“CARTA COLECTIVA”, “MERCEDES” Y “NUNCIO”

El saneamiento y reparación de los desórdenes ético-morales que la Dictadura supuso, y sigue suponiendo, es parte constitutivamente teológica y pastoral de la Iglesia en el organigrama cristiano. Conceptos como “reforma”, “arrepentimiento”, “propósito de enmienda” y “penitencia” son, forman y conforman de por sí, la idea de Iglesia, desde perspectivas religiosas ante Dios y ante los hombres.

+ ¿Qué se hace, por poner un ejemplo en sintonía con la Ley –sí, “ley”- de la Memoria Histórica, con los nombres de las calles erigidas en honor y reconocimiento pastoral y patriótico de los obispos que firmaron la “Carta Colectiva”, por la cual una guerra civil se pudo convertir- y se convirtió-, nada menos que en “Santa Cruzada”, en la que “buenos” y “malos” se vieron forzados a matarse entre sí, unos en calidad de “mártires” y otros como “martirizadores”, con generosas posibilidades entre los primeros de llegar a “ser elevados al honor de los altares”, y otros, por sistema y sin otra opción posible, condenados a “las calderas de Pedro Botero”?

+ Convencido de que temas como este hará reverdecer graves polémicas, juzgadas por algunos como inútiles y ya superadas, no obstante a otros les asiste el pleno derecho de reclamar, también en el nombre de Dios, para sí y sus familiares, las reparaciones debidas, al menos por parte de los ministros y administradores “pastorales” de la gracia de Dios, salvador en Cristo Jesús de “justos” y de “pecadores”.

+ A nadie mediadamente formado en el catecismo y en los principios de la fe cristiana podrá resultarle digerible la invención que entraña que todo un rosario de firmas arzobispales, episcopales y cardenalicias avalaran una “Carta Colectiva” por la que se llegara a conseguir la conversión en “Cruzada” –“concesión de indulgencias por el papa a quienes mantengan tropas contra los infieles”-, una guerra entre padres, hijos y hermanos, entre miembros de diversas clases sociales o de otros tantos partidos políticos.

+ Paralelo en tiempo y lugar, y con el “Nihil obstat” canónico, “dogmático” y ético-moral respectivo, en los catecismos de la Doctrina Cristiana en los que fuimos entonces educados en la fe, aparecía la definición de la “oración” como “levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. Lenguas viperinas y anticlericales, estimuladas por Satán y sus secuaces, entrecomillaron, o le colocaron letra mayúscula a la primera de “Mercedes”, convirtiendo así tal nombre en la marca automovilística de uno de los coches de mayor representación social, rango, categoría y “autoridad”, que podría distinguir y hacer notar a sus poseedores y usuarios. entre los que destacaron los miembros del episcopado español, firmantes de la “Colectiva”.

+ Las referidas lenguas viperinas atestiguan que la Nunciatura participó en la operación con generosidad y eficacia, hasta el punto de que, de los pocos “Mercedes” matriculados en provincias, su domicilio era el del palacio episcopal. Nunciatura-gestora de esta prestigiosa marca de coches, con oración o sin ella, estableció una relación comercial, poco menos que indisoluble…

+ Los Nuncios de SS., y sus asesores, -con nombres, apellidos y procedencias ascético- religiosas-, fueron y son piezas claves en la selección y ordenamiento de la jerarquía eclesiástica de España. Uno y otros son quienes le confieren entidad, rostro e imagen “oficial” a la Iglesia. El pueblo de Dios representa muy poco. Los curas, en general, con ser y ejercer de “la voz de sus amos”, les basta y les sobra, y cumplen con su ministerio. Romper tal esquema es arriesgado y nada rentable.

+ Por cierto que, hablando de Nuncios y de los nombramiento episcopales, ¿cómo fue posible que en el listado de episcopables se trascolara en nombre del actual obispo de Solsona, -joven, frívolo, fútil y guapo- , y además, y ahora, independentista “a macha martillo”, cuya vocación como sucesor de los Apóstoles cuesta tantos sacrificios asumir, presente el mismo Espíritu Santo? ¿Cuándo se publicarán los verdaderos porqués de su selección como obispo?

Son muchas las tareas que la historia y el santo evangelio le han encomendado al papa Francisco, no precisando este de “Mercedes”, de sillas gestatorias, ni de “papamóviles” y otras lindezas, bastándole con sus gestos y la gracia de Dios.
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