“YO”, TÚ Y ÉL
Sin pelos en la lengua, y como supuesto y honroso obsequio a su verdad de culto y cultura “religiosa”, a una de mis más recientes colaboraciones amparadas a cuerpo limpio en las páginas de RD., posiblemente bajo la inspiración “y en virtud de santa obediencia”, con el seudónimo “YO”, alguien volvió a obsequiar a quien esto subscribe, con estas palabras: “Aradillas se supera día a día. Cada artículo que escribe es aún más idiota que el anterior. Increíble pero cierto”. Como siempre pasa por nuestras cercanías algún samaritano, con el devoto seudónimo de “Amadeus”, glosó la aseveración anterior de esta manera: “A lo mejor… Pero hasta que llegue a tu nivel de ignorancia y cretinez absolutas, faltan siglos. Tu problema es de conexiones neuronales, que imposibilitan la comprensión lectora…”
Como este desdichado tipo de “seudonimismo” resulta ser hoy tan frecuente religiosamente , tal y como se manifiesta en publicaciones como RD., creo que a algunos habrán de serles de provecho las siguientes reflexiones, y más en el contexto del “Año Santo de la Misericordia”, en el que por cierto el Papa alertó, con benevolencia y absoluciones franciscanas, a los obispos en su estancia en Méjico con unas palabras, cuyos ecos resonarán en la Iglesia universal por los siglos de los siglos: “ Si tienen que pelearse, peléense como hombres, pero a la cara”.
. Hoy es absurdo e inexplicable intentar vivir, y menos, convivir, vestidos o revestidos de seudónimos. Para ser y ejercer como ciudadanos, es imprescindible ser portador del DNI correspondiente, no caducado, en el que con veracidad e inteligiblemente consten los datos personales. Sin este documento, difícilmente se es y se ejerce como persona. Su carencia, o la consciente ocultación de cuanto él aporta y significa, es inequívoca señal de la más lamentable e irremediable pobreza.
. Prescindir del DNI. descalifica, despersonaliza y exilía de la vida de comunidad, que tantos y tan esenciales beneficios reporta y a la que, por el solo hecho de existir, todos habremos de considerarnos co -responsables y comprometidos en su organización, acciones y omisiones. Sin DNI., no se es siquiera ciudadano, que, pese a interpretaciones carentes de sólidos principios religiosos, es bastante más importante para esta vida y para la otra, que disfrutar de la condición de “católico, apostólico y romano”.
. La posesión actualizada del DNI. es artículo de primera necesidad, por lo que en el “Año Santo de la Misericordia” pudiera muy bien ser para muchos una ocasión propicia para su `promoción, conservación y uso correcto. Exactamente la de la concienciación como persona, es una de las justificaciones más santas, cívicas y preclaras que sustentan estas reflexiones.
. Y, a la hora de seleccionar y elegir el seudónimo, que repetidamente acompaña a otros “comentarios” del comunicante de mi referencia, haberlo fijado nada más y nada menos que en el “YO” con sus letras mayúsculas, suscita sugerencias y elementos de juicio tales y tan facilotes, que ruborizarían a propios y a extraños.
. “YO”, por “YO” no es de por sí palabra divina o humana. Por tanto, ni es, ni puede ser, jamás palabra cristiana. Lo es –lo sería-, y de modo y manera eminentemente gloriosos en el ámbito existencial, filosófico, teológico, sociológico y convivencial del “tú, del él y del nosotros”. Firmarse, conocerse y reconocerse como “YO” – o Don YO – como aféresis del “DÓMINUS”- señor en latín-, eleva el grado de insensibilidad, de insensatez y de la estupidez a insospechadas alturas, que en el pináculo de los templos suscitarán necesariamente sentimientos de conmiseración y de pena.
. Quien ególatramente se firma, auto-arfirma y reafirma por encima de todo y de todos, “YO”, no podrá ser novio, esposo, hijo, contribuyente, ciudadano, jefe, sacerdote, obispo y menos, cristiano. A lo más alto que soñaría llegar sería a la consideración y tratamiento de sórdido aspirante a “diosecillo” de salón, en el marco-retablo de la estampería social y seudo-religiosa. El “YO” por “YO” es ateo por naturaleza y por vocación,
. Es también un peligro social. Pero sobre todo es –será- un marginado más, necesitado de la misericordia de Dios que a raudales se indulgencia y distribuye en los “Años Santos”, aunque previo el examen de conciencia, dolor de corazón, petición de perdón y reparación de los daños y perjuicios que se ocasionaran, con blasfemo olvido de que Dios no es “YO”, sino que es simple y trinitariamente NOSOTROS.
. Y ahora, una pregunta que algunos juzgarán de indiscreta y otros de discreta y discretísima: ¿Resultaría irreligiosa la publicación -“cara a cara”- del DNI. de nuestro “YO”, con sus consecuencias –también judiciales-, junto con algunos episodios de su “vida y milagros”, fiado documentalmente, pese a su bien cuidado y pudoroso anonimato, en que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”?
Como este desdichado tipo de “seudonimismo” resulta ser hoy tan frecuente religiosamente , tal y como se manifiesta en publicaciones como RD., creo que a algunos habrán de serles de provecho las siguientes reflexiones, y más en el contexto del “Año Santo de la Misericordia”, en el que por cierto el Papa alertó, con benevolencia y absoluciones franciscanas, a los obispos en su estancia en Méjico con unas palabras, cuyos ecos resonarán en la Iglesia universal por los siglos de los siglos: “ Si tienen que pelearse, peléense como hombres, pero a la cara”.
. Hoy es absurdo e inexplicable intentar vivir, y menos, convivir, vestidos o revestidos de seudónimos. Para ser y ejercer como ciudadanos, es imprescindible ser portador del DNI correspondiente, no caducado, en el que con veracidad e inteligiblemente consten los datos personales. Sin este documento, difícilmente se es y se ejerce como persona. Su carencia, o la consciente ocultación de cuanto él aporta y significa, es inequívoca señal de la más lamentable e irremediable pobreza.
. Prescindir del DNI. descalifica, despersonaliza y exilía de la vida de comunidad, que tantos y tan esenciales beneficios reporta y a la que, por el solo hecho de existir, todos habremos de considerarnos co -responsables y comprometidos en su organización, acciones y omisiones. Sin DNI., no se es siquiera ciudadano, que, pese a interpretaciones carentes de sólidos principios religiosos, es bastante más importante para esta vida y para la otra, que disfrutar de la condición de “católico, apostólico y romano”.
. La posesión actualizada del DNI. es artículo de primera necesidad, por lo que en el “Año Santo de la Misericordia” pudiera muy bien ser para muchos una ocasión propicia para su `promoción, conservación y uso correcto. Exactamente la de la concienciación como persona, es una de las justificaciones más santas, cívicas y preclaras que sustentan estas reflexiones.
. Y, a la hora de seleccionar y elegir el seudónimo, que repetidamente acompaña a otros “comentarios” del comunicante de mi referencia, haberlo fijado nada más y nada menos que en el “YO” con sus letras mayúsculas, suscita sugerencias y elementos de juicio tales y tan facilotes, que ruborizarían a propios y a extraños.
. “YO”, por “YO” no es de por sí palabra divina o humana. Por tanto, ni es, ni puede ser, jamás palabra cristiana. Lo es –lo sería-, y de modo y manera eminentemente gloriosos en el ámbito existencial, filosófico, teológico, sociológico y convivencial del “tú, del él y del nosotros”. Firmarse, conocerse y reconocerse como “YO” – o Don YO – como aféresis del “DÓMINUS”- señor en latín-, eleva el grado de insensibilidad, de insensatez y de la estupidez a insospechadas alturas, que en el pináculo de los templos suscitarán necesariamente sentimientos de conmiseración y de pena.
. Quien ególatramente se firma, auto-arfirma y reafirma por encima de todo y de todos, “YO”, no podrá ser novio, esposo, hijo, contribuyente, ciudadano, jefe, sacerdote, obispo y menos, cristiano. A lo más alto que soñaría llegar sería a la consideración y tratamiento de sórdido aspirante a “diosecillo” de salón, en el marco-retablo de la estampería social y seudo-religiosa. El “YO” por “YO” es ateo por naturaleza y por vocación,
. Es también un peligro social. Pero sobre todo es –será- un marginado más, necesitado de la misericordia de Dios que a raudales se indulgencia y distribuye en los “Años Santos”, aunque previo el examen de conciencia, dolor de corazón, petición de perdón y reparación de los daños y perjuicios que se ocasionaran, con blasfemo olvido de que Dios no es “YO”, sino que es simple y trinitariamente NOSOTROS.
. Y ahora, una pregunta que algunos juzgarán de indiscreta y otros de discreta y discretísima: ¿Resultaría irreligiosa la publicación -“cara a cara”- del DNI. de nuestro “YO”, con sus consecuencias –también judiciales-, junto con algunos episodios de su “vida y milagros”, fiado documentalmente, pese a su bien cuidado y pudoroso anonimato, en que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”?