El humanismo ético de Sócrates/ 5

Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho (Sócrates)

En su obra primeriza Apología de Sócrates, el joven Platón trata de reconstruir, bajo un formato artístico, el polémico proceso, poniendo en boca de Sócrates su propiaautodefensa ante un tribunal popular (heliaía) compuesto de 501 miembros.

Platón, que presenció el juicio junto a otros discípulos, defiende a Sócrates y éste defiende no sólo su inocencia frente a las muchas calumnias de sus acusadores, sino también su vida dedicada a la filosofía, justificando los principios de la verdad y la justicia como imperativos morales absolutos, que llega a considerar más valiosos que la propia vida.

Platón organizó la Defensa de Sócrates en tres discursos, introduciendo en medio un polémico diálogo o interrogatorio al acusador Meleto. En un primer discurso, Sócrates, después del discurso de acusación contra él,  trató de desmontar las muchas calumnias (pollás diabolás), antiguas y actuales,  de sus acusadores. Las que que venían de antiguo eran muy populares y dependían de la comedia Las Nubes de Aristófanes. En ella aparece una caricatura del filósofo en un "pensatorio", dedicado a las cuestiones físicas ("las cosas del cielo y lo que hay bajo tierra") y siendo confundido con un sofista más, que trata de "convertir el argumento más débil en el más fuerte" (doctrina propia de Protágoras).

La acusación más reciente tiene lugar bajo la democracia restaurada después del régimen tiránico de los Treinta impuesto por Esparta. Sócrates fue acusado del delito de impiedad (asébeia) y de corrupción de la juventud por el poeta Meleto, el político Ánito y el orador Licón.

La denuncia fue presentada ante el arconte rey con el siguiente texto:

"Sócrates delinque (adikeî) al no creer en los dioses (theoús) en los que cree la ciudad y por introducir nuevas divinidades (kainà daimónia). Delinque también por corromper a los jóvenes (toùs néous diaphtheíron). Pena: la muerte (tímema thánatos)".

En su defensa ante el tribunal, Sócrates declara cumplir una misión del dios Apolo de Delfos, cuya pitonisa lo había considerado el hombre más sabio (sofótatos). Su compañero Querefonte, del partido democrático, había preguntado al oráculo si había alguien más sabio que Sócrates, a lo que la Pitonisa respondió que no. La respuesta sorprendió a Sócrates, quien se consideraba ignorante y no sabio: "Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho". Para averiguar el significado de la enigmática respuesta del oráculo, se propuso interrogar a los considerados sabios, políticos, poetas y artesanos.

Después de examinar a un conocido político y mostrarle que creía ser sabio, pero que no lo era, concluye que "yo era más sabio que aquel hombre; es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como en efecto no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé, tampoco creo saberlo" (Apología 21 c).

La solución al enigma consistió en afirmar que los tenidos por sabios no reconocían su ignorancia, creyendo saber lo que no sabían, mientras Socrates reconocía su ignorancia y no creía saber lo que no sabía. Ello no implica que no supiese nada de nada, un no saber absoluto.

En el diálogo platónico Teeteto (210 d) clarifica su postura: "Yo no sé nada de lo que saben los grandes y admirables sabios de este tiempo y del tiempo pasado". Es decir, su ventaja consistía en saber que no sabía (ignorancia docta), subrayando que toda sabiduría humana es limitada, comparada con la divina (como la de Apolo) o la pretenciosa y enciclopédica sabiduría de los sofistas, de la que se distancia.

Lo que él criticaba era la ignorancia que se ignoraba a sí misma (indocta y presuntuosa). Según Popper, admirador y defensor  de Sócrates frente a su discípulo Platón, la sabiduría de éste no consistía en un saber positivo, sino en un estado de conciencia que reconocía los límites y la falibilidad de toda sabiduría humana.

Sócrates reconoce que su práctica de examinar e indagar el saber de sus interlocutores, al poner de manifiesto la ignorancia de éstos, le causó muchas enemistades y una gran impopularidad. En efecto, no es fácil aceptar los propios errores y aceptar de buen grado ser refutado. En un polémico interrogatorio a Meleto, evidencia las contradicciones de éste en su acusación de impiedad y corrupción de los jóvenes.

En efecto, si Sócrates no cree en las divinidades estatales, pero acepta otras nuevas, no puede ser tachado de impío ni de ateo, lo que se suponía ser la causa de la corrupción de los jóvenes. Él mismo afirma creer y venerar a los dioses por lo que de ningún modo puede ser tachado de ateo (al final del diálogo Fedro entona una oración al dios Pan).  Además, parece que es Sócrates el único ateniense que pervierte y maleduca a los jóvenes, mientras todos los dmás los educan bien. 

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