OTROS CARDEANALES (Y CARDENALAS)
Una vez más, a los profesionales de la información se les volvió a anatematizar en ciertos sectores del catolicismo tradicional, apostólico-romano y allegados-, de imprudentes, indiscretos, irreflexivos, irreverentes, atrevidos y anticlericales. La causa fue la divulgación de parte de algunas declaraciones que, con descoco, sin recato reverencial, sino todo lo contrario, uno de los usuarios del tren italiano “Bala Roja” efectuó en el trayecto Roma- Ferrara, y que resultó ser nada menos que su Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo.
Juzgando el comportamiento del papa Francisco, proclamó “ex cáthedra ferrocarrilera” literalmente “espero que la Virgen haga el idéntico milagro que hizo con el otro papa”, con holgada referencia a Juan Pablo I, a quien, por haber estado tan solo 33 días al frente del Pontificado, se le conoce como “El Breve”, por cuya causa de beatificación- canonización nadie ha movido todavía un dedo, y cuya historia, en el capítulo de su muerte, permanece en el más sospechoso e injusto de los misterios vaticanos, acorazado por secretos y cánones impropios de los tiempos en los que se datan los hechos, y de espaldas a la “luz perpetua”, sempiterno testimonio de Iglesia, y que algún día aparecerá con los rigores de su esplendor y brillo de documentos y datos fehacientes y reveladores.
Mientras tanto, los oyentes de la proclama arzobispal de uno de los miembros más preclaros del “Movimiento de Comunión y Liberación”, y los lectores y partícipes del contenido de la referida noticia, se preguntan , por ejemplo, qué participación se le reclama a la Virgen en este “negocio” de vivos y muertos papales, cómo es y se interpreta el evangelio con tales criterios jerárquicos, por qué se le escatima al sacrosanto nombre de Juan Pablo al “otro” papa, y a qué doctrina, “estrategia”, métodos y sistemas “santos” es posible , y hasta aconsejable en determinados casos, recurrir, con el fin de que también en la Iglesia es mejor que no se mueva nunca da, sino que “todo siga igual, y que sea lo que Dios quiera, Amén” La actualización por cualquier noticia del tema de la muerte del bendito Juan Pablo I , exiliado de los programas canónicos de los aspirantes al “honor de los altares”, el acendrado telón de silencio que se entreteje y extiende sobre su recuerdo, se limitarán a aplazar su trato con falaces criterios de humildad y de veracidad, que son los “milagros” inherentes a la creencia y ejercicio de la fe cristiana.
Como siempre, los “indiscretos, imprudentes y escandalosos” aparecerán ser eclesiásticamente los profesionales de la información, y no los miembros de la jerarquía. Menos mal que el papa Francisco, desde el conocimiento profundo del evangelio y de la condición humana, coloca con sensatez y pundonor los puntos sobre las “íes” de la realidad, y concreta y defiende que “los periodistas hacen bien denunciando la corrupción “, sin excluir la existente en la Iglesia, con hábitos talares o sin ellos.
Y es que, de una u otra manera, el tema de los obispos obligatoriamente es recurrente en los noticiarios, suministrando al pueblo de Dios, y a sus aspirantes, temas de conversación, que no siempre, y por desgracia, son edificantes. El papa Francisco, obispo de Roma, no escatima esfuerzos por neutralizar, aún con criterios rigurosamente litúrgicos y canónicos, modos estilos, gestos, palabras y ritos, poco o nada evangélicos, y que pertenecen a restos de paganismos e imperialismos, con los que jamás debió emparentarse la Iglesia, cuyo recuerdo persevera con lozanía, pero del que van “pasando” los fieles, con claras e inconfundibles señales de liberación y de gozo.
Una sugerencia que aceptará el papa Francisco será la instancia por parte del pueblo de acelerar la renovación del colegio cardenalicio, que en su día será el responsable de la elección de su sucesor, con lo que el proceso de renovación- reforma de la Iglesia, encarnado por él, no sufrirá estancamientos o retrasos. La presencia de nuevos cardenales procedentes de países y culturas no tradicionalmente católicas y occidentales, a la vez que la de seglares –hombres y, por supuesto, mujeres-, contribuirá a que no se apague la luz de la esperanza en la “Casa del Señor”, y en sus alrededores…
Juzgando el comportamiento del papa Francisco, proclamó “ex cáthedra ferrocarrilera” literalmente “espero que la Virgen haga el idéntico milagro que hizo con el otro papa”, con holgada referencia a Juan Pablo I, a quien, por haber estado tan solo 33 días al frente del Pontificado, se le conoce como “El Breve”, por cuya causa de beatificación- canonización nadie ha movido todavía un dedo, y cuya historia, en el capítulo de su muerte, permanece en el más sospechoso e injusto de los misterios vaticanos, acorazado por secretos y cánones impropios de los tiempos en los que se datan los hechos, y de espaldas a la “luz perpetua”, sempiterno testimonio de Iglesia, y que algún día aparecerá con los rigores de su esplendor y brillo de documentos y datos fehacientes y reveladores.
Mientras tanto, los oyentes de la proclama arzobispal de uno de los miembros más preclaros del “Movimiento de Comunión y Liberación”, y los lectores y partícipes del contenido de la referida noticia, se preguntan , por ejemplo, qué participación se le reclama a la Virgen en este “negocio” de vivos y muertos papales, cómo es y se interpreta el evangelio con tales criterios jerárquicos, por qué se le escatima al sacrosanto nombre de Juan Pablo al “otro” papa, y a qué doctrina, “estrategia”, métodos y sistemas “santos” es posible , y hasta aconsejable en determinados casos, recurrir, con el fin de que también en la Iglesia es mejor que no se mueva nunca da, sino que “todo siga igual, y que sea lo que Dios quiera, Amén” La actualización por cualquier noticia del tema de la muerte del bendito Juan Pablo I , exiliado de los programas canónicos de los aspirantes al “honor de los altares”, el acendrado telón de silencio que se entreteje y extiende sobre su recuerdo, se limitarán a aplazar su trato con falaces criterios de humildad y de veracidad, que son los “milagros” inherentes a la creencia y ejercicio de la fe cristiana.
Como siempre, los “indiscretos, imprudentes y escandalosos” aparecerán ser eclesiásticamente los profesionales de la información, y no los miembros de la jerarquía. Menos mal que el papa Francisco, desde el conocimiento profundo del evangelio y de la condición humana, coloca con sensatez y pundonor los puntos sobre las “íes” de la realidad, y concreta y defiende que “los periodistas hacen bien denunciando la corrupción “, sin excluir la existente en la Iglesia, con hábitos talares o sin ellos.
Y es que, de una u otra manera, el tema de los obispos obligatoriamente es recurrente en los noticiarios, suministrando al pueblo de Dios, y a sus aspirantes, temas de conversación, que no siempre, y por desgracia, son edificantes. El papa Francisco, obispo de Roma, no escatima esfuerzos por neutralizar, aún con criterios rigurosamente litúrgicos y canónicos, modos estilos, gestos, palabras y ritos, poco o nada evangélicos, y que pertenecen a restos de paganismos e imperialismos, con los que jamás debió emparentarse la Iglesia, cuyo recuerdo persevera con lozanía, pero del que van “pasando” los fieles, con claras e inconfundibles señales de liberación y de gozo.
Una sugerencia que aceptará el papa Francisco será la instancia por parte del pueblo de acelerar la renovación del colegio cardenalicio, que en su día será el responsable de la elección de su sucesor, con lo que el proceso de renovación- reforma de la Iglesia, encarnado por él, no sufrirá estancamientos o retrasos. La presencia de nuevos cardenales procedentes de países y culturas no tradicionalmente católicas y occidentales, a la vez que la de seglares –hombres y, por supuesto, mujeres-, contribuirá a que no se apague la luz de la esperanza en la “Casa del Señor”, y en sus alrededores…