LA ESCUELA DE MILETO: ANAXIMANDRO

Anaximandro fue un pionero de la ciencia (Theodor Gomperz)

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Anaximandro (s.VI a.e.c.), discípulo de Tales, propone como principio (arché) el “Ápeiron”, que puede traducirse por lo ilimitado, lo indeterminado, lo indefinido o lo infinito.

Tò Ápeiron (neutro sustantivado) es aquello de lo que brotan todas las cosa y a lo que todas retornan. Es principio y fin (teleuté) de todo lo que existe.

El neoplatónico Simplicio nos trasmite un breve fragmento de un escrito perdido de Anaximandro, que reza así:

ἐξ ὧν δὲ ἡ γένεσίς ἐστι τοῖς οὖσι, καὶ τὴν φθορὰν εἰς ταῦτα γίνεσθαι κατὰ τὸ χρεών· διδόναι γὰρ αὐτὰ δίκην καὶ τίσιν ἀλλήλοις τῆς ἀδικίας κατὰ τὴν τοῦ χρόνου τάξιν //“De donde las cosas tienen origen, hacia allí tiene lugar también su perecer, según la necesidad; pues dan justicia y (dan) pago unas a otras de la injusticia según el orden del tiempo” (traducción de Martínez Marzoa).


Sentencia sujeta a muy variadas interpretaciones.

Conviene recordar que “principio” significa:

a) lo primero, en cuanto origen primordial y substrato permanente (hipokeímenon);
b) el principio rector del cosmos (árchein= mandar/dirigir y kybernân= gobernar).

Utilizando una metáfora jurídica (transposición de la pólis a la phýsis), donde hay dos partes en litigio, la injusticia cósmica (adikía) consistiría en el dominio excesivo (pleonexía) de unos elementos sobre otros (allélois). Y el tiempo haría de juez con su sentencia u ordenanza (táxis), poniendo todo en su justo lugar (díke). De un torbellino en el seno del Ápeiron se separan los contrarios: caliente/frío, seco/húmedo.

Aristóteles, en el libro tercero de la Física, señala las características del Ápeiron, como principio supremo: no tiene principio, no se genera (agéneton) ni se corrompe (áftharton). Abraza todas las cosas (periéchein hápanta) y gobierna todo (pánta kybernân). Es calificado como “lo divino” (to theîon), inmortal (athánaton) e indestructible (anólethron).

Es un principio invisible (meta-físico), como lo serán el Logos de Heraclito, los números de Pitágoras o los átomos de Demócrito.

Según W. Jaeger, la sentencia defiende el eterno retorno de todas las cosas a su primer principio. En un proceso dialéctico, en tres fases o momentos (unidad originaria, escisión de contrarios y regreso al uno primordial) se forman de forma cíclica innumerables mundos, (sucesivos, según Th. Gomperz, o coexistentes, según J. Burnet), idea que anticipa a Demócrito, a Epicuro y a Giordano Bruno en el mundo moderno.

Pero Anaximandro hizo, de forma genial, otras aportaciones científicas. Diseñó el primer mapa del mundo conocido, ampliado y corregido por Hecateo de Mileto.

Formula la hipótesis de que la tierra tiene forma cilíndrica y no flota sobre el agua, como pensaba Tales, sino que se sostiene sola y sin ningún soporte, en equilibrio geométrico, debido a la igual distancia entre todas las partes. Popper (cfr. Back to Presocratics) ve en ello continuidad con la ciencia moderna, anticipando de forma genial ideas de Aristarco y Copérnico.

Afirma también Anaximandro que los animales y los humanos proceden del limo, del agua del mar por efecto del calor del sol. Sería, pues, el primero en plantear de modo racional, no mítico, el origen de los humanos.

Según Kirk y Raven (cfr. Los filósofos presocráticos) estas “brillantes conjeturas sobre el origen de la vida animal y humana” serían un anticipo de la evolución, lo que contrasta con el mito bíblico, según el cual que el dios monoteísta hebreo crea al ser humano a su imagen y semejanza.

W. Jaeger destaca en Anaximandro su “gran genialidad creativa”. K. R. Popper (cfr. Op. cit.), de acuerdo con el racionalismo crítico, valora su capacidad de inventar hipótesis arriesgadas e incluso su actitud crítica frente a su maestro Tales, lo que lo diferencia del dogmatismo de la escuela pitagórica, donde prima el criterio de autoridad.

Encontramos, pues, en él un discurso profano, naturalista y racional, un avance en el proceso de racionalización propio del lógos, frente a las fantasías míticas, aunque este lógos sea una razón especulativa, no experimental.
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