CUENTACUENTOS RELIGIOSOS

En los “plusquam imperfectos” tiempos del llamado “Nacional-Catolicismo” –mejorables por definición- al entonces, y también ahora, jovencísimo periodista y prolífico escritor, José Luis Martín, se le ocurrió la idea de convocarnos a una quincena de curas “atrevidos”, para examinarnos acerca de lo que pensábamos de las relaciones Iglesia-Estado. Fruto y consecuencia de aquellas conversaciones fue su por muchos tan recordado libro titulado “Banquillo para quince curas”, sin ahorrarse, ni ahorrarnos a los examinandos, los términos “banquillo” –o “asiento en el que se sienta el reo ante el tribunal”, así como “cura”, o “sacerdote encargado de una feligresía “, en nuestro caso la pastoreada por los periódicos o por los micrófonos.

Desde entonces ha llovido mucho, pero tal vez no tanto como el número de páginas de los nuevos libros del amigo abulense José Luís,, con novelas como “La vida del Santo Diamantino Repulgado”, “La caricia del murciélago”, “El sabor de la carne”, “El viento que viene del mar”, “Danzas, botargas y tarascas”, y tantos otros títulos jugosamente sabrosos unos, y ascéticos, otros, pero todos ellos intensa y limpiamente populares, inteligibles, argentinos y sugeridores de ideas y sentimientos, con remembranzas de las “florecillas” del santo de Asís, si bien con segundas, y aún, terceras intenciones., todas educadas y “educadoras”.

Entre las habilidades y predilecciones del autor destacan las propias de su condición de Cuentacuentos, actualizadas con predilección mayor, ahora que ha descubierto las inmensas, salutíferas y literarias posibilidades que le brinda la asidua conjugación del divino verbo “abuelear” hasta sus penúltimas consecuencias familiares y sociales.

Y es que la de los cuentos es asignatura pendiente de aprobación en los estamentos docentes y decentes más acreditados y nobles, en cualquier organigrama pedagógico y más hoy, cuando las leyes relativas a la educación son tan cambiantes, políticas, efímeras, contradictorias y contraproducentes.

José Luis, sensibilizado con el tema, doctorado en Cuentacuentos, acaba de colocar en el mercado de las esperanzas libreras, en su diversidad de versiones, técnicas y “de papel”, su nuevo título de “Cuentos irracionales” editado por “Liber factory. A modo de prólogo, refiere el autor que,”en realidad, su libro es un canto de salutación a cuantos animales pueblan sus páginas, como son monos, perros, cuervos y leones, aquellos seres que nos descubren enigmas que nos dejan en tantos momentos sin habla…¡Cómo si no, la mirada, luz fosforescente en los ojos de “Marujo”, el gato posesivo que mira a su ama y le ordena que, cuando por el suelo se tumbe, sobre la espalda gatuna, de ella espera la caricia que le haga vibrar la piel de la panza…¡ Otro tanto podría decir de “Moncho roso”, un perro bello sin antecedentes nobles, que refugia su alegre candor metiendo el hocico entre las manos de su dueño…¡”

“La claridad del amor recóndito que nos regalan estos y tantos otros animales” , es un redescubrimiento y toma de conciencia “franciscana” de religiosidad popular inabarcable, fraterna y ecológica, en consonancia fiel con las tendencias más limpias , transparentes y sustantivas de la ascética, de la mística y de la teología pastoral actualizadas por el Papa actual “venido de allende los mares”… Estudiando, viviendo y conviviendo con estos animales “irracionales”, sus dueños aprenderán a vivir y a convivir con los “racionales”, o con quienes, al menos, muestran deseos de llegar a ser y a ejercer algún día…

Toda religión, cuando es verdadera, y fundamentada en el evangelio, y no en negocios y en “carrerismos” profanos y civiles, jamás será un “cuento” por muy piadoso que sea presentado. La religión es una exigencia, una historia, unos argumentos y, sobre todo, es un compromiso, una convicción y una gracia de Dios. Pero en su difusión- evangelización, su narrativa, por lo de la transcendencia, ha de asemejarse y ser, la propia y específica de los cuentos, es decir, de las parábolas, uno de cuyos intérpretes literarios más conspicuos aparece aquí con los tres nombres de “José”, “Luis” y “Martín”, el santo obispo que en la “leyenda áurea” partiera su capa con el pobre diocesano de Tours.
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