El ateísmo práctico de la Iglesia.

Ante la esencia o existencia de Dios nos podemos encontrar con siete posturas y una más añadida de estrambote. No todas son genuflexas.
Dichas “posturas” aceptatorias o negatorias de Dios derivan de la lógica humana ante cualquier “verdad” o “sentimiento” sin demostración ni base racional como sucede con el "concepto Dios" que ni se puede decir nada sobre su esencia ni afirmar o negar su existencia. Por principio la "esencia" de Dios excede la capacidad intelectual del hombre, algo repetido una y otra vez por sus teólogos, y su existencia "no cabe" en la cabeza del hombre como la filosofía secular se ha encargado de probar, Kant entre otros.
Ya es de por sí sorprendente encontrarnos con una ciencia, la teología cuyo objeto de conocimiento versa sobre "lo que no es".
Es preciso admitir que, desde el punto de vista humano, cualquier postura ante Dios es legítima por ser todas ellas "productos" del hombre y porque la presunta verdad "universal" de la dogmática deísta sólo es admitida por quienes están adscritos a determinado credo, sin fundamento real para tildar de "falsas" las otras.
Así, encontramos
ateos que niegan tanto la esencia como la existencia de Dios;
agnósticos, que sin negar su existencia no pueden afirmar nada sobre su esencia;
fideístas, que por un camino ajeno al conocimiento, a saber, por la voluntad y el sentimiento, llegan a su existencia pero no pueden decir nada de su esencia;
deístas, con un Dios sin atributos morales ni revelación, creador pero no mantenedor del mundo;
teístas, con un Dios creador, mantenedor, incluso redentor, salvaguarda del mundo;
animistas, que creen en una difusa realidad, ¿divinidad?, que impregna todo;
politeístas, para quienes el Dios único se descompone en dioses particulares. Hay otro politeismo que habla de un Dios evolucionista, de un Dios antropomórfico...
turistas de lo sacro, que se quedan en el mero folklore sin interesarles la verdad o mentira de lo que ahí se esconde.
A decir verdad, todas ellas derivan de dos únicas posturas contrapuestas y excluyentes, la de los razonantes, que no pueden negar lo que no existe --un absurdo lógico--, por lo que prescinden de esencias quiméricas, y la de los crédulos, que creen y viven el engaño porque quieren y necesitan creer.(1)
Después de este exordio, volvemos al título para contemplar con sorna cómo la religión católica, pretendida y oficialmente teísta, acoge en su seno de forma fáctica cualquiera de esas posturas:
--el ateísmo de quienes practican los ritos como un hecho social;
--el agnosticismo de los que no ven con buenos ojos el Dios que la Jerarquía impone pero que son bien recibidos si aportan peculio o prestigio en cualquier boda, funeral o acto donde lo político ha de revestirse de religión;
--el animismo para el que la religión es un deseo mágico del “toma y daca”, cajón donde se puede meter la mayor parte de los fieles.
--el politeísmo dogmático de ángeles, santos, virgenes, cristos del más variado pelaje, trinidades... Es la acusación que hace el islamismo contra el catolicismo, por ejemplo.
--Y mucho más productivo para la Iglesia pero letal para la que debería ser fe alimentada por el conocimiento, el “turismo”, que sólo se queda en la cáscara de procesiones, flagelaciones y demás “fáinomai”.
(1)Deberíamos rectificar respecto al dualismo propuesto. Nótese que en la relación de marras no entra la serie de aquellos que nada tienen que ver con Dios, que ni lo niegan ni lo afirman sino que más bien pasan de largo por ser un debate inútil. De ahí nuestra continua alegación de no querer ser encuadrados en los esquemas fáciles al uso credoide: la persona que piensa prescinde de categorías divinas, de multinacionales del credo, de criterios morales celestiales, propugnando valores y criterios de vida más universales, válidos, fundados y perennes... ¡El concepto "dios" varía tanto en el espacio y en el tiempo!