Tod@s aspiramos a triunfar

Querid@s amig@s colaboradores y cooperantes en la lucha por un mundo mejor




La oración verdadera nos transforma y transforma, porque es decirle a Dios qué estamos dispuestos a hacer para la construcción del Reino de Dios en este mundo, para el bien y la felicidad de los hombres y la creación.

Un país donde miles y miles de trabajadores y trabajadoras cobran 300 ó 400 € al mes, no está saliendo de la crisis, sino entrando en la miseria

El cambio climático, es un atentado criminal contra el hombre, contra la naturaleza, y por tanto contra Dios


Lucas 9, 28 b-36

Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cam­bió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente dos hombres conversa­ban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria, y hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y espabilándose vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba hablan­do cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el escogido, escu­chadle». Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron nada de lo que habían visto.



1.-Plenitud de todos, con todos y para todos y toda la creación: lo que empieza es para siempre, no termina nunca, solo cambia, afirmaba Pitágoras. Por eso mismo, la muerte no rompe la vida, porque ésta es para siempre, igual que las ondas gravitacionales, que empezaron hace 1300 millones de años y siguen ahí, y eso que viajan a la velocidad de la luz. ¡Que inmenso y grandioso es el Universo!



Jesús lo tenía muy claro: Hace oración y esta lo transforma a El y a su entorno: La cumbre del monte, su rostro transformado, los vestidos blancos y brillantes, significan triunfo, grandeza, felicidad. Este es el destino de Jesús y de tod@s y toda la creación con El para este mundo y para más allá de esta etapa de la vida. Jesús lo sabe y por eso las tres veces que anuncia su muerte en la cruz anuncia también su resurrección. Dios quiere con Jesucristo para todos y para toda la creación un destino feliz y para siempre. Por eso los creyentes en Jesús tampoco vamos por la vida a ciegas. Nuestro compromiso, como el de El, por un mundo mejor, justo y fraternal tiene una meta feliz con Jesucristo: la plenitud de la resurrección, una plenitud cósmica y universal. La tiene para nosotros y para todos los demás seres de la creación, pues "la creación entera está aguardando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios" (Carta de San Pablo a los Romanos 8,18 a 23). Por eso como seres humanos y más como creyentes, tenemos que querer, no solo a los demás seres humanos, sino también a los animales, las aves, los peces, las plantas, los árboles..., pues compartimos con ellos un origen común y un destino común. Quien no los quiere bien, tampoco quiere bien a las personas y a Dios, que "vio todo cuanto había hecho y que era muy bueno" (Génesis 1,31).

La oración verdera nos transforma y transforma, porque es dedirle a Dios

qué estamos dispuestos a hacer para la construcción del Reino de Dios

en este mundo, para el bien de los hombres y la creación.

Y por el contrario, la oración que no nos transforma ni transforma, no es verdadera.



2.-Tod@s queremos triunfar:
Quienes quieren triunfar a base de explotar a los demás, de engañarlos, de consentir e incluso practicar la corrupción, de oprimir a los débiles, de proteger a los poderosos, de venderse políticamente al dinero, de explotar injusta e indebidamente y contaminar la naturaleza, son indignos de ser seres humanos. Todos aspiramos a triunfar, pero el triunfo, como el de Jesús, solo es verdadero con los demás y por los demás, todos juntos para el bien de todos y de toda la creación. El cambio climático, que está causando un enorme daño sobre todo en Africa, es un atentado criminal contra el hombre, contra la naturaleza y por tanto contra Dios, como lo son también los sueldos de miseria que nos quieren vender como avance importante, porque un país donde miles y miles de trabajadores y trabajadoras cobran 300 ó 400 € al mes, no está saliendo de la crisis, sino entrando en la miseria.





El Papa Francisco acaba de afirmar hace unos días: "Dios no condena a nadie, a nadie...ni a Pilatos ni a Judas"

Bastantes veces tuvimos ocasión de debatir con diferentes personas afirmaciones similares a las del Papa. Mi afirmación, de la que estoy plenamente convencido, es que al final, donde sea y como sea, habrá plenitud definitiva absolutamente para todos y para toda la creación. Es más, tengo muy claro que lo contrario sería completamente absurdo. ¿Acaso alguien o algo vino al mundo por su propia voluntad?
A veces me contestaban: Entonces, todo vale, cada uno puede hacer lo que quiera. Si al final es todo igual para todos....
Mi respuesta es bien sencilla: El que fiado de un final feliz para todos y para todo, actúa mal, no es digno de ser persona humana. Carece de nobleza, demuestra ser y valer muy poco. Y por el contrario: esa seguridad de un destino de plenitud para todos y para todo, debe movernos a una inmensa gratitud, generosidad y compromiso con el mayor bien posible para todos y para toda la creación, porque será lo que nos haga más felices en este mundo, que es justamente lo que Dios quiere para todos y para toda la creación aquí y ahora. El allí está en sus manos, que son las mejores manos.
Ahora la misión del hombre es, mediante el trabajo, perfeccionarse a si mismo y a la creación en evolución permanente, para la plenitud final, movido por el amor, total y universal a todos y a todo, que no es solo un sentimiento, sino la única energía que puede conducir a toda la creación a la Meta Final (Teilhard de Chardin).
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