tanto laicos como eclesiásticos. El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, fue su director espiritual, asi como el fallecido monseñor Romero Pose. Siempre mantuvo contacto estrecho con los llamados ‘obispos del Sagrado Corazón” (Cerro, Munilla, Demetrio, Argüello) y con diversos monasterios de monjas de clausura, especialmente con las clarisas de Vivar del Cid, con las que pasaba grandes temporadas.
Las clarisas parece que rompieron la relación con el cura madrileño, porque le acusaron de lavarle el cerebro a una de sus monjas de votos perpetuos y convencerla, para que dejase el monasterio y se convirtiese en virgen consagrada.
EGG es, pues, un cura sumamente educado, humilde y de trato exquisito. Siempre vivió con suma austeridad. Hace poco tiempo superó un cáncer de páncreas y, según sus allegados, últimamente no se cuidaba mucho, descuidaba hasta su aseo personal, vestía casi siempre la misma ropa, se acostaba en un saco de dormir en el suelo y desprendía un olor nada agradable.
Las víctimas
EGG confesaba a todo tipo de gente y dirigía espiritualmente a mujeres y hombres, indistintamente. Pero las ceremonias de sanación y los exorcismos sólo se los realizaba a mujeres. Preguntado por qué esta distinción, solía responder que “con los hombres le daba pudor”.
Las ceremonias de sanación con mujeres solían ser largas. Algunas podían durar más de una o dos horas. El modus operandi solía ser siempre el mismo: Normalmente ante el Santísimo expuesto (aunque no siempre), en ocasiones hacía desnudar a las mujeres, las cubría con una sábana y las tocaba sobre todo los pechos, llegando incluso a la zona del pubis y a la misma vagina, porque, según cuenta alguna de las abusadas, “decía que ahí es donde estaban los demonios alojados”.
La idea de fondo es que “había que tocar para sanar”; también les mandaba rociar con crisma sus partes íntimas e incluso realizaba la “instalación del espíritu” (exhalaba el aliento, a modo de transmisión del espíritu). Y también usaba la luz, que proyectaba en los ojos, pues consideraba que la oración-exorcismo así era más eficaz.
Así habría abusado de decenas de mujeres, a diez de las cuales escucharon en el tribunal de la Rota durante la instrucción del caso. A todas ellas repetía lo mismo, una y otra vez: “El maligno se esconde en las partes íntimas. Hay que tocar, para sanar lo que el diablo corrompió”.
Según la investigación, el perfil de las abusadas es el de mujeres adultas, vulnerables, a veces con depresiones y con problemas, especialmente de índole espiritual, y con una vida religiosa intensa, pero peculiar. Muchas creían que estaban endemoniadas. Quizás ésa sea una de las claves para explicar que mujeres adultas y formadas se dejasen abusar durante años.
Todos los implicados en la investigación creen que van a ir apareciendo más casos de mujeres abusadas por el exorcista madrileño, lo que permitirá al cardenal Cobo poder reabrir el proceso canónico y, por fin, poder juzgar al sacerdote.
El proceso
El primer proceso contra EGG lo pone en marcha el cardenal Carlos Osoro. En Madrid se instruye el caso y se manda, como es preceptivo, al dicasterio de Doctrina de la Fe, que contestó diciendo: Las conductas son delictivas, pero han prescrito.
Más adelante, se pone en marcha un segundo proceso por una nueva denuncia, pero sobre hechos anteriores a la primera denuncia. Este proceso fue encomendado al tribunal de la Rota, que realizó una nueva instrucción del caso, investigando a todas las partes implicadas: las víctimas, el victimario, los testigos y los peritos.
El presunto victimario sostiene en sede judicial que no puede haber delito, porque no hay dolo y que tampoco hubo ánimo libidinoso en sus acciones con las mujeres. El razonamiento jurídico que sostuvo el tribunal desmontó ese argumento: el dolo no radica sólo en la intencionalidad del sujeto, sino que, en ocasiones como ésta, la acción, en su objetividad, tiene un componente doloso; la idea de fondo es que “el dolo no es sólo un elemento de imputabilidad, sino también de tipología penal”.
También sostiene el sacerdote que el juicio que se está celebrando es un juicio contra Dios y no contra él; que sigue creyendo que está haciendo el bien y que se le deje seguir haciéndolo. Y de hecho, entrega al tribunal la justificación de su comportamiento en forma de una tesis de más de 200 páginas, que había escrito años antes, y a las que nadie dio respuesta.
También hay testigos que testifican a su favor. Incluso, alguna mujer cuenta un supuesto milagro atribuido al exorcista, mientras más de 400 personas (incluidos varios eclesiásticos) mandan una carta apoyando al gurú.
Por su parte, los peritos convocados señalan que el investigado no tiene un problema de maldad, pero sí un trastorno de personalidad, que etiquetan como ‘narcisismo espiritual’.
Tras la instrucción, la conclusión jurídica es que EGG ha cometido repetidos delitos de “falso misticismo”, delitos que tendrían cobertura legal al amparo del canon 1399, aduciendo que, aunque en su materialidad los actos hayan prescrito, la justificación de los actos no prescribe (el elemento formal del delito). Con estas conclusiones el asunto pasó a la DDF.
En el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, no admitieron el caso, aduciendo que, aunque se trataba de conductas delictivas, no caían bajo el paraguas de los pecados reservados. En cambio, sí lo admitieron en el caso de Javier Garrido, acusado asimismo de ‘falso misticismo’.
Como el canon 1399 no permite la aplicación de la pena mayor (la expulsión del estado clerical), se le aplica una serie de prohibiciones, que, aunque técnicamente no se pueden llamar penas, sí lo son.
Por ejemplo, "la prohibición absoluta de realizar exorcismos y cualquier tipo de oración de sanación, liberación o imposición de manos y de llevar a cabo procesos de dirección espiritual a cualquier persona". También se le ha retirado "la facultad de confesar por un periodo de 10 años y la facultad de predicar".
¿Por qué Doctrina de la Fe no condenó el presunto caso de falso misticismo del cura madrileño E.G.G.?
Según varios canonistas consultados por RD, esto ocurre porque la DDF “no quiere aplicar su propia ley”. En efecto, no se trata de castigar corrientes teológicas o hechos espirituales, sino verdaderos abusos sexuales cometidos gracias a que el agresor venció las resistencias de la víctima con argumentos teológicos y espirituales, convenciéndola de que lo inmoral (sus tocamientos o actos espirituales) es moral.
El art 10 del reglamento de la DDF prevé que el falso misticismo esté entre los comportamientos delictivos que deben ser tratados por la sección disciplinar de la citada congregación. Son delitos ‘históricos’, no tipificados en el CIC, pero acogidos por el supremo legislado.
Por otro lado, el propio prefecto de la DDF, cardenal Fernández, al aprobar las Normas para proceder en el Discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales, en el art 16 dice: “Debe considerarse de especial gravedad moral la utilización de supuestas experiencias morales o de elementos místicos reconocidos como medio o pretexto para ejercer dominio sobre las personas o cometer abusos”.
Y los canonistas se preguntan: “¿Porque en la Rota de Madrid sí pueden resolver el caso y en la DDF, no?” Quizás porque están saturados con los casos de abusos de clérigos a menores y no quieren abrir la panoplia de los casos de abusos clericales a adultos. Pero, las víctimas son siempre víctimas, ya sean víctimas adultas de Rupnik, Garrido o EGG, o víctimas menores de Maciel, Karadima o Alfonso Pedrajas.
Si los abusos a adultos son moralmente graves y están entre los ilícitos históricos reservados a la DDF, ¿por qué no se condenan? Nuestras fuentes creen que quizás se deba a un problema de política eclesiástica.
Es decir, algunos creen que el pontificado de Francisco no debe transmitir una imagen inquisitorial y condenatoria, pero olvidan que la sociedad no creerá en los perdones múltiples que pide la Iglesia sin parar (en una especie de ‘ponga un perdón a las víctimas en su vida’), mientras no la vea limpiar de verdad su casa de los delitos cometidos por sus clérigos, tanto con menores como con adultos.