¿Qienes son los creyentes y los no creyentes?
El buen Samaritano
He aquí una pregunta que nos interpela a todos y a todas. Los grandes desafios de la paz, de la justicia, de la verdad, de la solidaridad, de la ternura, en los tiempos en que vivimos, ponen a prueba las convicciones y creencias que cada uno de nosotros lleva adentro. Un momento que nos obliga a interrogarnos sobre la naturaleza de la fe que testimoniamos a través de nuestros compromisos, en nuestros medios, en la humanidad. ¿Vivimos una “fe de cultura” o una “fe, don de Dios y compromiso”?
¿Es posible que nuestra fe corresponda finalmente sólo a una envoltura cultural, al interior de la cual se desarrolló sin responder a esta fe, “don de Dios y compromiso de vida”? ¿Es posible que esta fe pueda expresarse fuera de las formas culturales y cultuales tradicionales? En este contexto de la doble expresión de la fe, la cuestión planteada sigue siendo legítima y, más que nunca, pertinente. Un verdadero diálogo entre creyentes y no creyentes debería descansar, tanto de parte de los unos como de los otros, sobre los fundamentos de sus compromisos al servicio de una humanidad en búsqueda de justicia, verdad y vida.
Me quedo particularmente interpelado por dos personalidades que se declaran no creyentes y cuyos testimonios personales para con sus pueblos y América latina son indiscutibles.
Supongamos, un momento, que Caifás, el sumo-sacerdote de la fe religiosa hebraica del tiempo de Jesús, hubiera querido abrir un diálogo entre creyentes y no creyentes, ¿en qué campo se hubiera colocado a Jesús de Nazaret? Del punto de vista de Caifás no podía, Jesús, estar del lado de los creyentes. Es el mismo Caifás quien encabezo la movilización popular para hacerlo detener y condenar a muerte. ¿Al final quién de los dos era el verdadero creyente?
“Una religión de misas dominicales, pero de semanas injustas no agrada al Señor. Una religión de muchos rezos, pero con un corazón inflado de hipocresías no es cristiana. Una Iglesia que sólo buscaría su bienestar, que sólo tendría interés para recoger dinero, garantizarse mucha comodidad, pero que olvidaría de denunciar las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro Divino Redentor.”
El 15 de diciembre de 1978, tiene estas palabras: “Cuando alguien da pan al que tiene hambre se lo considera como un santo, pero si alguien pregunta cuáles son las causas que hacen que el pueblo tenga hambre, será inmediatamente identificado al comunismo y al ateísmo. No obstante hay un ateísmo cerca y más peligroso para la Iglesia: el ateísmo del CAPITALISMO que se impone cuando los bienes materiales se erigen en ídolos y se substituyen a Dios.”
Estos algunos ejemplos ilustran bien el hecho de que la fe no tiene la misma evidencia para todos y todas. El apóstol Santiago nos dice: “¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan.” (Stgo. 2,19)
Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si el hermano ó la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, Y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos; pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿qué aprovechará? Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces: también los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? (Santiago, 2,14-20)
Basta recordarnos lo que nos dice Jesús respecto al Juicio Final que pone de relieve las cosas importantes que nos tocan hacer.
Será el tema de mi próxima reflexión.
Oscar Fortin
URL: http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php/2014/03/16/p348603#more348603
Traductor: Marius Morin