A propósito del Día internacional de la NO VIOLENCIA contra las mujeres


Hace unos meses una compañera de trabajo estaba comentándole a un colega que la violencia contra los hombres era muy grande. Que muchas mujeres golpeaban a sus maridos y que eso no se tenía en cuenta cuando se hablaba de la violencia que sufrían las mujeres. Más aún, que cuando ellos iban a poner la denuncia no les creían o minimizaban la gravedad del hecho. De una manera muy “mal educada” de mi parte (posteriormente pedí disculpas a los dos colegas por esto), al haber escuchado ese argumento, me “entrometí” en esa conversación y argumenté que la situación era muy distinta porque a los hombres se les pega, maltrata, etc., porque hay maldad, rabia o descontrol, también ejercido por las mujeres y, de hecho, se golpea a muchos varones. Pero que en el caso de las mujeres no solamente se dan las causas que acabamos de señalar sino que a las mujeres se les golpea por “ser mujeres”, es decir, en razón de su género. Este es el argumento de la ley de Feminicidio aprobada en 2015 en Colombia, llamándola, “Ley Rosa Elvira Cely” en recuerdo de esta mujer que fue brutalmente vejada y asesinada por un conocido en el Parque Nacional en el año 2012. La ley consagra el feminicidio como “un delito autónomo, para garantizar la investigación y la sanción de los actos violentos contra las mujeres por motivos de género y discriminación”. Como yo me había entrometido en la conversación, mis reflexiones molestaron doblemente y me dijeron que la conversación era entre ellos (con razón lo hicieron) pero desde aquel día me quedó la inquietud de volver a plantear el argumento y me parece oportuno (esta vez ya sin entrometerme en la conversación de otros) hacerlo con ocasión del 25 de noviembre –Día internacional de la No violencia contra las Mujeres-.
Este día lo estableció la ONU en 1993, en recuerdo de las hermanas Mirabal que fueron asesinadas por luchar contra la dictadura de Trujillo en República Dominicana el 25 de noviembre de 1960. La ONU aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la violencia contra la mujer, violencia basada en el género que tiene como resultado un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción y hasta la privación de la libertad tanto en el ámbito público como en el privado. En este último ámbito se ejerce cotidianamente y todavía hay mucho trabajo por hacer para despertar la conciencia sobre esta realidad y para combatirla definitivamente. Según Medicina legal, en Colombia en el 2016 se presentaron 731 casos de feminicidio y este año, entre enero y octubre, se contabilizan 758 casos. Y son muchas más las noticias que cada día vuelven sobre este hecho. Todavía vivimos en una sociedad patriarcal y machista y no nos damos cuenta de cuan hondo nos moldea a varones y mujeres. Ni somos conscientes de las miles de violencias cotidianas que con comentarios, actitudes y hechos, -varones y mujeres- cometemos contra las mujeres. Pero cuando se toma conciencia es como si se cayera ese velo de los ojos y se ve, una a una, todas esas realidades. Pero esto molesta a los varones. Algunos reclaman “yo no soy así y ustedes nos acusan a todos los varones”. Sin duda muchos varones no ejercen violencia contra las mujeres “conscientemente” pero ellos también tienen que reconocer que como hijos de un sistema patriarcal si no la ejercen, la permiten y si no la reconocen –como sociedad- son también cómplices de ella. Y las mujeres, con más razón. Claro que nos cuesta reconocer que permitimos esa violencia y que –de hecho- se ha ejercido contra nosotras. Y más cuesta que nos digan que por qué reclamamos sobre ese asunto. Sí, es más fácil, no denunciar nada porque así la aceptación de los demás está garantizada pero cuando nos atrevemos a levantar la voz y hacer caer en cuenta de un hecho y de otro, nos ganamos burlas, mala fama y hasta enemigos.
Ayer, en Bogotá, hubo una marcha con motivo de esa conmemoración. No fueron multitudes pero si un grupo significativo (3 cuadras a lo largo de la carrera 7). Y eran muchos jóvenes –varones y mujeres-. Esto mantiene la esperanza de que las cosas, sí van cambiando. Anima mucho esa conciencia, especialmente, en los/las jóvenes. Y, al final de la noche, fue muy grato recibir de un estudiante (agradeciéndome la conciencia que había adquirido a través de las clases) un video en que muchos varones afirman “soy feminista”, contradiciendo aquello de que los varones no pueden ser feministas porque no son mujeres y mostrando que esto no es cuestión solo de las mujeres sino de todos aquellos que reconocen que la violencia contra las mujeres es una realidad que se ha ejercido a lo largo de los siglos y es una exigencia ética de todos y todas trabajar por terminarla. Ojala se acabe todo tipo de violencia pero ojala termine -de una vez por todas- la violencia contra las mujeres que se ejerce -repito una vez más- no por la maldad humana que se da en tantos contextos, sino porque se ha creído que la mujer es un ser de segunda categoría, alguien que puede ser objeto de otro, a la que se le puede golpear y matar por ser mujer.
Foto tomada de: http://www.thepanamadigest.com/wp-content/uploads/2010/11/femicide.jpg
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