Abraham y el pellejo de Isaac.

Ayer domingo se leyó en todas las iglesias católicas del mundo el relato del "sacrificio --interruptus-- de Isaac". ¿Qué explicación se daba a este relato? Es de suponer que no fuera "literal". Y es de suponer alguna de éstas: Abraham el obediente; Abraham fiel al único Dios; Isaac prefiguración de Cristo; elección de Abraham como padre del pueblo elegido... Fieles habrá que, sin explicación alguna, tomen el relato "ad pedem literae", o sea, al pie de la letra.
El mito de Abraham es fuente de perplejidad si presuponemos que todo mito se entiende por referencia a la realidad de la que parte y a la que explica.
Los interrogantes racionales no tendrían sentido alguno al tratarse de un mito, porque lo es; quizá el psicoanálisis tendría mucho que decir, y de hecho ya lo ha hecho; la exégesis bíblica también, explicando orígenes del mito, paralelismos, ubicándolo, superponiendo mitos similares...
Pero la explicación humana interesa tanto como las otras.
La religión cristiana, muy en provecho suyo, ha centrado la atención en Abraham, siempre el padre, el señor de vidas y haciendas, más “predestinador” que predestinado...
¿Pero Isaac? Sólo la recreación del “momento”, pondría los pelos de punta. ¿Y las quejas del hijo? ¿Y el “qué vas a hacer”? ¿Y el llanto del que se siente víctima?
Retornemos al mito, pero metiéndonos en la piel del hijo: para Isaac ya no pudo haber más “padre”; de tal sacrificio, por más que digan otra cosa, necesariamente tuvo que surgir un ateo visceral. Nos lo imaginamos gritándole a su padre:
--¡Padre mío! ¿Qué vas a hacer? ¿Esto te pide Dios? ¿Qué Dios es éste que exige verse contentado con mi vida?
--¿Por qué, padre mío Abraham, sabes que el dios que te pide el sacrificio de tu propio hijo es el verdadero Dios?
--¿Por qué hemos de tener fe en un dios que exige vidas humanas? ¿Por qué otras religiones cercanas a nosotros son más espirituales?
¡Con razón un descendiente preclaro suyo emigró a Egipto, no le fuera a dar al padre la misma locura que al abuelo!
Abraham no deja de ser el padre asesino en pro de un ideal.
En Abraham se han visto retratados todos los “padres de la patria”, todos los salvadores, redentores, defensores, libertadores, líderes, incluso benefactores... Isaac era el pueblo.
¿Y el pueblo era el oportuno carnero, solución y salvación de todos los que se erigen en dioses de la sociedad?
Véanse en Abraham también todos los fundadores de congregaciones o sectas que sacrifican el psiquismo de los prosélitos para mayor gloria de su ego atrayendo a su proyecto voluntades y vidas, todas sacrificadas en el altar del “padre”.
Y no había un Dios detrás para detener su mano. Ellos sí han llevado a término el sacrificio, porque sacrificaban “por y para”.
Sí, definitivamente el pueblo era el carnero; no merecía la pena asustarse: ya se sabe, el sacrificio es lo que da “sentido” a la vida de un carnero.
Es la plebe que no piensa, la plebe sometida y sumisa al millón de leyes que la encadenan, la plebe que, en palabras de ellos, los entendidos, “no se da cuenta de la inmensidad del problema”, la que nunca entenderá al enviado de Dios, la plebe siempre “educanda”.
Su destino más glorioso es el sacrificio: sacrificio de las pequeñas cosas, pero sobre todo verse sacrificada en pro de grandes proyectos.
Hoy tenemos en la Iglesia la mejor concreción del Abraham-Moloc (1); la encarnación de la escena bíblica del “sacrificius interruptus/consumatus” de Isaac por Abraham, presente en la organización católica como organización abrahámica:
--sacrifica a sus hijos en provecho propio, para satisfacer y preservar su grandeza;
--inmola la personalidad de Isaac, la racional, la que pregunta por la víctima del sacrificio para crear seguidores sin voluntad, aunque también fanáticos de la venganza edípica, venganza por otra parte imposible porque el “padre” Abraham-Dios no existe o porque “se evapora”.
Drama psicológico profundo.
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(1)Moloc, divinidad cananea que exigía, y a la que se ofrecían, sacrificios humanos.