CATEDRALES Y MUSEOS RELIGIOSOS
La ocasión que suscita la redacción de estas sugerencias me la proporciona la carta siguiente:
“Las catedrales, templos e iglesias son no pocas veces la justificación, si no la única, la fundamental para la visita de una ciudad o de un pueblo. Hay muchos pueblos y muchas ciudades en las que, además de las iglesias, apenas si hay otra cosa que ver y admirar. Pero resulta que su visita cuesta dinero. Creo que los gastos de mantenimiento y de guía justifican normalmente el precio de la entrada. Creo también que a las iglesias van los turistas casi siempre a ver, y no a rezar. Pero el objeto de esta carta es resaltarle que hace poco tiempo, y en viaje al Valle del Loira en Francia, visité las iglesias y las catedrales y tales visitas no me costaron dinero alguno. Al recabar la explicación, alguien me informó que, como tales edificios eran de propiedad pública desde los tiempos de la Revolución Francesa, el Estado permitía libre y gratuitamente su visita. No sé si esta es la explicación adecuada. Pero la refiero aquí para dejar constancia de la misma y para informarles a quienes, como en mi caso, les extrañe tan generoso y culto proceder”.
. En el entorno de la Iglesia y, en general, de lo religioso, vuelve a sonar una vez más el dinero como protagonista y su distintivo.
. De acuerdo en que la cuestación del mismo, con las variadas formas de limosnas o del pago del bono de entrada y del guía, es indispensable “para un fin piadoso y benéfico”, como el mantenimiento y los gastos requeridos por ellos.
. De acuerdo también en que, hoy por hoy, y con el planteamiento y la praxis pastoral vigente, la asistencia a los actos de culto, por ejemplo en las catedrales y en determinadas iglesias parroquiales, es tan parco, que la tentación de tenerlas cerradas gran parte del día, les asalta fácilmente a propios y a extraños, al margen de anticlericalismos y otras lindezas.
. Pero los hechos son así de tozudos y de elocuentes: de no ser por las visitas turísticas, el culto sagrado que se oficia, y del que teóricamente se participa en los citados lugares sagrados, con dificultad justifica su apertura diaria, a no ser en ciertas fechas solemnes de carácter festivo del año, con notoria prevalencia para aquellas que definen patronazgos o acontecimientos locales, en los que, al menos en proporciones similares, prevalecen los motivos sociales, civiles o culturales no “religiosos” .
. Al margen aquí y ahora de quién o quienes sean los titulares de la propiedad, el sentido sacral prevalece en el marco de los templos, pudiendo ser descubierto en los retablos, en el silencio, en la historia y en el arte que guardan y custodian, siempre al servicio del pueblo. El templo, por templo, es de por sí y con pocas y someras explicaciones que se impartan, una verdadera catequesis, por lo que su visita y contemplación justifican su apertura, sin obligación de pagar nada por la entrada.
. En el caso de los museos religiosos, las posibilidades de evangelización y adoctrinamiento en la fe, vida y “milagros” de santos y santas, que proporcionan a los visitantes, superan con creces a las de las homilías, cartas pastorales, libros piadosos y aún a las encíclicas.
. Por lo que hace referencia a las hoy tan traídas y llevadas “inmatriculaciones” en la búsqueda legítima de los propietarios y usuarios con referencias a los registros oficiales, nos conformamos con aseverar que el pueblo- pueblo fue y es desde el principio su destinatario, lamentando este que tal condición no siempre se respete, primando los intereses personales, o los de los grupos, lo mismo políticos que piadosos.
. La nuda propiedad de los referidos “lugares sagrados” no importa tanto como el respeto y aprovechamiento de las posibilidades de educación integral que ellos facilitan para el desarrollo de los pueblos en los que se encuentran, sin exclusión para quienes puedan visitarlos por cualquier motivación turístico- cultural.
“Las catedrales, templos e iglesias son no pocas veces la justificación, si no la única, la fundamental para la visita de una ciudad o de un pueblo. Hay muchos pueblos y muchas ciudades en las que, además de las iglesias, apenas si hay otra cosa que ver y admirar. Pero resulta que su visita cuesta dinero. Creo que los gastos de mantenimiento y de guía justifican normalmente el precio de la entrada. Creo también que a las iglesias van los turistas casi siempre a ver, y no a rezar. Pero el objeto de esta carta es resaltarle que hace poco tiempo, y en viaje al Valle del Loira en Francia, visité las iglesias y las catedrales y tales visitas no me costaron dinero alguno. Al recabar la explicación, alguien me informó que, como tales edificios eran de propiedad pública desde los tiempos de la Revolución Francesa, el Estado permitía libre y gratuitamente su visita. No sé si esta es la explicación adecuada. Pero la refiero aquí para dejar constancia de la misma y para informarles a quienes, como en mi caso, les extrañe tan generoso y culto proceder”.
. En el entorno de la Iglesia y, en general, de lo religioso, vuelve a sonar una vez más el dinero como protagonista y su distintivo.
. De acuerdo en que la cuestación del mismo, con las variadas formas de limosnas o del pago del bono de entrada y del guía, es indispensable “para un fin piadoso y benéfico”, como el mantenimiento y los gastos requeridos por ellos.
. De acuerdo también en que, hoy por hoy, y con el planteamiento y la praxis pastoral vigente, la asistencia a los actos de culto, por ejemplo en las catedrales y en determinadas iglesias parroquiales, es tan parco, que la tentación de tenerlas cerradas gran parte del día, les asalta fácilmente a propios y a extraños, al margen de anticlericalismos y otras lindezas.
. Pero los hechos son así de tozudos y de elocuentes: de no ser por las visitas turísticas, el culto sagrado que se oficia, y del que teóricamente se participa en los citados lugares sagrados, con dificultad justifica su apertura diaria, a no ser en ciertas fechas solemnes de carácter festivo del año, con notoria prevalencia para aquellas que definen patronazgos o acontecimientos locales, en los que, al menos en proporciones similares, prevalecen los motivos sociales, civiles o culturales no “religiosos” .
. Al margen aquí y ahora de quién o quienes sean los titulares de la propiedad, el sentido sacral prevalece en el marco de los templos, pudiendo ser descubierto en los retablos, en el silencio, en la historia y en el arte que guardan y custodian, siempre al servicio del pueblo. El templo, por templo, es de por sí y con pocas y someras explicaciones que se impartan, una verdadera catequesis, por lo que su visita y contemplación justifican su apertura, sin obligación de pagar nada por la entrada.
. En el caso de los museos religiosos, las posibilidades de evangelización y adoctrinamiento en la fe, vida y “milagros” de santos y santas, que proporcionan a los visitantes, superan con creces a las de las homilías, cartas pastorales, libros piadosos y aún a las encíclicas.
. Por lo que hace referencia a las hoy tan traídas y llevadas “inmatriculaciones” en la búsqueda legítima de los propietarios y usuarios con referencias a los registros oficiales, nos conformamos con aseverar que el pueblo- pueblo fue y es desde el principio su destinatario, lamentando este que tal condición no siempre se respete, primando los intereses personales, o los de los grupos, lo mismo políticos que piadosos.
. La nuda propiedad de los referidos “lugares sagrados” no importa tanto como el respeto y aprovechamiento de las posibilidades de educación integral que ellos facilitan para el desarrollo de los pueblos en los que se encuentran, sin exclusión para quienes puedan visitarlos por cualquier motivación turístico- cultural.