En este jueves santo: ¿A quiénes podríamos lavar los pies?
Comenzamos el Triduo Pascual y el evangelio de Juan (13, 1-15) nos coloca en el centro de esta celebración: el amor entendido como servicio, como igualdad, como reciprocidad, como sencillez, como ponerse en el lugar de los últimos. Hay que tener cuidado que la liturgia de estos días -tan llena de símbolos, lecturas, inciensos y solemnidad- no opaque lo único importante de la vida cristiana -el amor-, razón por la cual Jesús da la vida y llega a este momento crucial.
En efecto, Jesús en su vida histórica no se distinguió por mucha liturgia (o mejor por ninguna), nos invitó a la oración de esa manera sencilla con el Dios Padre/Madre de todos –“cuando vayas a orar, entra en tu aposento y después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto” (Mt 6, 6), pero sobre todo nos mostró que el reino consiste en el amor real, concreto, situado, encarnado en cada momento presente. Por eso, esta podría ser una pregunta que ayudara a nuestra vivencia de fe en este día: ¿a quién lavaría los pies Jesús en este momento histórico? ¿a quiénes deberíamos lavárselos nosotros hoy? No es tanto el gesto externo sino la actitud interior de acogida a los otros, poniéndonos en su lugar.
En Colombia, por ejemplo, sería bueno lavar los pies a tantas personas excluidas por el racismo que sigue tan vivo en todos los ambientes. Nuestras palabras, nuestras actitudes y nuestros pensamientos, develan muchas veces ese racismo introyectado por la cultura y que se manifiesta de muchas maneras en nuestra cotidianidad. Revisar si la poca valoración hacia el otro o inclusive el desprecio, no tiene entre, otras causas, su color de piel o la etnia a la que pertenece.
Sería bueno lavar los pies a tantas personas excluidas por ser migrantes pobres (porque como dice Adela Cortina, los migrantes ricos no causan ningún problema) y a los que fácilmente podemos culpar de la inseguridad en nuestras calles o explotarlos con menor pago aprovechando su condición de ilegal. Tendríamos que repetir, una y otra vez, lo que el código de la alianza proponía a los israelitas: “No maltratarás al forastero, ni lo oprimirás, porque ustedes también fueron forasteros en la tierra de Egipto” (Ex 22, 21).
Sería bueno lavar los pies de tantas mujeres víctimas de la violencia de género a las que se les ha aconsejado que sigan callando para, supuestamente, “salvar a la familia”. Todo lo que atenta contra la dignidad de una persona no puede ser justificado, ni tolerado. Y falta demasiado para entender el sistema patriarcal que nos ha constituido tan profundamente, para la denuncia contundente frente a toda violencia, por pequeña que parezca.
Sería bueno lavar los pies de la multitud de pobres de la sociedad que no gozan de un trabajo digno, un sistema de salud que garantice su vida, un sistema pensional que los pueda cobijar hasta el final de los días, y tantos otros derechos como vivienda, alimentación, educación, recreación, etc., del que deberían disfrutar todos plenamente y no solo recibiendo “algunas migajas” con la excusa de que darles más es poner el sistema económico en aprietos porque no se podrá sostener. Si los que reciben la mayoría de ganancia repartieran efectivamente sus abundantes riquezas, no habría temores.
Sería bueno lavar los pies de tantas víctimas de la violencia que en este país siguen pidiendo la paz, sin sed de venganza. Aprender de ellos para no cansarnos de intentar construir la paz, no con la fuerza de la guerra -que solo engendra más guerra-, sino con la mediación humana por excelencia: el diálogo, el respeto, la paciencia, la comprensión, la disponibilidad para soltar algo, la capacidad de valorar los pasos dados por pequeños que parezcan.
Y así podríamos seguir enumerando a quienes sería bueno hoy lavar los pies, dependiendo cada cual del contexto en que vive y de las situaciones que le parezcan más pertinentes. Pero lo que quería señalar es que de nada servirá ir a la liturgia del jueves santo y quedar tranquilos porque en algunas celebraciones lavarán los pies de laicos, mujeres, niños, etc., (en otras esto no se hará porque les parece que no es litúrgicamente “correcto”) sin implicar toda nuestra vida en esta celebración. Recordemos que Dios no quiere el culto vacío que se contenta con repetir gestos y palabras, sino la justicia y el derecho y, en este jueves santo, la disposición efectiva de lavar los pies de los últimos de nuestro tiempo presente. Solo así, los frutos de este primer día del triduo pascual podrán tener la coherencia que Jesús mismo les dijo a los discípulos: “Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes”.
(Foto tomada de: https://www.umnews.org/es/news/nada-era-mas-importante-que-lavarle-los-pies)