Entrevista exclusiva al cura lefebvriano que intervino en el acto neonazi de Madrid Javier Utrilla: "Lamento profundamente que se me mezclara con afirmaciones que no comparto, y que no tienen nada que ver con el Evangelio"
"Creo que es obligación del sacerdote ofrecer oraciones por los difuntos, las cuales no pueden negarse a los que murieron como cristianos. Sin embargo, hay contextos en que las consecuencias negativas son mayores que el bien que pretendemos obtener, y en este caso es mejor abstenerse"
"Lamento que se me haya identificado con las afirmaciones que realizaron los oradores, y de las cuales sólo ellos deben responder. Acudí allí como sacerdote, y mi única intención fue rezar por las almas de los difuntos"
"Mi única intención fue rezar por las almas de los difuntos". Después del polémico acto del exaltación al nazismo celebrado esta semana en el cementerio de La Almudena, en el que se vertieron duros ataques a los judíos que están siendo investigados por la justicia, el sacerdote que presidió el responso, Javier Utrilla, habla en exclusiva para RD.
"Acudí allí como sacerdote", trata de explicarse el clérigo lefebvrista, de 30 años, que afirma no compartir los ataques vertidos por los participantes ("lamenté profundamente que se me pudiera mezclar con afirmaciones que no comparto y que nada tienen que ver con la predicación del Evangelio, que es mi misión"), insiste en que no conocía a los organizadores y que él, a diferencia de la práctica totalidad del resto de asistentes, no hizo el saludo nazi. "Hay contextos en que las consecuencias negativas son mayores que el bien que pretendemos obtener, y en este caso es mejor abstenerse", admite Utrilla.
Eso sí: continúa defendiendo los peligros del marxismo -"Es necesario luchar contra la injusticia, pero no con la lucha de clases, géneros o todo lo que lleve a la discordia", apunta, y defiende la misión de la Divisón Azul: "La razón que llevó a esos hombres a luchar era la percepción de que el régimen soviético era, en ese momento, la principal amenaza para la civilización cristiana y, con sus deficiencias y limitaciones, creyeron que debían combatir por amor a ella". ¿Villano o víctima? Juzguen ustedes mismos.
-Visto lo visto, ¿se arrepiente de haber acudido al acto de la División Azul?
Lamento que se me haya identificado con las afirmaciones que realizaron los oradores, y de las cuales sólo ellos deben responder. Acudí allí como sacerdote, y mi única intención fue rezar por las almas de los difuntos.
-¿Por qué lo hizo? ¿Quién se lo pidió?
La organización, desconocida para mí, me contactó pidiendo un responso por los difuntos de la División Azul, en el marco del homenaje que se les pretendía rendir. Consideré que era mi deber ofrecer la oración de la Iglesia por esas almas. Ignoraba, sin embargo, quiénes iban a dar los discursos posteriores y el tenor de éstos.
-Usted no levantó el brazo haciendo el saludo fascista cuando se hizo. ¿Por qué? ¿Qué sintió al verlo?
Acudí allí exclusivamente como sacerdote, y mi misión terminó cuando oficié el responso. Las manifestaciones posteriores nada tenían que ver conmigo ni con mi condición de religioso.
-Había símbolos preconstitucionales, incluso alguna cruz gamada, en el acto. Una de las intervinientes incluso llegó a insultar gravemente a los judíos. ¿Qué pasó por su cabeza en esos momentos?
Lamenté profundamente que se me pudiera mezclar con afirmaciones que no comparto y que nada tienen que ver con la predicación del Evangelio, que es mi misión.
-¿Iría hoy a un acto similar?
Creo que es obligación del sacerdote ofrecer oraciones por los difuntos, las cuales no pueden negarse a los que murieron como cristianos. Sin embargo, hay contextos en que las consecuencias negativas son mayores que el bien que pretendemos obtener, y en este caso es mejor abstenerse.
-Dijo usted: "El marxismo, al igual que ayer, en la época de la II Guerra Mundial, y hoy también, sigue intentando turbar la paz de nuestra sociedad, turbar la paz de los espíritus y, sobre todo, quitar a aquel que es el príncipe de la paz, Nuestro Señor Jesucristo". ¿Cómo consigue turbar la paz de los espíritus el marxismo?
Es necesario luchar contra la injusticia, pero no con la lucha de clases, géneros o todo lo que lleve a la discordia, sino con el amor a Dios y al prójimo que nos enseñó Jesucristo; el cual, además de pacificar cada espíritu, trasmite esta paz a la sociedad.
-También dijo que “La División Azul fue, ante todo, una muestra de amor". Explíquenoslo.
Amar es querer el bien, y pienso que la razón que llevó a esos hombres a luchar era la percepción de que el régimen soviético era, en ese momento, la principal amenaza para la civilización cristiana y, con sus deficiencias y limitaciones, creyeron que debían combatir por amor a ella.
-En algunos foros, usted se ha mostrado cercano a las tesis carlistas. Muchos de los convocantes al acto son declaradamente franquistas. ¿Cómo se considera políticamente?
El hombre es un ser social y, por tanto, debe buscar no sólo su bien particular, sino, sobre todo, el bien común de toda la sociedad. Eso es la política. Y el Sumo Bien es Jesucristo, Dios encarnado. Por eso, el fin de la política debe ser que Cristo reine en los corazones de todos los hombres.
-¿Cuál es su situación eclesiástica? ¿Qué relaciones mantiene con la Iglesia católica oficial?
Soy sacerdote católico ordenado válidamente y administro como tal los sacramentos de la Iglesia, cosa que el Papa Francisco reconoció de forma particular en cuanto a la confesión y al matrimonio. Es cierto que todavía no se ha llegado a una regularización canónica, pero, con la ayuda de Dios, todo se andará.
-¿Por qué optó por la Fraternidad San Pío X?
Porque su fin es la defensa y la promoción del sacerdocio católico, que es participación del sacerdocio de Cristo y pilar fundamental de la Iglesia, sin el cual todo se desmorona. Si amamos a la Iglesia, no podemos dejar de luchar por la santidad de los sacerdotes.