COMENTARIOS E INSENSATECES

Garantizo que este artículo se interpretará con mayor facilidad y acierto, si se dispone de sensatez y humildad suficientes como para recurrir al Diccionario de la RAE y, entre otras, subrayar las siguientes palabras y el significado de las mismas: “Comentar”: “ explicar el contenido de un escrito para que se entienda con mayor facilidad”, “ “Anónimo”: “dicho que no lleva el nombre de su autor” ,o “papel sin firma en el que, por lo común, se dice algo ofensivo o desagradable”, Sinónimos de “insensateces” son, por ejemplo, “ necedades, tonterías e idioteces”.

. Comentarios – lo que se dice “comentarios” a la luz del diccionario, “palabra del pueblo” y “palabra de los hijos de Dios”, que son los lectores “itinerantes” o no de RD., de verdad de la buena que no son muchos los que acompañan las colaboraciones de quienes con honradez intelectual nos servimos desinteresadamente de sus páginas para contribuir a la evangelización de los posibles lectores, libres todos “por la gracia de Dios”. Más que “palabras” – algunas de las cuales en cristiano, como “Verbo”, son merecedoras de escribirse con letras mayúsculas, empleadas por los “comentaristas”, no pasarían el examen de ser comunicadoras de dignidad, de ideas y de buenas intenciones, por haberse petrificado en “palabros” indecentes y soeces en multitud de ocasiones, y jamás debieron haber buscado la floresta de RD. para manchar y ensuciar a sus posibles lectores.

. Sin agallas, entereza, ánimo y valentonería, siguiendo el pié de la letra, a veces “en virtud de santa obediencia”, y resguardados a la sombra de inspiraciones de movimientos afines y que se dicen “espirituales”, dando por supuesta por parte de los “defensores de la fe”, con participación en la Eucaristía y cargados de indulgencias, se registran “números” de personas dispuestas a engrosar ejércitos de expresiones feas, ya en desuso, y hasta trasconejadas en antros dudosa fama social, es decir, antisociales y anticristianas.

. “Como las ciencias adelantan hoy, que es una barbaridad”, -siempre con las debidas licencias judiciales-, no sería descartable que a los anónimos comentaristas - ofensores, por oficio o por vocación, les llegara ya la hora de su identificación y publicación de sus nombres, con sus respectivas fotos y retazos de sus “vidas y milagros”. Y es que, diálogo, sin conocer el tono de voz, los gestos, sin nombres y apellidos ·”ni padre ni madre, ni perrito que les ladre”- de alguno o algunos que intervienen en el mismo, automáticamente deja de serlo, privando a los seres humanos, y más a los cristianos, de la posibilidad de comunicarse entre sí, lo que es esencial para la convivencia, comunidad y comunión.

. Uno de mis “admiradores” comentaristas recientes, que se firma con el original seudónimo de “Por favor”, – “honra, beneficio o gracia”, auque también con otras acepciones deshonestas e impúdicas-, se decide a alentar “ a los familiares de Aradillas a que se compadezcan de él y le impidan seguir haciendo el ridículo” con sus escritos, Después de agradecerle personalmente yo a mi “Por favor” (¡¡) tal consejo, se me viene a la mente una escena similar narrada por el evangelista san Mateo (3,20-30), y le sugiero su identificación con mi decidido propósito de sugerirles a sus ínclitos familiares que le animen a que dé siempre la cara, y más por motivos “religiosos”, condición y virtud infinitamente superior a que yo, o cualquier ser humano, se exponga a hacer el ridículo…”Hacer o excitar a risa”, a tenor de lo que reza el diccionario, es obra de Dios. “No dar la cara”, lo es del diablo, ¡Ave María Purísima¡

. Un sacerdote, incardinado por más señas en la diócesis de Jaén –“Santo Reino”- disfruta desde el “ofensionario” – “ofensas”-- de sus comentarios, aportando el dato de que yo no cumpliré ya los ochenta años…¿Qué refiere, a tal efecto, su propio DNI? ¿Qué los de sus benditos padres?¿Qué pasará cuando el Papa Francisco llegue a los ochenta, cuando pase el año y medio que le falta? Con tantos ramos de misericordia y de paz como se crían y cultivan en el “Santo Reino”, y con el eximio fruto del óleo sagrado que sirviera al sacerdote jiennense para su consagración, ¿tiene este ministro del Señor alguna solución, no hitleriana, para acabar con los jóvenes ochenta-añeros, que cada año acrecentará su nómina?

. ¿Es posible convivir con tranquilidad junto a una persona que mantiene, expone y alimenta estos criterios, revestido de ornamentos sagrados? ¿Qué hacemos con San José, San Joaquín y Santa Ana, Abrahán y Martusalén “et sic de coeteris”, que por si este señor cura no sabe latín, tan solo pretendo hacer devota referencia a los Santos Padres de la Iglesia, y a él mismo, a quien el Código de Derecho Canónico llama “presbítero”, que en griego quiere decir “viejo”? ¿Qué posibilidades de redención y de vida ofrecen quienes, con hábitos talares o sin ellos, piensan de modo similar, respecto a la edad provecta, en contextos tristemente dramáticos con episodios con edades infantiles y adolescentes? ¿No le sobran razones al Papa Francisco para urgir la renovación de la Iglesia, avergonzado de que ciertas acciones “hagan llorar al mismo Dios”?
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