Semana de Oración por la unidad de los cristianos "La unidad rompe las barreras de las confesiones para abrazar a todos los seres humanos"
Los intensos años mozos que dediqué al estudio del “ecumenismo” me han dejado el sedimento de valorar la “Semana de oración por la unidad de los cristianos”, que hoy comienza, como un tiempo fuerte de compromiso y acción
Los intensos años mozos que dediqué al estudio del “ecumenismo” me han dejado el sedimento de valorar la “Semana de oración por la unidad de los cristianos”, que hoy comienza, como un tiempo fuerte de compromiso y acción.
Los organizadores de este octavario de oración han elegido, para orientarlo y darle fuerza, un eslogan general que recoge un texto de Hechos 28,2: “nos mostraron una humanidad poco común”, referido a la acogida que los nativos de la isla de Malta dispensaron a los náufragos de la tempestad en que se vio envuelto el apóstol Pablo cuando navegaba hacia Roma. Obviamente, ese eslogan tiene una clara intencionalidad de referencia a los inmigrantes, subrayada por los obispos organizadores: “el relato… es una fuerte llamada a la unidad de acción de todos los cristianos, para que tratemos con solícita humanidad a cuantos nos piden ayuda”.
A ese respecto, los organizadores nos ofrecen hoy la siguiente reflexión: “como cristianos de diferentes Iglesias y tradiciones tenemos que lamentar que a lo largo de los siglos hemos ido acumulando mucha carga consistente en la desconfianza mutua, la amargura y el recelo. Damos gracias a Dios por el nacimiento y el crecimiento del movimiento ecuménico en el siglo pasado. Nuestros encuentros con cristianos de otras tradiciones y nuestra oración común por la unidad de los cristianos nos animan a buscar el perdón mutuo, la reconciliación y la aceptación. No debemos permitir que la carga de nuestro pasado nos impida acercarnos unos a otros. ¡Es voluntad de Dios que soltemos la carga para dejar que Dios actúe!”. El escenario elegido y las reflexiones ofrecidas me llevan a hacer algunos apuntes:
Primero: debemos valorar el encuadre de esta Semana de oración y el particular apunte para este primer día, cifrados en la tempestad que azota el barco de Pablo, como metáfora de la tragedia que hoy engulle a muchos de los inmigrantes que huyen de sus infiernos particulares. La unidad deseada rompe así las barreras de las confesiones religiosas para abrazar a todos los seres humanos en situación de peligro o deterioro vital. La unidad como criterio universal de comportamiento se vuelve muy ambiciosa al postular el trato humano que los seres humanos debemos tener unos con otros. Todos, sin excepción. Se transparenta aquí el sobrehumano esfuerzo que hizo Jesús de Nazaret, que pasó por este mundo haciendo el bien, el único programa claro y concluyente que su Evangelio exige a sus seguidores.
Segundo: la Semana entera se centra en san Pablo. Como algunos lectores de este blog saben, en él he venido apuntando la necesidad de hacer una relectura audaz del cristianismo que vaya más allá. La lectura de Pablo del Evangelio de Jesús fue, sin la menor duda, genial y sirvió para fijar una ruta y animar la dura marcha de los cristianos durante más de dos mil años. Sin embargo, la lectura de Pablo orilló la de Pedro, más espontánea, directa y pegada al suelo. Por un lado, Pablo construyó unos sólidos cimientos intelectuales que condujeron a un férreo dogmatismo, cuyo fruto fue el Credo que hoy profesamos, y a un ordenamiento jurídico que fijó un camino vallado, cuyo fruto es el Código de Derecho Canónico. Por otro, el ensimismamiento místico de su propia conversión facilitó el despliegue casi mágico de una imaginación sobredimensionada que permitió trasplantar, casi materialmente, el cielo a la tierra, tal como se palpa y vive, sobre todo, en la recargada liturgia de la Iglesia ortodoxa
Ahora bien, lo dogmático se ha convertido con su afán definitorio (limitativo) en un fuerte corsé que ahoga la espontaneidad del Evangelio; el Derecho Canónico le corta las alas al Espíritu Santo y las ensoñaciones litúrgicas descarnan el precioso mensaje de Jesús, tan pegado a la piel de los hombres de su tiempo, un mensaje que exige “humanizar” los comportamientos humanos en todo tiempo y lugar. Nada aportan al hombre de hoy, tan sobrecargado de problemas de andar por casa, el aquilatado dogmatismo, el minucioso ordenamiento canónico y el atrabiliario misticismo litúrgico.
Tercero: contemplada desde la atalaya dibujada, la oración por la unidad de los cristianos debe ser un abrazo a toda la humanidad y una fuerte promesa de trabajar unidos, aun no creyendo en Jesús (no importa él, sino su misión), en pro del hombre enfermo, tullido, ciego y desamparado de nuestro tiempo. “Comportarse humanamente”. Orar es dialogar, mejor en silencio, con Dios para sumar nuestras débiles fuerzas a la consumación de su magnífica obra sobre el hombre. La consigna de este primer día de oración nos aconseja despojarnos de cuantas necesidades inútiles nos atan a nosotros mismos para que, libres de ataduras, podamos desplegar una fuerza hermosa en favor de la “humanización” de los comportamientos de todos los hombres.
Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail-com