Un nuevo Dadaglio, al que tendrá que secundar un nuevo Tarancón El Nuncio que nos llega: Filipino de ascendencia navarra y amigo del Papa
Esta misma mañana, el representante del Papa se presenta participando, junto al secretario de Estado, Pietro Parolin, en la inauguración de la Cumbre del Clima
Apoyado en Omella y Osoro, tendrá que hacer frente al rouquismo sin Rouco
Bernardito Auza se ha curtido en la ONU, uno de los foros diplomáticos más importantes del mundo, donde hizo gala de tesón y cintura
Estudió con los dominicos y suele decir que se siente orgulloso de sus profesores españoles
Está llamado a poner, por fin, en sintonía total al episcopado español con la primavera de Francisco
Bernardito Auza se ha curtido en la ONU, uno de los foros diplomáticos más importantes del mundo, donde hizo gala de tesón y cintura
Estudió con los dominicos y suele decir que se siente orgulloso de sus profesores españoles
Está llamado a poner, por fin, en sintonía total al episcopado español con la primavera de Francisco
Está llamado a poner, por fin, en sintonía total al episcopado español con la primavera de Francisco
“Es amigo del Papa Francisco, practica la cultura del encuentro y no sólo conoce, sino que quiere a España, cuna de sus ancestros”. Así define al nuevo Nuncio de la Santa Sede en España, Bernardito Auza, un alto diplomático que lo conoce bien. Esta misma mañana, el representante del Papa se presenta, junto al secretario de Estado, Pietro Parolin, participando en la inauguración de la Cumbre del Clima.
Con esos 'avales', el prelado filipino de ascendencia navarra se prepara para asumir una embajada de primera, la de Madrid, y poner definitivamente al episcopado español en sintonía total con el Papa reinante.
¿Quién es Bernardito Auza y por qué lo elige el Papa Francisco, para que sea su representante en España, en un momento delicado para las relaciones Iglesia-Estado y para el mismo devenir interno de la institución, marcada por una falta alarmante de credibilidad social?
Primero porque el Papa se fía de él. Hace meses que, desde Roma, nos decían: “El próximo Nuncio en España será un amigo del Papa”. Francisco sabe que monseñor Auza es de su 'cuerda', comulga con sus reformas y con las grandes líneas de su pontificado. De hecho, las tuvo que defender en numerosas ocasiones nada menos que desde el atril de la ONU. Determinado y flexible a la vez, como buen diplomático que es, presenta notables cualidades para sacar adelante la barca de la Iglesia española zarandeada por divisiones internas y por presiones externas, alimentadas por su mala imagen pública.
Además de ser fiable para el Papa, Auza se ha curtido en la ONU, uno de los foros diplomáticos más importantes del mundo, donde hizo gala de tesón y cintura, a la vez. Desde su tribuna ha defendido con mano de hierro en guante de terciopelo los tres pilares de la nueva agenda geopolítica del Papa argentino: la defensa de los emigrantes y refugiados, el respeto al medio ambiente o el cuidado a la 'casa común' y la vuelta al multilateralismo. Con implicación directa y concreta en el Pacto Mundial por las Migraciones, en el Acuerdo de París sobre el Clima o en los procesos de gestión de conflictos, pacificación y reconciliación.
Realizó una defensa cerrada de la mujer como “constructora de paz” en el mundo, defendió “el derecho de los pueblos indígenas a la autonomía o al autogobierno” y el de los emigrantes a emigrar
Posiciones papales contracorriente de la línea ultraconservadora, que parece querer imponerse en el mundo, desde los Estados Unidos de Trump al Brasil de Bolsonaro, pasando por la Polonia de Kaczinski, la Italia de Salvini y, ahora, la España de Vox.
De hecho, en sus últimas intervenciones ante Naciones Unidas, el nuevo Nuncio papal en España pidió la paz para Oriente Medio y, más en concreto, la solución de los “dos Estados” para resolver el eterno conflicto palestino-israelí. También realizó una defensa cerrada de la mujer como “constructora de paz” en el mundo, defendió “el derecho de los pueblos indígenas a la autonomía o al autogobierno” y el de los emigrantes a emigrar, y pidió “medidas colectivas eficaces para la prevención y la eliminación de las amenazas a la paz y proteger nuestro planeta del poder destructivo de las armas nucleares”.
A pesar de ser joven eclesiásticamente hablando (60 años), Auza es un Nuncio curtido y, además, tiene 'alma' hispana. Nacido en Talibón (Filipinas) el 10 de junio de 1959, conserva el amor a sus raíces españolas y a la añorada 'madre patria', que 61 años antes de su nacimiento, se veía obligada por el tratado de París del 10 de diciembre de 1898 a conceder la independencia a Cuba y a ceder Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos, que, de esta forma, se convirtió en una potencia colonial. De hecho, USA sólo reconoció la independencia de Filipinas en 1946, 13 años antes del nacimiento de Bernardito Auza.
Octavo de doce hijos de una familia de clase popular, Bernardito creció en Talibón, una de las ciudades más importantes de la isla de Bohol, en la región de las Bisayas, zona central del alargado archipiélago filipino. La ciudad, convertida en sede de la diócesis homónima en 1986, conserva una preciosa catedral, obra, como tantas otras, de los agustinos recoletos, a los que en Filipinas se les sigue llamando los “albañiles de Dios” y de los que el general Alaminos decía: “Aquí, todo lo han hecho los frailes”.
A pesar de que su ciudad estaba marcada por los agustinos recoletos, sin embargo Bernardito se sintió siempre más atraído por los dominicos, la otra gran orden española, fundada por Santo Domingo de Guzmán. Y con ellos se fue a estudiar Filosofía y Teología en la Pontificia y Real Universidad Católica de Santo Tomás de Manila, la primera de Asia, fundada el 28 de abril de 1611, y por cuyas aulas pasaron presidentes de la República como Manuel. L. Quezón, Sergio Osmeña, José P. Laurel o Diosdado Macapagal, eminentes religiosos e intelectuales y hasta el héroe nacional José Rizal.
Entre sus profesores, la mayoría dominicos españoles, como Fray Jesús Díaz, Silvestre Sancho, Evaristo Fernández, Ceferino González, Norberto del Prado, Marín Solá, José Noval o Juan Illa, que le transmitieron los saberes filosóficos y teológicos, así como el amor a España. Por eso suele decir que está eternamente agradecido a sus profesores españoles y que se siente “orgulloso” de su educación española.
Pero Auza no sólo conoce el pensamiento español, sino que ha pisado y recorrido nuestro país. Invitado por sus amigos del País Vasco, se fue a conocer un pueblecito llamado Auza, en el Valle de Utlzama, donde muchos de sus vecinos se siguen apellidando igual que el pueblo y que el nuevo nuncio papal. Su recorrido por España le llevó, asimismo, a muchos lugares especialmente vinculados a la historia de Filipinas, como Sevilla, el monasterio de Montserrat o el convento dominico de San Esteban de Salamanca.
Además de ese viaje, realizó otros varios durante una estancia de estudios en Madrid, que aprovechó para visitar Covadonga, Loyola, Barcelona, Ávila, Santo Domingo de Silos o San Sebastián.
Ordenado sacerdote en 1985, pronto comenzó su carrera eclesiástica. Primero, haciendo el doctorado en Teología en la Pontificia Santo Tomás de Roma. Después, su obispo lo mandó a la Academia Pontificia, donde se forman los diplomáticos de la Santa Sede y donde suelen aterrizar los clérigos más brillantes. Completada su formación diplomática, comenzó a servir a la Santa Sede en Madagascar (1990–93), Bulgaria (1993–96), Albania (1997–98), en la Secretaría de Estado para las Relaciones con los Estados (1999–2006) y en la Misión Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas (2006-2008).
El 8 de mayo de 2008, Benedicto XVI lo nombró Nuncio Apostólico en Haití, asignándole la sede titular de Suecia. Recibió la ordenación episcopal el 3 de julio del mismo año a manos del cardenal Tarcisio Bertone. Su figura se agigantó durante el brutal terremoto que devastó el país caribeño en 2010 y, de hecho, en un nombramiento insólito, fue elegido administrador apostólico de Puerto Príncipe, tras la muerte de su arzobispo, monseñor Joseph Serge Miot, durante el seísmo.
Fue entonces cuando el Papa Francisco, que ya se había fijado en él, lo eligió, en 2014, nada menos que para uno de los puestos diplomáticos más importantes: Observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas.
Otro 'Dadaglio'
El papa conoce perfectamente a la Iglesia española, aunque solo sea porque se alimentó de las obras de sus teólogos. Y tiene un plan para ella. Sabe que, para cambiar su rumbo a fondo, necesita otro Tarancón y otro Dadaglio. El primero en el arzobispado de Madrid y en la presidencia del episcopado y el segundo en nunciatura formaron un tándem perfecto, conectado con Pablo VI, y que cambió la faz de la jerarquía española del postconcilio.
En el segundo postconcilio en el que estamos, la receta papal para España es la misma. Entre otras cosas, porque la primera dio excelentes resultados. Para encontrar ese nuevo tándem, el primer paso está dado y, en diciembre, llega a Madrid con plenos poderes Bernardito Auza, para hacer de nuevo Dadaglio.
La historia se repite: La Iglesia española pasa del ciclo conservador al progresista. Con un nuevo nuncio, dispuesto a repetir el libreto del histórico Dadaglio
No será tan fácil encontrar al nuevo Tarancón, entre un episcopado mayor y sin grandes figuras. Entre los más jóvenes, se apuntan algunos nombres en círculos eclesiásticos, como el del obispo de Barbastro, Ángel Perez Pueyo, el de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras, o el secretario del episcopado, Luis Argüello, al que muchos llaman ya el 'mirlo blanco'. Tres prelados jóvenes, con carisma, franciscanos por convicción (no por conversión), pero recién llegados a la mitra. E, históricamente, los presidentes de la CEE fueron todos arzobispos, excepto el propio Blázquez, elegido cuando era obispo, pero de Bilbao, una diócesis más importante que la de muchos arzobispos.
Ante la imposibilidad de crear un Tarancón ex novo y con Blázquez con la renuncia ya presentada, Francisco se va a apoyar, para cambiar la Iglesia española, en el tándem formado por Osoro y Omella. Será uno de los últimos grandes servicios que los dos harán a la Iglesia española y al Papa. Porque sus pontificados, que están expirando, es previsible que coincidan en tiempo con el de Francisco.
Los dos son amigos, se llevan bien y están dispuestos a compartir el poder. Los dos unidos aglutinan un número suficiente y mayoritario de obispos como para hacer frente al rouquismo sin Rouco, es decir a la treintena de incondicionales que todavía le quedan y que siguen respondiendo a sus indicaciones. Porque Rouco está jubilado, pero sigue moviendo los hilos entre bambalinas. Tiene experiencia, ganas de pasar factura a los que considera que lo han traicionado, tiempo para urdir estrategias y un buen ramillete de prelados que le estarán eternamente agradecidos, porque le deben la mitra.
El ex 'vice-papa' español maniobra en vano, porque los tiempos eclesiales han cambiado. Y ningún obispo quiere discrepar del Papa (aunque algunos lo hagan en su fuero interno) ni entrar a formar parte del exiguo número de cardenales y obispos resistentes. El antiguo régimen episcopal se muere por inanición. Siguiendo la huella de los González Martín, Temiño Sainz y Guerra Campos de la época de la Transición. La historia se repite: La Iglesia española pasa del ciclo conservador al progresista. Con un nuevo nuncio, dispuesto a repetir el libreto del histórico Dadaglio. De su mano, al episcopado español la primavera de Francisco le sentará bien.