Filósofos griegos y seguidores, desmontando credulidades.

Casi todos los pensadores “independientes” de la antigüedad griega lucharon contra la superstición y contra la pura credulidad.

No lo hacían bajo unos presupuestos científicos tal como hoy podríamos entender, porque de poca tecnología podían disponer, pero aun así, supieron oponerse a credulidades por todos admitidas. ¿Intuiciones pre-científicas? Podría ser. Pero lo que decimos: no por ello dejamos de encontrar “intuiciones” en filósofos griegos que causan admiración.

A Sócrates lo acusaron de que afirmaba que la luna era un trozo de tierra, cosa que él endosó a Anaxágoras. Decía también el susodicho Anaxágoras que el Sol era una roca incandescente, cosa que está más cerca de la realidad que las afirmaciones crédulas de otros contemporáneos suyos (comenzando por aquellos que lo deificaban). Tenemos a Leucipo Demócrito, que proponían --¿hipótesis sólo?— que todo estaba compuesto de átomos en continuo movimiento.

A éstos y en general a todos los de la escuela atomista el asunto de la primera causa, del origen de todo... no les preocupaba. Un seguidor de la escuela atomista, Epicuro, no negaba la existencia de los dioses, pero estaba convencido de que no ejercían ningún poder sobre los asuntos humanos. Por lo mismo, tratar de interpretar la voluntad de los dioses era una pérdida de tiempo. ¡Nefando para el cristianismo! Sin olvidar al médico Hipócrates que fue el primero en afirmar que las enfermedades nada tenían que ver con ciertas creencias religiosas de que son los dioses los que las envían.

El filósofo más fascinante de la “antirreligión”, o del sentido común, depende, podría ser Lucrecio (I a.c.), contemporáneo de Cicerón y de César, gran admirador de Epicuro (como también lo somos muchos de nosotros) y mantenedor de la teoría atomista. Estoy repasando estos días su obra De rerum natura, traducida y versificada admirablemente por Marchena en 1791. (Lucrecio. De la naturaleza de las cosas. Biblioteca de Filosofía. Ed. Folio)

Sus argumentos los hemos oído una y mil veces, los han copiado y ampliado otros pensadores… Debió ser grande el influjo que en su tiempo produjeron. ¿Y para el cristianismo? ¿Cómo tomaron esos libros los cristianos? Hubo de todo, desde su finalidad ígnea --qué bien debían arder los libros en los siglos V a VIII-- hasta ser copiados (¡!) por monjes calígrafos irlandeses. Su obra fue destruida o quiso serlo por los fanáticos cristianos del medievo. Sólo se salvaron dos copias de la obra citada, realizadas en el siglo IX, de alguien que las pudo poner a buen recaudo de las iras de los talibanes del momento. Es un consuelo.

Lucrecio es el mismo David Hume cuando diserta sobre la posible aniquilación humana -tras la muerte no hay nada- que, si se piensa, no es peor que la nada de la que procedemos --¿qué éramos cien años antes de nuestro nacimiento? ¿Qué seremos cien después sino mero recuerdo?--.

Lucrecio se adelantó al mismo Freud cuando interpreta los ritos funerarios como deseo de supervivir. Y coincide con Aristófanes al explicar el clima y determinados fenómenos naturales sin recurrir a los dioses.

Por esa esponja letal y abrasiva que el cristianismo pasó sobre determinadas filosofías atomistas y materialistas (palabra denigrada hasta la saciedad por los “espiritualistoides” de todos los tiempos), explicaciones de la vida, de las cosas, de la naturaleza, más acertadas que las religiosas, tuvieron que esperar siglos a abrirse paso.

Lucrecio perduró sin embargo en las mentes despiertas e inquietas, aun siendo creyentes. Decía cosas de sentido común o que explicaban “más” y que convencían “más”. De ahí que el piadoso (¿realmente era creyente?) Isaac Newton incluya en su obra Principia hasta 99 versos de Lucrecio.

El mismo Galileo Galilei en su obra Il Saggiatore (1623), sin citar a Epicuro, recoge muchas de las teorías de la escuela atomista. ¿Por qué la Humanidad tuvo que esperar hasta los siglos XVIII y XIX para poder desarrollar ideas o hipótesis ya formuladas? Simplemente por miedo. Más que miedo, terror. O quizá alumnos de la escuela “primum vívere, deinde philosofare”.

Era mejor y sobre todo más saludable seguir las afirmaciones “científicas” de Agustín de Hipona y no contradecir la ciencia oficial: “Los dioses de la antigüedad eran los diablos cristianos, la tierra tenía menos de 6.000 años y lindezas por el estilo”. Y menos,  desarrollar ideas que podrían conducir al ateísmo.

¡Qué poco duró aquella “idea” de la DOBLE VERDAD surgida de la Andalucía árabe entre los seguidores de Averroes! En vez de “creer” lo que parecía más lógico, se tenía que creer a pie juntillas aberraciones de lo más descabellado.

Con razón Francis Bacon –casi siguiendo a Tertuliano—venía a decir que “cuanto mayor es la estupidez, más fuerte es la creencia en ella” y que “la fe alcanza su cota máxima cuando sus enseñanzas son menos asimilables por la razón”. La fiesta del Corpus Christi es uno de sus máximos exponentes.

Claro que eso dicen los mismos cristianos desde Orígenes hasta hoy: “Credo ut intelligam”, “credo quia absurdum” y originalidades por el estilo. Pierre Bayle, de tiempos de Isabel I de Inglaterra y algo más joven que F.Bacon se dedicó a exponer todo lo que la razón decía contra la fe para concluir: “Tanto mayor es el triunfo de la fe creyendo, a pesar de todo”.

¡Si no les pasara lo mismo a muchos detractores de este blog, aunque a veces digan que practican un "diálogo sin fronteras"!

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