¿Qienes son los creyentes y los no creyentes?



El buen Samaritano

He aquí una pregunta que nos interpela a todos y a todas. Los grandes desafios de la paz, de la justicia, de la verdad, de la solidaridad, de la ternura, en los tiempos en que vivimos, ponen a prueba las convicciones y creencias que cada uno de nosotros lleva adentro. Un momento que nos obliga a interrogarnos sobre la naturaleza de la fe que testimoniamos a través de nuestros compromisos, en nuestros medios, en la humanidad. ¿Vivimos una “fe de cultura” o una “fe, don de Dios y compromiso”?

¿Es posible que nuestra fe corresponda finalmente sólo a una envoltura cultural, al interior de la cual se desarrolló sin responder a esta fe, “don de Dios y compromiso de vida”? ¿Es posible que esta fe pueda expresarse fuera de las formas culturales y cultuales tradicionales? En este contexto de la doble expresión de la fe, la cuestión planteada sigue siendo legítima y, más que nunca, pertinente. Un verdadero diálogo entre creyentes y no creyentes debería descansar, tanto de parte de los unos como de los otros, sobre los fundamentos de sus compromisos al servicio de una humanidad en búsqueda de justicia, verdad y vida.

Me quedo particularmente interpelado por dos personalidades que se declaran no creyentes y cuyos testimonios personales para con sus pueblos y América latina son indiscutibles.

El primero es Fidel Castro que el sacerdote y ex presidente de la Asamblea general de las Naciones Unidas, Miguel Descoto, ha calificado como uno de los hombres mas solidario que le ha tocado conocer. Por supuesto que no todos piensan así. Desde más de cincuenta años sus enemigos lo presentan como el diablo en persona, atribuyéndole los peores crímenes que un hombre pueda cometer. Sin embargo, más avanza la historia, más descubrimos en este hombre, de 86 años un gran humanista y un amante de esos grandes valores que anhela la humanidad. En su casita, nada de castillo, tampoco de mansión lujosa, vive con la paz de una persona que está en armonía con él mismo y con los demás. No tiene otras pretensiones que la de servir en la verdad, en la justicia, en la solidaridad a su pueblo, a su América latina y a la humanidad. Deja a su pueblo una herencia de libertad que radica, ante todo, en la salud, en la educación, en la solidaridad a todos los niveles y en el respeto mutuo. Sigue siendo uno de los hombres mas consultado de América Latina.

El secundo es José Mujica, actual presidente de Uruguay. Se trata de un hombre cuyo recorrido es único. Miembro activo de los Tupamaros en los años sesenta, fue hecho preso, pasando por las torturas y los males tratados de las cárceles de aquellos tiempos. Después de 15 años de encarcelamiento, benefició con la llegada de la democracia de una amnistía para todos los presos políticos involucrados en guerrillas. De ahí, se convirtió en político y fue elegido como diputado y más adelante como presidente de Uruguay. Lo particular es que, al ser elegido presidente, dejo el Palacio presidencial para que sirva a los que quedaban sin techos además de dejar los dos tercios de su sueldo de presidente para sostener los más necesitados. Él sigue viviendo en su casita de campo, junto a su señora, que es senadora y que tiene un recorrido parecido. Se dice que es el Presidente más pobre del mundo. El papa Francisco, que lo recibió durante 45 minutos, dijo al despedirlo que era un hombre de gran sabiduría. En esta foto, muy bonita, yo veo a un papa que vive profundamente de una fe que le nace de arriba mientras yo veo en José Mujica una fe que le nace profundamente de adentro. Uno habla de Dios para sentirse solidario de los pobres y humildes, el secundo habla de humanidad para llegar a un mismo destino.

Supongamos, un momento, que Caifás, el sumo-sacerdote de la fe religiosa hebraica del tiempo de Jesús, hubiera querido abrir un diálogo entre creyentes y no creyentes, ¿en qué campo se hubiera colocado a Jesús de Nazaret? Del punto de vista de Caifás no podía, Jesús, estar del lado de los creyentes. Es el mismo Caifás quien encabezo la movilización popular para hacerlo detener y condenar a muerte. ¿Al final quién de los dos era el verdadero creyente?

Muchos creyentes y no creyentes recuerdan, en este año, el 30 aniversario del asesinato de Mons. Oscar Romero. Nos recordamos que mientras celebraba la eucaristía en una capilla en San Salvador un soldado le disparo balas para matarlo . Había sido, en sucesivas ocasiones, el blanco de amenazas de muerte, pero nunca ellas afectaron su fe tampoco su determinacion y compromiso al servicio de la justicia y de los desheredados de su pueblo. El 4 de diciembre de 1977 decía esto:

“Una religión de misas dominicales, pero de semanas injustas no agrada al Señor. Una religión de muchos rezos, pero con un corazón inflado de hipocresías no es cristiana. Una Iglesia que sólo buscaría su bienestar, que sólo tendría interés para recoger dinero, garantizarse mucha comodidad, pero que olvidaría de denunciar las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro Divino Redentor.”

El 15 de diciembre de 1978, tiene estas palabras: “Cuando alguien da pan al que tiene hambre se lo considera como un santo, pero si alguien pregunta cuáles son las causas que hacen que el pueblo tenga hambre, será inmediatamente identificado al comunismo y al ateísmo. No obstante hay un ateísmo cerca y más peligroso para la Iglesia: el ateísmo del CAPITALISMO que se impone cuando los bienes materiales se erigen en ídolos y se substituyen a Dios.”

Estos algunos ejemplos ilustran bien el hecho de que la fe no tiene la misma evidencia para todos y todas. El apóstol Santiago nos dice: “¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan.” (Stgo. 2,19)

Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si el hermano ó la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, Y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos; pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿qué aprovechará? Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces: también los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? (Santiago, 2,14-20)

Basta recordarnos lo que nos dice Jesús respecto al Juicio Final que pone de relieve las cosas importantes que nos tocan hacer.

Será el tema de mi próxima reflexión.

Oscar Fortin

URL: http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php/2014/03/16/p348603#more348603

Traductor: Marius Morin

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