El culto sacramental: evolución y constitución del dogma /4

El dogma católico equivale a la falsificación del Evangelio (A. von Harnack)

En realidad, en la historia del cristianismo se da un movimiento circular y progresivamente ascendente, que va del culto a la doctrina y a su vez de la doctrina a la práctica ritual de los fieles, de modo que cuánto más se desarrollan ambos, el culto y la doctrina dogmática, más alejados quedan ambos de los textos bíblicos y de la realidad histórica.

Fue la fe postpascual la que elevó cada vez más la figura del Nazareno, por un proceso ascendente de apoteosis: resucitado por Dios, nombrado Señor y sentado en un trono divino a la derecha de Dios Padre, proclamado salvador universal por Pablo y finalmente considerado eterno y de la misma naturaleza que el Padre, contra todos los que lo entendían como mera figura humana o bien semidivina pero subordinada al Dios bíblico.

El maestro carismático de Galilea en su vida terrenal no fue objeto de culto por parte de sus discípulos, quienes solo vieron en él un maestro que era humano y muy humano, pues Jesús, estricto monoteísta ortodoxo, nunca se consideró divino en ningún sentido ni se atribuyó propiedades divinas. Tanto él como sus apóstoles fueron fieles observantes del culto judío, que no contiene sacramentos entendidos como signos externos que conceden la gracia divina de acuerdo con la fórmula ortodoxa ex opere operato  (por la obra ejecutada).

Esta fórmula de la jerga teológica católica subraya la eficacia del signo externo y objetivo, con independencia del estado interno del ministro que administra el sacramento o del que lo recibe (ex opere operantis= por la obra del ejecutante). Se opone, además, a la tesis protestante de un culto meramente interno, “en Espíritu y en verdad”, de cada alma individual en relación íntima con Dios, como defendía el teólogo liberal Adolf von Harnack en su obra de 1900 La esencia del cristianismo.

Este autor alemán, desde una perspectiva histórica pero también desde la óptica de la fe protestante, defiende una tesis muy controvertida en el campo protestante, pero sobre todo dentro del mundo católico. En efecto, Harnack interpretaba la formación y constitución de la dogmática católica como una perversión del Evangelio de Jesús, cuyo mensaje nuclear habría sido contaminado por ideas paganas procedentes del helenismo. La teología católica, y el mismo Credo desde Nicea, había incorporado los conceptos metafísicos y abstractos de la filosofía griega, totalmente ajenos al Evangelio, tal como él lo interpretaba.

La propuesta de Harnack de deshelenizar el cristianismo tuvo una enorme influencia también en el campo católico por parte de aquellos que desde la fe buscaban un cristianismo más acorde con el mensaje del Evangelio, lo que demandaba una nueva inculturación coherente con las actuales sociedades multiculturales. La larga influencia histórica del mundo helénico sobre la teología cristiana, elaborada con categorías metafísicas griegas, era contemplada como negativa por los defensores del purismo y originalidad del Evangelio.

En el caso de la eucaristía, algunos teólogos contemporáneos, intentaron buscar una nueva base filosófica en la fenomenología y sustituir el concepto metafísico de transustanciación por el de transfiguración, indicando que la consagración no implica un cambio ontológico de las sustancias, sino un cambio de significado fundado en la fe. La ortodoxia, sin embargo, optó por continuar con la formulación tridentina tradicional, anatematizando toda interpretación meramente simbólica (in signo vel figura) de la verdadera  presencia real, objeto de fe.

El cristianismo primitivo solo practicaba dos sacramentos (del latín sacramentum, que es la traducción del griego (y pagano)  mystérion): el bautismo y la eucaristía (los que admite Lutero, unidos a la penitencia sin confesión), pero en esa época primigenia no aparece todavía el problema de la gracia santificante en el bautismo ni tampoco el de una transustanciación en la eucaristía. Nada se puede entender de la eucaristía ni de los demás sacramentos si no se tiene en cuenta su evolución histórica, lo que es aplicable a los demás dogmas de fe. La cristianización del helenismo implicó al mismo tiempo una profunda helenización del cristianismo.

El largo proceso histórico de helenización de la religión cristiana, que los puristas criticaron como  una contaminación de paganismo,  comprende tres aspectos fundamentales: la lengua griega como forma de comunicación y de pensamiento, las religiones de misterio de los cultos helenísticos y sobre todo la filosofía griega, la cual aportó sus categorías metafísicas abstractas para la elaboración teológica de la doctrina y la construcción de la dogmática ortodoxa en los concilios generales de los siglos IV y V, prolongada en importantes concilios posteriores.

Volver arriba