"No podemos volver a la normalidad sin cambiar absolutamente nada" La fiesta de la Ascensión del Señor: No mirar al cielo sino a la tierra

La fiesta de la Ascensión del Señor: No mirar al cielo sino a la tierra
La fiesta de la Ascensión del Señor: No mirar al cielo sino a la tierra

"Esto nos puede estar pasando con el covid-19. Está siendo una situación tan inesperada y difícil que, por supuesto, hemos acudido a Dios y confiamos en su fortaleza"

"La liturgia también es uno de los aspectos que merecen una renovación profunda"

"El desafío que queda es qué rumbo debemos emprender no cuando termine la pandemia sino desde ya, en nuestro día a día, en lo que pensamos, sentimos, sufrimos, celebramos"

El tiempo pascual ahora nos trae la fiesta de la Ascensión del Señor. Cumplidos 40 días, el Señor se aparece nuevamente a los discípulos, pero esta vez para decirles que recibirán la fuerza del Espíritu Santo para ser sus testigos hasta los confines de la tierra. Ellos no comprenden lo que Él les ha prometido porque están pensando en “cuando restablecerá el reino de Israel” y le hacen esa pregunta. Jesús les dice que eso solo lo sabe el Padre. Luego, asciende al cielo y los discípulos parece que se quedan inmóviles mirando hacia arriba. Para ponerse en camino, necesitaron que dos hombres vestidos de blanco se aparecieran y les dijeran: “¿Qué hacen mirando al cielo? Este Jesús que ha sido llevado, vendrá tal como lo han visto subir (Hc 1, 6-10).

Esto nos puede estar pasando con el covid-19. Está siendo una situación tan inesperada y difícil que, por supuesto, hemos acudido a Dios y confiamos en su fortaleza. Pero, tal vez, no llegamos a ponemos en camino para ser sus testigos en esta circunstancia que nos toca vivir. No estamos solos porque la promesa del Espíritu -que celebraremos la próxima semana- ya es una realidad. La iglesia ha vivido estos XXI siglos gracias a su impulso y, efectivamente, la buena noticia se ha extendido hasta los confines de la tierra. Pero cada presente nos lanza nuevos desafíos y en esas circunstancias concretas es que tenemos que mostrar que no nos quedamos mirando al cielo, sino que caminamos con los pies en la tierra, haciendo presente el reino de Dios. En otras palabras, no hay que preguntar, ¿cuándo vendrá Jesús? sino como hemos de hacerlo presente aquí y ahora.

Ya se ha dicho, casi hasta el cansancio, que no podemos volver a la normalidad sin cambiar absolutamente nada. Eso sería haber perdido estos meses que llevamos de cuarentena y que seguirán por más tiempo (aunque se vaya dando una apertura gradual), jugándose, en cada salida, la posibilidad de contagiarse. ¿Qué es urgente cambiar? ¿Cuál es la Buena Nueva que hoy el Espíritu nos esté invitando a comunicar? No hay duda de que lo de una ecología integral es uno de los horizontes ineludibles. Justamente esta semana se están celebrando los cinco años de la publicación de la encíclica Laudato si y, sin embargo, fueron cinco años en los que no hubo acciones contundentes para un cambio. Por el contrario, al menos en Colombia, algunos siguen diciendo que se ha de implementar el fracKing, otros que se han de continuar las aspersiones aéreas con glifosato para erradicar los cultivos ilícitos y, aunque el año pasado se llevó a cabo el Sínodo de Amazonía, si hay una región que está mostrando la precariedad de recursos para afrontar la pandemia, es Amazonas en su vasto territorio compartido por nueve países. ¿Qué estará cambiando en nuestra vida cristiana sobre este aspecto del cuidado de la ‘casa común’?

Ascensión
Ascensión

Por otra parte, hay una búsqueda de espiritualidad y de confiar en Dios para salir de esta situación. Pero ¿a qué Dios se sigue buscando? ¿cuál es el contenido de la oración que se hace en estos días? Escucho a gente decir que salen confiadas de sus casas porque rezan antes de hacerlo y están seguras de que Dios las protege. Y, todos aquellos que se infectan ¿será que Dios nos los protege? ¿se contagiaron porque no rezaron? Ya hemos visto a ciertos pastores y hasta a algún sacerdote católico repartiendo bendiciones, agua bendita, rosarios y más gestos -como al estilo exorcista- buscando que salga el virus de ese lugar. Es tiempo de purificar nuestra imagen de Dios y de no esperar esos hechos asombrosos -como tal vez esperaban los discípulos con el restablecimiento del reino de Israel-, sino de entender la “encarnación” del Dios al que decimos amar: ese que cuenta con el trabajo humano para hacer de este mundo un lugar de amor y vida para todos y todas.

La liturgia también es uno de los aspectos que merecen una renovación profunda. Al cerrarse los templos, muchas personas quedaron muy afligidas porque parecía que, al no poder ir al templo, perdían sus prácticas religiosas. Y, están deseando que se vuelvan a abrir e incluso, en algunos lugares, se ha llegado a afirmar que los gobiernos “les han robado la misa” o están violando su libertad religiosa, etc. Pero esta circunstancia ha hecho preguntas hondas a la propia fe: ¿está se basa sólo en los sacramentos? Y ¿dónde está la vivencia de estos en la vida concreta? Y ¿qué pasó con la iglesia doméstica? Y ahora que tendremos que seguir practicando el distanciamiento social y las no aglomeraciones ¿se van a celebrar más eucaristías para que puedan ir todos los fieles? Pero ¿habrá que pedir turno para poder ir en determinado horario? Y eso de ser comunidad ¿dónde queda? En fin, tantas preguntas que surgen, nos invitan a superar el sacramentalismo y a vivir los sacramentos en la vida.

Muchos otros aspectos podríamos retomar y hacernos preguntas. Las respuestas serán múltiples porque las situaciones particulares son distintas. Pero el desafío que queda es qué rumbo debemos emprender no cuando termine la pandemia sino desde ya, en nuestro día a día, en lo que pensamos, sentimos, sufrimos, celebramos. No solamente las personas de fe han de buscar este cambio sino todos porque la pandemia nos está afectando de la misma manera. Pero, los que nos confesamos creyentes, no podemos hacer menos. Y esta festividad de la Ascensión nos invita a “no mirar al cielo” porque allí no está el Señor sino a "mirar a la tierra" y caminar por donde Jesús caminaría en esta circunstancia concreta con la fe, la esperanza y el amor que su Espíritu nos regala. Lo que se afirmó al inicio del evangelio de Mateo sobre Jesús: Él es el Emmanuel -Dios con nosotros- (1,23), la Ascensión nos lo vuelve a recordar: Jesús no subió al cielo sino se quedó en la tierra, de otra manera, con nosotros, a través nuestro.

La Ascensión de Jesús
La Ascensión de Jesús

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