SE COMPRAN “MILAGROS”

Después de meditada, prolija y comprometida reflexión, expertos en temas eclesiales llegaron, y llegan, a conclusiones ciertamente inéditas, y sorprendentes para el mismo pueblo de Dios. Vaya por delante que, en la mayoría de los casos, y salvo insanas excepciones, sus intenciones son sistemáticamente limpias y transparentes, sin que les pase por el pensamiento dañar o deteriorar el entorno de santidad en el que se enmarcan personas, acciones y ministerios de por sí sagrados . Aseguro que, de la institución como tal, así como de sus representantes, aunque con las limitaciones propias de las criaturas de Dios, fueron y son argumentos y razones que motivaron las denuncias de hechos concretos.

Y una de las esferas- espacios en los que estos anidan y se concentran, es en el Vaticano, en su nombre, alrededores y entornos, con reiterada mención a cuanto suene a dinero. La conclusión es así de concluyente y escueta: en recintos y relaciones teóricamente tan hagiográficas y “bienaventuradas”, es posible comprar y vender todo, o casi todo. De entre el largo listado de objetos – sujetos fungibles, se pone el acento en las bulas, indulgencias, misas, reliquias y relicarios, objetos de piedad y de culto, favores de santos, oficios y “beneficios”, audiencias privadas, “bendiciones” en su variedad de materias y precios correlativas a matrimoniales, bautismos, primeras comuniones, bodas de plata, de oro y de otros preciosos metales, declaraciones de procesos de nulidades, beatificaciones y canonizaciones, mitras y capelos…

Sin exageración alguna, testigos presenciales y documentados, llegaron ya a hacer pública la expresión de que “en el Vaticano no se da nada gratis, sino que se cobra y se recibe, sin más”. Estos mismos testigos explican la dificultad existente al intentar averiguar si tales operaciones dinerarias se efectúan con o sin IVA, así como quién o quienes son sus receptores, normalmente eximiendo de la responsabilidad directa al Romano Pontífice, a no ser en alguna fracción de desconocimiento, pudiendo y debiendo estar enterado de ello.

La lectura del libro “Roma veduta-Monseñor se desnuda”- de Celso Alcaina alerta acerca de cómo y de qué modo tan sorprendente, también los procesos de beatificación- canonización están inficionados “por el bajo y vil metal del dinero”.

Atentos a la historia eclesiástica, en esta se refiere que en todo su primer milenio, solo el pueblo-pueblo creyente era quien elevaba “al honor de los altares” a cuantas personas se hubieran distinguido como ejemplos de vida y posibles mediadores ante Dios. Fue en el siglo XIII cuando la Curia Romana intervino directamente en tal menester, asumiéndolo en exclusividad el papa Sixto IV en el año 1588, con la creación del correspondiente dicasterio u organismo que se conocería como “Congregación para la Causa de los Santos”

Dato curioso, digno de análisis y consideración, es el de que durante el pontificado del papa Juan Pablo II, fueron elevados “al honor de los altares”, más santos y santas que los beatificados y canonizados por los demás papas en la historia de la Iglesia. Al estar establecida en los procesos la necesidad de la comprobación de habérseles atribuido a cada uno de ellos uno o dos milagros, cientos y cientos de estos debieron haber sido analizados y sancionados como tales, durante el pontificado de Wojtyla.

Con elementos de juicio como estos, el pueblo fiel, y no tan fiel, hoy un poco más ilustrado en materias religiosas, que lo estuviera en tiempos medievales,, tiene derecho a formular “a quien corresponda” un puñado de preguntas, que habrán de ser respondidas en virtud del deber que justifica haber aceptado sus cargos y sus ministerios.

De entre ellas destaco las siguientes: ¿Qué es de verdad un milagro o “acto de poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas humanas”? ¿Cuantos milagros son, se registran y sancionan como “milagrerías”? ¿Es posible que los mismos profesionales que los dan y reconocen como tales, no crean que la mayoría de los llamados milagros resultan demasiado chocantes y para-normales? ¿Estudiaron antes de afirmar y firmarlos, la verdadera capacidad de las fuerzas naturales y de la conexión con la persona aspirante a santo a quien se le habría de atribuir?.¿Es aceptable que Dios haga excepciones y discrimine normalmente a los pobres y a las personas anónimas, imposibilitados para encomendarse a los canonizables, dado que no tuvieron referencia alguna, por falta de medios económicos?

¿En qué proporción la noticia de los posibles milagros dependería de la publicidad invertida por Órdenes Religiosas, por colectivos o patrocinadores de los nuevos santos o santas?- ¿Acaso Dios estaría dispuesto a imponerles excepciones a las leyes de la naturaleza, solo en determinados casos concretos, dependiendo estos de la decisión de los médicos, o de los benditos o interesados miembros de la vaticana “Sagrada Congregación para la Causa de los Santos? ¿Por qué Dios habría de favorecer a una persona entre tantas, y a consecuencia de que ella, o los suyos, contaran con dinero? Los términos injusticia, inmoralidad y blasfemia, rondarían posiblemente las respuestas que muchos ofrecieran, aún con la más cándida y ritual de las intenciones.

Así las cosas, exactamente lo referente a las beatificaciones y canonizaciones es –debiera ser- preocupación preferente en la reforma de la Iglesia del papa Francisco.
Volver arriba