Entrevista exclusiva con el secretario general y portavoz del episcopado Luis Argüello: "Tengo una esperanza activa en el mantenimiento de la unidad de España"
"Si no hay acuerdo entre la familia de Franco y el Gobierno, la justicia tendrá que decidir y acataremos la decisión del tribunal"
"La petición de la ministra de Justicia pone el foco en una institución que ya ha asumido la gravedad de los hechos"
"El Papa nos tira de las orejas respecto del clericalismo, por ejemplo"
"Esperamos criterios de actuación que permitan que la Iglesia sea un hogar acogedor para todos, también para los menores"
"En principio, alguien que, como yo, anuncia la salida a la muerte, también espera que puede haber salida al tema catalán"
"El Papa nos tira de las orejas respecto del clericalismo, por ejemplo"
"Esperamos criterios de actuación que permitan que la Iglesia sea un hogar acogedor para todos, también para los menores"
"En principio, alguien que, como yo, anuncia la salida a la muerte, también espera que puede haber salida al tema catalán"
"En principio, alguien que, como yo, anuncia la salida a la muerte, también espera que puede haber salida al tema catalán"
Nombrado secretario general de la Conferencia Episcopal española en 2018, la llegada al cargo de Luis Argüello García (Meneses de Campos, 1953) coincide con la profunda crisis de la pederastia en la Iglesia, la convocatoria de una serie de elecciones, la polémica por la exhumación-inhumación de Franco o el jucio al 'procés', que le parece garantista. Reconoce que el tema catalán es complicado y siente "una esperanza activa en el mantenimiento de la unidad de España".
Sobre la exhumación-inhumación del dictador asegura que "si no hay acuerdo entre la familia y el Gobierno, la justicia tendrá que decidir y acataremos la decisión del tribunal".
Al portavoz del episcopado no le preocupan las inmatriculaciones ni el pago del IBI. Ni siquiera la lista de abusadores del clero, que le pidió la ministra de Justicia. Primero, porque "la petición no ha sido realizada de forma muy adecuada" y, además, porque pone "el foco en una institución que ya ha asumido la gravedad de los hechos y ha pedido perdón".
Sin cuestionario previo, sin rehuir pregunta alguna, nos recibe en su despacho de la conferencia episcopal española, con su sonrisa de siempre y su enorme capacidad de empatía. Se le nota especialmente a gusto en las cuestiones relacionadas con la política, quizás por su pasado de profesor de la Universidad. Pero lo que más llama la atención en él es su capacidad de ver luz en medio de la más negra de las tormentas. Es un hombre esperanzado y tiene una receta: discernimiento y diálogo, diálogo, diálogo.
¿Tras el posicionamiento vaticano, ¿cuál es la tesis final de la Iglesia española sobre la exhumación/inhumación de Franco?
En gran parte, la del principio, la Iglesia no decidió la inhumación, aceptó una petición. Hoy se pide la exhumación, también por las autoridades públicas, pero ahora la familia tiene una palabra que decir. Nosotros hemos instado al acuerdo entre Gobierno y familia, si el acuerdo se produce, le aceptamos. Si no hay acuerdo, la justicia tendrá que decidir y acataremos la decisión del tribunal.
¿Por qué no contestaron a la petición de la ministra de Justicia, pidiéndoles una lista de abusadores?
La petición no ha sido realizada de forma muy adecuada, primero en cuanto al procedimiento, la opinión pública conoció la carta antes de ser enviada a su destinatario, segundo porque la Conferencia episcopal no tiene datos que pertenecen a Diócesis y Congregaciones religiosas y a los Tribunales o Fiscalía. Además se pone el foco en una institución que ya ha asumido la gravedad de los hechos, ha pedido perdón y ha puesto en marcha un proceso, local, nacional y mundial para intentar abordar este grave problema. Sabemos que, desgraciadamente, los abusos afectan a nuestra sociedad y deseamos colaborar y recibir ayuda para afrontarlos en todas sus dimensiones.
¿Qué espera la Iglesia española de la cumbre sobre los abusos de Roma?
El encuentro que se celebró en Roma es una gran oportunidad para la Iglesia española de escuchar la llamada que este grave problema nos hace a la conversión pastoral. Servirá para conocer su auténtica dimensión y disponernos para colaborar con toda la sociedad en abordar sus causas y dolorosas consecuencias, así como reforzar e impulsar los medios para evitar, en lo posible, su repetición en el futuro. Esperamos criterios de actuación que permitan que la Iglesia sea un hogar acogedor para todos, también para los menores.
¿Por qué la jerarquía tiene la imagen pública de ser homófoba?
Habitualmente nuestras declaraciones salen al paso de las corrientes antropológicas que no reconocen el significado de la diferencia sexual y propone el matrimonio como la relación hombre y mujer capaz de generar vida. La persona que siente atracción por el mismo sexo puede valorar esa propuesta como un rechazo a su persona y su situación. Esa experiencia subjetiva de rechazo es a su vez lanzada a la opinión pública como respuesta a las declaraciones de la Iglesia. Se mezclan el plano de la acogida personal que la Iglesia quiere y debe hacer con su propuesta antropológica y educativa y surge una incomprensión que la ideología dominante utiliza para agudizar la dificultad.
¿Cómo se sitúa la Iglesia ante la oleada de elecciones que se avecinan? ¿Hay quien dice que la jerarquía española se siente más cómoda con el bloque de derechas que con el de la izquierdas? ¿Se entienden mejor en lo moral con la derecha y en o social, con la izquierda?
A mi juicio, termina siempre siendo un trampa el dividir a la persona de cintura para arriba y de cintura para abajo, si vale esta expresión, que es un poco vulgar. Como si de cintura para arriba, los asuntos que afectan a la cartera tienen una determinada comprensión de la persona. Y de cintura para abajo, los aspectos que se refieren a las relaciones sexuales, a la familia, a la vida, otro tipo de comprensión.
Yo miraría hacia el interior de la propia Iglesia y diría que los católicos, que nos preocupamos mucho por la defensa de la vida en su nacimiento, no podemos despreocuparnos por la defensa de una vida digna en su desarrollo. Que los cristianos, que nos preocupamos de la importancia de que haya familia, no podemos despreocuparnos de que haya unas condiciones laborales, económicas y sociales, que favorezcan el salario justo, la estabilidad en el empleo, la posibilidad de acceso a la vivienda... Entonces, el separar unas cuestiones y otras, yo creo que nos despista.
Es verdad lo que has planteado en la pregunta. Normalmente, puede parecer que es así. Pero de hecho, cuando aparecen los problemas, con una comprensión individualista del sujeto que, digamos, puede hacer el juego a determinadas propuestas del mercado, de una comprensión liberal de la economía, no salen las cuentas a la hora de comprender la solidaridad, la preocupación por los otros, los tantos desafíos de la actualidad, como el alargamiento de la vida o las nuevas enfermedades, que piden una comprensión de la persona y sus relaciones distintas de lo que el individualismo ofrece.
Un ideal que difícilmente se puede plasmar en un programa de un partido político.
Claro. Por eso, precisamente, a la hora de hacer un discernimiento, uno, contando con el ideal que quiere vivir y las circunstancias concretas que tenemos por delante, tiene que hacer una elección.
O sea, libertad absoluta de voto para los creyentes.
Libertad, teniendo en cuenta el marco de referencia de los principios de la doctrina social de la Iglesia aplicados y discernidos en la situación concreta que nuestra sociedad vive.
¿Hay espacio para ese discernimiento en la cultura actual del ruido y de los mensajes emotivos?
Precisamente por esto, es importante que promovamos estos espacios. La Iglesia española tiene en marcha un congreso de laicos para febrero del año que viene. Una de las cuestiones que queremos impulsar, en un proceso que pueda suponer también una escucha de la situación real que viven los laicos en cada diócesis, es precisamente potenciar que en la vida de las comunidades cristianas este discernimiento se pueda producir. Para lo cual hace falta una realidad comunitaria, un equipo de vida, una pedagogía y un estudio no abstracto de la doctrina social de la Iglesia, sino como su propia pedagogía pide, en un coloquio con los hechos de vida que se dan en la realidad.
Yo creo que necesitamos esto. Es verdad que el ritmo electoral, a veces muy marcado por el cortoplacismo, lo dificulta todo. Pero, quizás, esta pueda ser nuestra aportación: pensar en opciones y en medidas que vayan más allá de la inmediatez.
Por eso decía, ya al principio, que más allá de hacer un ejercicio de discernimiento para el voto cada cierto tiempo, hay que estar dispuestos para entrar en un ritmo de acción y, por lo tanto, de discernimiento, pero en medio de la vida ordinaria.
Conciencia política que no se reduce sólo a depositar el voto en la urna.
La caridad política, que es el corazón de la identidad y de la espiritualidad laical, no se reduce solo a votar, ni a la pertenencia de algunos laicos católicos cristianos al mundo de la vida de la política parlamentaria o de los partidos políticos. Se trata también de ese estar presente en medio de la ciudad, en sus ambientes, en sus instituciones, en sus diversas realidades. Este es el desafío mayor que tenemos desde el punto de vista de eso que llamamos promover la vocación laical.
Yo percibo que, a veces, en todo lo que se habla de promoción de los laicos, se mira solo en el ámbito intraeclesial, hablando de corresponsabilidad. Aunque es legítimo hacerlo, y es evidente que en este ámbito tenemos que crecer en la vida de la Iglesia.
El Papa nos tira de las orejas respecto del clericalismo, por ejemplo. Pero sería una mala cosa pensar que la promoción de los laicos sea solo promocionar sus acciones dentro del templo, y no vivir este ejercicio de la dimensión social de la fe, de la caridad en sus ambientes habituales.
Pasemos al tema catalán. ¿Usted cree que España puede romperse o está en riesgo de romperse en estos momentos, como dicen algunos?
Que la situación es especialmente delicada, sí, en la medida en que se producen unas dificultades evidentes para que haya un diálogo institucional. Y porque también nos llegan, y no solamente a través de los medios de comunicación social, sino a través del testimonio de personas concretas, las propias dificultades para el diálogo social dentro de la propia Cataluña: en familias, en el seno de las comunidades cristianas, en ámbitos laborales, en la vida ciudadana en general. Eso, ciertamente, es un timbre de alarma, una preocupación.
Luego, hay que reconocer que la historia compartida entre Cataluña y el resto de los pueblos de España - por utilizar esta expresión - es lo suficientemente larga, por un lado, y, por otro, las llamadas fuertes del mundo global, de la Unión Europea, de la necesidad de sujetos políticos de un cierto tamaño para poder vivir en un mundo global. Hay como estos dos factores: el interno de nuestra historia compartida y el externo del mundo en el que vivimos, que parece que son como límites grandes para decir: adelante a una desintegración.
¿Todos esos elementos le hacen mantener la esperanza?
Creo que no podemos tener una esperanza fatal, sino que tiene que ser una esperanza activa. Una esperanza, que yo tengo, en el mantenimiento de la unidad de España. Reconociendo también lo que la propia Constitución dice, y lo que ha sido nuestra historia: una realidad de nacionalidades, de regiones diferentes, que pide un esfuerzo por parte de todos.
Hablaba antes de la cultura del encuentro, de la necesidad de escuchar lo que el otro dice, de respetar las leyes y sus procedimientos, para tener un marco desde el cual dialogar y resolver los conflictos. Creo que nosotros debemos impulsar todo esto.
Una dinámica que vive en su seno la propia Iglesia
En efecto, la Iglesia católica es al mismo tiempo universal y local. Aunque la imagen que a veces damos hacia afuera sea la de un bloque. Por eso, llegan peticiones para que el Papa o el presidente de la Conferencia episcopal resuelvan los problemas de todas las iglesias de España. Pero siendo, que lo es, católica y universal, lo es en cada una de las iglesias particulares. Lo que significa que nosotros mismos, como institución o como entidad, valoramos lo universal y lo particular. Creo que, desde ahí, deberíamos todos aportar para favorecer este diálogo.
¿Qué tipo de diálogo?
Diálogo dice mucho de logos, de razón. Y hoy, hay un fuerte predominio del sentimiento, y no solamente en el aspecto del conflicto catalán, sino en otros de la vida española.
Entonces, cuando lo que predomina es el sentimiento, el diálogo se torna difícil. Y además, cualquier argumentación en el diálogo puede pisar un callo del sentimiento y dejar al interlocutor enfrentado.
Este predominio del sentimiento creo que afecta a otros órdenes de la problemática que vivimos en España hoy. Incluso desde el ámbito de la comprensión de la antropología: "Yo me siento tal o me siento cual..."
Es un problema común y, para poder abordar unos y otros problemas, necesitamos hacer este esfuerzo de diálogo, que supone racionalidad, y aceptar de inicio unas reglas del juego.
Imagino que, respecto al tema catalán, en el seno del episcopado también habrá diversas sensibilidades.
Claro, las sensibilidades, como es normal, son diferentes, porque, entre otras cosas, cada uno de los obispos tenemos ya la nuestra propia. Más aún, por fidelidad a nuestro propio pueblo, al pueblo donde somos enviados, tenemos también que vivir esa relación con la gente con la que estamos, escuchar a las comunidades y ser sensibles a sus propias inquietudes.
En este sentido, cuando los obispos catalanes viven la división en el interior de la propia sociedad catalana y en el interior de la propia comunidad católica, las dificultades son grandes a la hora de poder ser pastor y quererse situar por encima y en medio de unos y otros. Porque esta actitud puede dar la impresión, a unos y a otros, de falta de definición o de no ponerse claramente de un lado o del otro.
Cuando esta polarización es entre catalanes y el resto de España, también puede ocurrir que se nos diga a los obispos, de un lado o de otro, que por qué no hablamos con más rotundidad, diciendo claramente que Cataluña tiene que ser independiente, dirían unos, o que la unidad indisoluble de la nación española no se pueda poner, ni siquiera, en discusión o en diálogo, dirían otros.
Es decir, como nosotros pensamos que la comunión es uno de los contenidos de nuestro ministerio, todo lo que ayude a la comunión, a la comunión que se exprese en una forma de unidad política, yo creo que es un valor.
Pero, ¿usted le ve salida a este embrollo tan brutal?
En principio, alguien que, como yo, anuncia la salida a la muerte, también espera que puede haber salida al tema catalán. Lo que yo creo es que la salida de este conflicto no es inmediata. Porque las salidas inmediatas y, a veces, desgraciadamente con elecciones cada poco tiempo las exigen, pueden dificultar la búsqueda de estas soluciones, que piden un ejercicio de paciencia, de diálogo, de respeto institucional, más largo.
¿La Iglesia puede jugar ahí algún papel? ¿Lo está jugando? ¿Se le ha invitado alguna vez a mediar?
Invitaciones concretas a la mediación, no conozco que se hayan producido como tal. Los obispos que viven en relación con los gestores políticos inmediatos, en el caso catalán..., tampoco lo sé. Llevo muy poco tiempo aquí. No he tenido, en este recorrido, llamamientos en este sentido. Pero sí que creo que la Iglesia tiene, en el ejercicio normal de su misión, que propiciar la reconciliación y la unión de manera permanente.
Desde lo que es su misión ordinaria, generar el caldo de cultivo, el ambiente de escucha del otro, de valorar el bien común, de buscar caminos de diálogo. De insistir en el respeto a las reglas del juego establecidas, incluido modificar las propias reglas del juego. Creo que eso, la Iglesia en su acción normal, lo puede hacer. Y desde ese caldo de cultivo, algún tipo de acción extraordinaria pudiera darse, pero hace falta el cultivo del ministerio común básico de comunión y de reconciliación, sabiendo que a las comunidades cristianas vienen personas con sensibilidades distintas.
¿Le parece justo el tiempo que se ha tenido en prisión provisional a los encausados en el procés?
La prisión provisional siempre entra en discusión; podríamos hablar de éstos y de otros presos. Yo percibo que una de las dificultades para haber podido abordar la prisión provisional de otra manera es el hecho de que algunos de los encausados salieran de España. Y que, por tanto, el riesgo que juzgaron los tribunales de que pudiera producirse una situación similar ha jugado en contra, me parece a mí, incluso diría esto desde una sensibilidad puramente jurídica.
Uno de los motivos para mantener la prisión preventiva es el riesgo de destrucción de pruebas o de fuga. Entonces, ¿qué es lo que ocurre aquí? Que el riesgo de que algunos de los implicados no se presenten ante el juez, no es un riesgo, es un hecho. Es una realidad por parte de algunos de los implicados. Eso, desde el punto de vista del tribunal que tiene que tomar esta decisión, no ha ayudado mucho a buscar una salida pues en principio la presunción de inocencia debe valer para todos. Y, por tanto, la prisión provisional antes de una sentencia firme debería ser excepcional. Pero también es verdad que las cárceles españolas están llenas de presos en prisión preventiva.
¿Le está pareciendo garantista el juicio?
Sí.
Pasemos a las inmatriculaciones. ¿Han inmatriculado ustedes, como se dice, más de lo debido?
Yo conozco con bastante detalle lo que he vivido en Valladolid. Creo que el conjunto de las diócesis de España han tratado de hacer lo que en un momento se pidió. Para eso se estableció un procedimiento extraordinario, y que tantísimos edificios, fundamentalmente templos y ermitas, existentes en España antes de que hubiera el registro, pasasen al registro. Ha sido una solicitud que se ha hecho ya en el régimen constitucional.
Lo que ha ocurrido es que de repente han llegado miles de edificios. Pensemos que en España hay veintitantas mil parroquias, de las cuales casi todas tienen uno, cuando no dos, edificios: el templo y una ermita. Y con esto ya nos vamos a treinta mil, que es de los edificios de los que se habla.
Es verdad que además de inmatricular los templos, se han inmatriculado casas parroquiales, algunas viviendas y algunos otros bienes. En todo caso, en el procedimiento inmatriculador, desde que se realiza la inmatriculación, ha habido dos años, por parte de cualquier persona física o jurídica, para decir que la inmatriculación no tiene fundamento, porque no hay título suficiente.
¿Ha habido muchos recursos contra las inmatriculaciones, que a usted le conste?
Que a mí me conste, ha habido en algunas provincias. Y en unas más que en otras. Por ejemplo, en el caso de Navarra ha habido quizás alguno más. Pero lo que a mí me consta es que, en general, en la práctica totalidad de España, los recursos que se han presentado han sido mínimos. Diría que, en el caso de Valladolid, el único asunto que tuvimos fue con Medina del Campo, y resolvimos la situación y llegamos a un acuerdo entre el ayuntamiento y la diócesis.
O sea, que la amenaza del gobierno socialista de presentar esa lista famosa de inmatriculaciones...
Cuando veamos esa lista de treinta y tantos mil edificios, veremos la lista de las veintitantas mil parroquias que hay en España. Y veremos que, en muchos casos, son parroquias que tienen más de un templo.
Entonces, están muy tranquilos en el tema de las inmatriculaciones.
En todo caso, si hay alguna inmatriculación que está mal hecha y hay título suficiente..., pues recúrrase.
Pero, claro, por ejemplo una de las que ha sido más famosas es la de la Mezquita de Córdoba. Sobre la Mezquita ha habido, incluso, resolución judicial. Y, a pesar de todo, se sigue dando vueltas sobre este asunto.
Pero sí, en este sentido nosotros estamos tranquilos. Por una parte, porque creemos que en gran medida se ha hecho bien. Incluso desde el punto de vista de la obviedad de los edificios y de los templos, sin necesidad de estar en el registro, porque todo el mundo asumía que esta era la iglesia del pueblo. Pero, bueno, hoy está esto puesto como se nos pidió.
Porque hoy, por ejemplo, la Iglesia católica, para el sostenimiento de los bienes, en muchos casos acude a subvenciones de las diputaciones, o algunos están declarados bienes de interés cultural. Hoy, las reglas del juego de las subvenciones te piden que lleves la documentación del bien. La documentación registral y catastral.
Para poder acceder a la subvención.
Claro. Como es lógico. Pero lo que ocurría es que como muchos de estos bienes de los que estamos hablando son anteriores a esos instrumentos públicos, se hizo necesaria la inmatriculación. Por ejemplo, las iglesias que se han hecho en los últimos años no han sido objeto de inmatriculación, porque por el principio de obra nueva, al hacer la obra se han registrado.
Se han inmatriculado, pues, edificios antiguos.
Claro, siempre. O bien algunos que, por lo que sea, estaban sin registrar. Mira, yo soy de un pueblo pequeño. En la agricultura de nuestros pueblos de la Tierra de Campos, a veces las tierras han pasado de padres a hijos sin llevarlas al registro. Esto es habitual encontrárselo en un registro rural. Entonces, ¿qué ocurre? Que llega una situación de unos hijos, o de una herencia de alguien que ya no se queda en la agricultura, o de un problema en la propia herencia, y resulta que el tracto, que es lo que se llama en términos jurídicos la continuidad en el registro cuando se han ido produciendo transmisiones de la propiedad de un bien a otro, está interrumpido o no ha existido nunca. Entonces, inmatricular supone la primera vez que se inscribe un bien que ya existe.
¿El IBI tampoco le preocupa? ¿Por qué no renuncian al IBI de los edificios que no se dedican exclusivamente al culto?
El régimen del IBI, como seguro sabes, está marcado, no por los acuerdos Iglesia-Estado, sino por la ley del mecenazgo y, en definitiva, por el régimen fiscal de las entidades no lucrativas. Entonces, todos los bienes que nosotros tenemos en este ámbito de entidades no lucrativas, no pagan IBI.
Si tenemos algún bien en el que se realiza algún tipo de actividad económica lucrativa y ese beneficio, (porque a veces ocurre que un bien que ha sido heredado o un legado que se ha recibido, el destino que hay que darle es a Cáritas, por ejemplo) es de carácter lucrativo, sí que hay que declarar el IBI.
¿Y se está declarando?
Pues claro. La Iglesia declara el IBI de aquellos bienes que tiene que declarar, que son la minoría de sus bienes inmuebles.
¿Y los colegios?
Los colegios, que es una cosa que se discute, forman parte de un tipo de actividad declarada de utilidad pública, y que entraría dentro del marco de entidades no lucrativas. Se podría decir que es discutible, porque en un colegio hay una aportación. Estamos hablando de un colegio concertado; hay una aportación y, a veces, la propia entidad que ha puesto en marcha el centro ahora está recibiendo, a través del concierto, el pago de los profesores, los gastos del funcionamiento. Pero el edificio y todo lo demás lo ponen los propietarios del colegio.
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