De "Populismos" y "derechos" para todos y todas
Colombia se aproxima a la contienda electoral y los candidatos están al 100% de sus campañas políticas. Pero las campañas no solo están en lo que cada uno dice en los diferentes eventos. Casi se puede decir que están más en las redes sociales donde muchas personas comparten imaginarios, prejuicios, exageraciones y hasta mentiras sobre cada uno de los candidatos, de manera bastante inconsciente pero consolidando puntos de vista que, la mayoría de las veces, no corresponden con la realidad. Ya sabemos que estamos en la era de la “postverdad”, es decir, se afirman mentiras con tanta seguridad que se llega a creer que son verdad. Y se posesionan en la mentalidad de muchos llegando a consolidarse de tal manera que no logran entender las razones que se esgrimen para mostrar que es mentira. Ya se afirmó como verdad y se perpetúa sin ningún fundamento.
Mi reflexión no es desde la política porque reconozco que no tengo mucha formación al respeto. Solamente es desde un sentido común y, por supuesto, desde mi postura creyente. Por eso tal vez alguien experto desmonte mis opiniones con facilidad. Pero me atrevo a hacerlas como búsqueda de caminos en esta coyuntura política. A lo que me quiero referir es a la dichosa palabra “populismo”. Parece que su primer significado es “discurso demagógico prometiendo solucionar demandas con el único objetivo de conseguir el poder”. Es muy posible que así lo utilicen muchos, por no decir “todos”. En época de elecciones todos los candidatos prometen muchas cosas. No solo los de izquierda –a los que parece se les estigmatiza con ese término- sino también los de la derecha. Por tanto, creo que tenemos que partir de que todos, absolutamente todos los candidatos, son populistas en ese sentido que acabo de decir.
Pero siguiendo a la teóloga y politóloga argentina, Emilce Cuda, el populismo es “ir a la realidad y tomar como unidad de análisis político la demanda popular -la necesidad- y ver la manera de satisfacerla”. Y el camino correcto es reconocer esa demanda y convertirla en un derecho: hacer de la necesidad un derecho. Es lo que tendría que hacer todo candidato: captar las necesidades de la gente y luchar por ellas, no porque se las promete ingenuamente, sino porque es un derecho. Derecho es tener comida, vivienda, educación, salud, recreación, etc. Derecho que es para todos y todas y, sin duda, a los que más les falta todo eso es a lo más pobres, por lo tanto, atender a esas necesidades es populismo pero este tipo de populismo que es un derecho y que ha de garantizarse. Al Papa Francisco, en algunos sectores le dicen populista y Emilce afirma, sin pretender interpretar el actual del Papa, que si el populismo se entiende en este sentido que acabamos de decir, el Papa es populista. De hecho, si recordamos la visita a Colombia, como muchos otros de sus discursos en otros países, el Papa pide que se escuche a los pobres, que se atiendan sus necesidades, que no se puede poner la idea por encima de la realidad. Y, en definitiva, eso es democracia participativa.
En fin, esta reflexión sobre el populismo y los derechos se me hizo imperativo escribirla cuando esta mañana una persona me dijo: “como se le ocurre a tal candidato ofrecer educación universitaria gratuita”. No me interesa el candidato en este momento. Me interesa el derecho que tenemos a una educación gratuita, como tantos otros derechos que antes señalábamos pero que, como tenemos una mente tan colonizada por un sistema que solo piensa en que el que tiene dinero tiene derechos, que nos escandaliza que se ofrezcan los derechos básicos para toda persona. El problema no es que no haya riqueza para sostener subsidios que garanticen los derechos de todos, especialmente de los más pobres. El problema es que la riqueza está concentrada en pocas manos y la mayoría se queda sin derechos. Y cuando alguien intenta repartir la riqueza más equitativamente, le llamamos populismo y no derechos o le llamamos comunismo y no fraternidad. Pero lo que me duele de verdad es que gente pobre y con muchas necesidades no pelea por sus derechos porque ya los convencieron de que no les pertenecen, es para los otros. También me duele que los que decimos seguir a Jesús también nos moleste que se atiendan las demandas de los más pobres. Y, en definitiva me duele que de cara a estas elecciones tengamos que vivir con tanto miedo de que los valores como la justicia social o la construcción de la paz no sean los que persigan muchos compatriotas y que como dijo hoy uno de los candidatos “vamos para el abismo de la guerra” si todos los actores no se empeñan en este propósito de la paz, allanando el camino y no dificultándolo. Ojala que supiéramos escoger bien al candidato que sea más populista –es decir que luche por los derechos y, especialmente, de los más pobres- y que luche por la paz que es nuestra coyuntura actual y en la que nos jugamos nuestro futuro y el de las generaciones futuras.
Mi reflexión no es desde la política porque reconozco que no tengo mucha formación al respeto. Solamente es desde un sentido común y, por supuesto, desde mi postura creyente. Por eso tal vez alguien experto desmonte mis opiniones con facilidad. Pero me atrevo a hacerlas como búsqueda de caminos en esta coyuntura política. A lo que me quiero referir es a la dichosa palabra “populismo”. Parece que su primer significado es “discurso demagógico prometiendo solucionar demandas con el único objetivo de conseguir el poder”. Es muy posible que así lo utilicen muchos, por no decir “todos”. En época de elecciones todos los candidatos prometen muchas cosas. No solo los de izquierda –a los que parece se les estigmatiza con ese término- sino también los de la derecha. Por tanto, creo que tenemos que partir de que todos, absolutamente todos los candidatos, son populistas en ese sentido que acabo de decir.
Pero siguiendo a la teóloga y politóloga argentina, Emilce Cuda, el populismo es “ir a la realidad y tomar como unidad de análisis político la demanda popular -la necesidad- y ver la manera de satisfacerla”. Y el camino correcto es reconocer esa demanda y convertirla en un derecho: hacer de la necesidad un derecho. Es lo que tendría que hacer todo candidato: captar las necesidades de la gente y luchar por ellas, no porque se las promete ingenuamente, sino porque es un derecho. Derecho es tener comida, vivienda, educación, salud, recreación, etc. Derecho que es para todos y todas y, sin duda, a los que más les falta todo eso es a lo más pobres, por lo tanto, atender a esas necesidades es populismo pero este tipo de populismo que es un derecho y que ha de garantizarse. Al Papa Francisco, en algunos sectores le dicen populista y Emilce afirma, sin pretender interpretar el actual del Papa, que si el populismo se entiende en este sentido que acabamos de decir, el Papa es populista. De hecho, si recordamos la visita a Colombia, como muchos otros de sus discursos en otros países, el Papa pide que se escuche a los pobres, que se atiendan sus necesidades, que no se puede poner la idea por encima de la realidad. Y, en definitiva, eso es democracia participativa.
En fin, esta reflexión sobre el populismo y los derechos se me hizo imperativo escribirla cuando esta mañana una persona me dijo: “como se le ocurre a tal candidato ofrecer educación universitaria gratuita”. No me interesa el candidato en este momento. Me interesa el derecho que tenemos a una educación gratuita, como tantos otros derechos que antes señalábamos pero que, como tenemos una mente tan colonizada por un sistema que solo piensa en que el que tiene dinero tiene derechos, que nos escandaliza que se ofrezcan los derechos básicos para toda persona. El problema no es que no haya riqueza para sostener subsidios que garanticen los derechos de todos, especialmente de los más pobres. El problema es que la riqueza está concentrada en pocas manos y la mayoría se queda sin derechos. Y cuando alguien intenta repartir la riqueza más equitativamente, le llamamos populismo y no derechos o le llamamos comunismo y no fraternidad. Pero lo que me duele de verdad es que gente pobre y con muchas necesidades no pelea por sus derechos porque ya los convencieron de que no les pertenecen, es para los otros. También me duele que los que decimos seguir a Jesús también nos moleste que se atiendan las demandas de los más pobres. Y, en definitiva me duele que de cara a estas elecciones tengamos que vivir con tanto miedo de que los valores como la justicia social o la construcción de la paz no sean los que persigan muchos compatriotas y que como dijo hoy uno de los candidatos “vamos para el abismo de la guerra” si todos los actores no se empeñan en este propósito de la paz, allanando el camino y no dificultándolo. Ojala que supiéramos escoger bien al candidato que sea más populista –es decir que luche por los derechos y, especialmente, de los más pobres- y que luche por la paz que es nuestra coyuntura actual y en la que nos jugamos nuestro futuro y el de las generaciones futuras.