Santiago y cierra Jerusalén.

Seguimos con las deducciones que se desprenden de los Hechos de los Apóstoles relacionadas con los primeros escarceos de la nueva credulidad religiosa, el cristianismo desgajado de la religión judía.

Por el evangelio sabemos que Santiago era uno de los cuatro hermanos de Jesús y, lógicamente, su predicamento entre los discípulos y la naciente comunidad de Jerusalén, tuvo que ser muy grande. Más todavía, parece ser que Pedro se desligó pronto de dicha comunidad, por lo cual fue Santiago el depositario de las esencias evangélicas, de la palabra de Jesús.

Si la estadística dice algo, Pedro es citado en el N.T. 190 veces; Pablo, 160; Santiago, únicamente 11 veces y sólo 3 en Hechos de los Apóstoles. Este último dato es indicativo de que Santiago y seguidores de una corriente judeocristiana ortodoxa ya contaban poco en el entramado religioso que se estaba formando.

Que ya poco contaba dicha corriente santiaguista, por no llamar secta judeocristiana, se sabe por la deriva posterior, primero tras la caída de Jerusalén y luego tras la nueva debacle y diáspora del año 135. Algo así opina Justino en su “Diálogo con el judío Trifón”, hablando de la deriva de esta comunidad que hablaba de Jesús como hombre engendrado por un hombre, convertido en Mesías por elección de Dios. La comunidad formada por Santiago se extinguió. Algunos de sus componentes derivaron hacia herejías de poca monta.

Los “ebionitas” consideraban a Jesús un profeta excepcional, pero no divino; nada de nacimientos milagrosos ni resurrecciones. Los “elcasitas”, más radicales, decían que tanto la humanidad como el sufrimiento de Jesús eran sólo aparentes. Y como terceros en discordia, un grupo cuyo nombre perduró en la posteridad tergiversado fue el de los “nazarenos”, pero únicamente por el nombre, que no porque fueran  relevantes por sus  por hechos. 

Tres observaciones al respecto. La primera respecto al nombre en relación con un posible gentilicio: nazareno igual a natural de Nazaret. Actualmente Nazareth se encuentra a mitad de camino entre Haifa y el Mar de Galilea. Resulta sorprendente que no haya testimonio alguno ni relación de ciudades o pueblos que corroboraran la existencia de Nazaret en tiempos de Jesús, por lo que el nombre de nazareno no significa nada.

En segundo lugar, a un grupo primitivo de judeocristianos se les llama “nazarenos” como secta perversa, identificando a Pablo con dicha secta. La acusación contra Pablo del abogado de los judíos Tértulo ante el procurador Félix le hace al apóstol jefe sedicioso de los “nazarenos” (Hechos, 24.5).

En tercer lugar y según investigadores varios, los llamados nazarenos son aquellos denominados “nazoreos” o “nasoreos” (en griego “nadsoraioi”), judeocristianos seguidores de Jesús, pero con tintes un tanto estrafalarios: practicaban la castidad y la abstinencia, se dejaban el pelo largo, vivían apartados de la sociedad… y de cuya deriva posterior poco o nada sabemos.

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