LA REFORMA DE LUTERO: UN ANÁLISIS CRÍTICO/ 4
| Juan CURRAIS PORRÚA
El historiador Giacomo Martina al analizar las variadas causas de la Reforma, anteriormente mencionadas, se opone a la explicación tradicional, defendida por historiadores católicos y protestantes, que daba prioridad etiológica a la corrupción moral de la Iglesia, ubicada sobre todo en la curia romana. Pero esa tesis, asumida incluso por la propia jerarquía, pues el papa Adriano VI entonó el mea culpa y con él algunos padres del concilio de Trento, fue considerada demasiado simple por la investigación actual.
Según Martina, “todos los historiadores contemporáneos están de acuerdo en sostener que la causa inmediata de la revolución protestante no hay que buscarla en la corrupción de la Iglesia”, la cual contribuyó más bien a la difusión de la revuelta. Igualmente G. Villoslada califica de unilateral y “absolutamente falsa” la tesis causal de la corrupción y los abusos.
Por su parte Ludwig Hertling (1) afirma que “abusos y corrupciones los ha habido siempre en la Iglesia”, recordando la parábola del trigo y la cizaña. Cita como prueba el ejemplo de las numerosas herejías históricas: desde los gnósticos y arrianos a los jansenistas y modernistas, que “no fueron nunca reacciones contra abusos”. Los gnósticos se sitúan en el s. II, los arrianos en el IV, los jansenistas en el s. XVII y los modernistas a comienzos del s. XX.
En la misma línea, el historiador alemán Joseph Lortz (2) reconoce que la Reforma protestante generó “un cristianismo esencialmente diferente de la concepción católica” y afirma que “Lutero es la Reforma”. Una Reforma que venía a suprimir dogmas y a cambiar las relaciones del alma con Dios, escribe Villoslada.
Por tanto, según los cuatro historiadores mencionados, lo que realmente se cuestionaba en la Reforma luterana era la verdad misma del cristianismo, idea que reconoce Lutero en varias ocasiones, al afirmar: “No impugno la moralidad y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del papado”. “No los condenamos (a los papistas) por su vida práctica. La cuestión es otra: si ellos enseñan la verdad”.
De la doctrina de Lutero y Calvino resultó, pues, una verdadera refundación del cristianismo, dado que se introdujeron cambios esenciales en la doctrina dogmática y ya entonces el cardenal Campeggi sostenía que ningún abuso moral puede justificar el cambio del dogma. Siendo esto así, se hace necesario analizar la nueva doctrina desde la dialéctica dual de ortodoxia y heterodoxia, de la Verdad opuesta al error, un eje que recorre toda la historia cristiana desde el concilio de Nicea (325) hasta nuestros días.
Pero, aparte de los factores religiosos, las causas políticas acompañaron a los grandes movimientos heréticos. En el cisma griego oriental del s. XI, más que diferencias de Credo lo que estaba en juego era la lucha por el poder entre Roma y Constantinopla, que terminó en excomunión mutua. En el triunfo de la Reforma protestante, fue sin duda fundamental el apoyo político de los príncipes alemanes, que se oponían tanto al centralismo de Roma como al absolutismo del emperador. Lutero se consideraba, además, un nuevo profeta que defendía a su querida patria (mein liebes Deutschland, escribe).
Las quejas alemanas contra Roma se expresaron en los Gravamina Nationis Germanica (= agravios o cargos de la nación alemana). Lutero unía, pues, su causa religiosa a la causa política de la emergente “conciencia nacional alemana”, afirma Joseph Lortz y posteriormente será considerado como la encarnación del “espíritu alemán” e incluso un precursor del Deutchland, Deutchland über alles.
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(1) Hertling, Ludwig, (1968), Historia de la Iglesia, Herder, Barcelona.
(2) Lortz, J. (1963), Die Reformation in Deutschland / Historia de la Reforma, 2 vols. Ed. Taurus