Gracias, amigo, hermano y compañero

El pasado día 15 de julio hemos celebrado el paso de esta orilla de la vida, a la otra orilla de la vida del querido amigo, hermano y compañero Laureano López que fue durante muchos años párroco de San Melchor del Cerillero (Gijón), al que le hemos dedicado, al final del funeral, estas palabras:



Al terminar la celebración contigo de esta Eucaristía, queremos dedicarte en nombre de todos unas palabras de gratitud y afecto por tantos años que has estado con nosotros en san Melchor del Cerillero, por haber compartido contigo una misma fe en el mensaje liberador de Jesús de Nazaret:



-Durante muchos años has servido a la parroquia de san Melchor, has atendido, escuchado, animado y celebrado la Eucaristía y los Sacramentos para muchas personas, hasta que el implacable Parkinson te fue lentamente cortando el paso.



Pero te llevamos especialmente en la mente y en el corazón por tu cercanía y acogida, sobre todo hacia los más necesitados:



-como hiciste, hace ya años, acogiendo en un piso a niños especialmente necesitados, cumpliendo así el mensaje de Jesús: “quien recibe a un niño, a mi me recibe”



-como hiciste, acogiendo en tu casa a una familia inmigrante, fiel a la recomendación de del gran profeta Isaías: “parte tu pan con el hambriento y a los pobres sin techo recibe en tu casa”.



-como hiciste, acompañando y animando durante años al grupo de Caritas de la parroquia, identificando el compromiso con los necesitados con el propio Jesucristo: “tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis...”



-como hiciste, dando cabida en la parroquia a la Comunidad de Base de la Calzada, que junto con la del Bibio y con el recordado Manuel Hevia Carriles, siempre se distinguieron por su especial sensibilidad y compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad, y por una fe renovada, fiel y coherente con el Evangelio.



-como hiciste, cuando en varias ocasiones te planteamos ir a América para apoyar algunos proyectos de cooperación con Comunidades Indígenas de Guatemala, siempre me contestabas: “eso es lo primero que hay que hacer”, y como al volver querías presentar a la Comunidad lo que se había desarrollado.



Por todo ello, amigo Laureano, hoy no nos hemos reunido aquí para celebrar tu muerte, sino tu vida y vida verdadera para siempre, en la plenitud de Dios, porque, como ya nos decía el gran Pitágoras hace ya muchos siglos, todo lo que empieza no termina nunca, es para siempre; y por tanto, ya con el y Maestro de vida Jesús de Nazaret, sabemos muy bien que la vida empieza pero no termina nunca, que la muerte no rompe la vida, que la vida es para siempre, que la vida es una sola, que tan solo cambia, que tiene dos orillas, una orilla de este lado de la vida de aquí, y otra orilla del otro lado de la vida de allí.



Simplemente lo que tu ya has hecho es pasar de esta orilla a la otro orilla para encontrarte con la grandeza y la plenitud de Dios. Un día esperamos celebrar contigo ese mismo encuentro, junto con todos los demás seres humanos y con toda la creación, porque como nos enseño muy bien Jesucristo, el gran profeta del Reino de Dios: “Dios es un Dios de vivos, no de muertos, porque para El todos están vivos”. Todo esto es lo que acabamos de celebrar, por lo que tu ausencia momentánea ya se está volviendo esperanza de plenitud de vida para todos los seres humanos y para toda la creación, por la cual seguiremos luchando, siguiendo tu testimonio, especialmente para los empobrecidos y maltratados de este mundo.



Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino
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