El cristianismo también es un conjunto de mitos.

Lo hemos repetido en numerosas ocasiones: el cristianismo es una religión "más" asentada sobre mitos, como las "demás". Al cristianismo hay que ponerle en su lugar. Nada diríamos si el cristianismo no pretendiera hacer pasar como HISTÓRICOS hechos que se han demostrado FICCIÓN, mitología. Jesús el "nasir" pudo existir, algo que se deduce de los escritos sagrados... pero poco se sabe de él y nada de manera independiente a los escritos sagrados.

Jesucristo, sin embargo, es un personaje inventado por Pablo de Tarso, un mito. Sobre tal mito creció una religión ciertamente distinta a las del entorno, que tomó de él todo lo que pudo. Hacer pasar por reales hechos que son leyenda es lo que no se puede admitir.

Pero el cristianismo es un hecho –un “fenómeno” en el sentido griego del término—. Está ahí con sus dos mil años de historia, su expansión, sus realizaciones, su concreción actual en varias ramas diferentes, como son el Catolicismo --con su estado propio--, el Protestantismo y sus mil ramificaciones, la Iglesia Ortodoxa…

Las religiones, todas, son la concreción burocrática y organizada de un conjunto de creencias que congregan millones de fieles en torno a ellas. La afirmación de que el fundamento dogmático de todas las religiones es el mito va calando cada vez con más fuerza en las masas populares. A partir de los estudios y divulgaciones de eruditos e intelectuales, este pensamiento ha ido calando cada vez con más fuerza y extensión entre las capas populares.

Por su parte, cada uno de los fieles de su religión respectiva, en su fuero interno, piensa que aquello en lo que cree no es un mito, es “la verdad revelada por Dios”. Y al conocer creencias de otras religiones, piensa que sí, que esas creencias son mitos.

A pesar de las divergencias en cuanto a definición y concreción del mito, el concepto vulgar se resumiría en un conjunto de creencias que se refieren a dioses, héroes o seres imaginarios que, en tiempos pasados, intervinieron positiva o negativamente en las vidas de los hombres. Como tal, el mito tiene una relación lejana con la realidad, en cuanto puede ser interpretación racional o imaginativa de hechos de la historia, de la naturaleza o del hombre.

Jesucristo, el Hijo de Dios que se encarnó en hombre para salvar a los hombres y hacerles REGRESAR al hogar del Padre, es dogma fundante en la religión cristiana. Esto, al decir de las personas normales, es un mito.

Quienes creen en ello, afirman que es verdad. Se basan, como argumento fundante, en el hecho de que Dios se ha revelado a los hombres a lo largo de los siglos; parten, asimismo, del hecho de que el hombre es malo y de que Dios creó al hombre (libre); y parten de que Dios es sumamente bondadoso y no olvida la obra de sus manos. Con estos mimbres se teje la verdad del dogma.

En otro orden de cosas, estaríamos tentados a decir, y de hecho es una de las afirmaciones más reiteradas aquí, que los sustentos de la fe son la ignorancia, la incultura y el atraso.

Y es entonces cuando surgen dos preguntas que rebatirían tal afirmación: ¿por qué hay tantas personas inteligentes y educadas que creen en lo que para otros son falsedades y mitos? Y, por otra parte, ¿cómo es que a lo largo de la historia el colectivo influyente en las masas –hombres de ciencia, hombres con poder, personas sabias, dirigentes políticos, escritores— no ha echado por tierra y aventado tales invenciones? ¿Por qué se han mantenido?

Dejamos sin respuesta tales interpelaciones para traer aquí una consideración que puede hacer pensar a algún que otro devoto que le dé por ello en relación a ese dogma cristiano de “el hijo de Dios encarnado”. El Islam es la segunda religión más numerosa por número de fieles; en estos momentos su empuje es arrollador en determinadas sociedades. Es de suponer que habrá también fieles musulmanes instruidos, educados, inteligentes… entre sus seguidores. Fieles, por otra parte, que posiblemente conozcan mejor su “libro de ruta”, el Corán, que los cristianos el suyo, el Nuevo Testamento.

Transcribo los versículos 91 a 93 del Sura XIX: 91. Ellos (los cristianos) dicen: El Misericordioso (Dios) tiene hijos. Acabáis de proferir ahí una enormidad. 92. Poco falta para que los cielos se hiendan al oír estas palabras, que la tierra se entreabra y que las montañas se desmoronen. 93. Porque atribuyen un hijo al Misericordioso. A él no le cuadra tener un hijo.

Hay más de mil millones de personas que reniegan, que contradicen, que refutan e impugnan tal aberración. Idéntico argumento, demagógico, al que utilizan los cristianos: ¿más de mil millones de personas van a estar equivocadas?
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