“DESCANONIZADOS” POR MISÓGINOS
Misoginia –“aversión a las mujeres por mujeres”-, es término, concepto, ministerio, doctrina y actividad, que caracterizó, caracteriza y aún contribuye a que determinados beatos y santos lo fueran, y “alcanzaran el honor de los altares”, con todos los requisitos y procedimientos canónicos, que no son pocos y además muy caros. El afijo “des” es síntesis de las proposiciones latinas “de” y “ex”, que significan “oposición , privación o “fuera de”, y que en el caso de su aplicación a “canonizar” –“descanonización”- querría decir “expulsión del calendario litúrgico –Santoral- de la Iglesia, a determinados beatos o santos, que precisamente en nuestro caso se distinguieron y sobresalieron por sus comportamientos y aseveraciones en contra de la mujer, entre otras cosas, objeto y sujeto de pecado, “hombre-varón frustrado”, e incapacitada de por sí de relacionarse directamente con Dios, subordinada y esclava a perpetuidad del padre, del marido o del hermano.
. Con el convencimiento de la importancia que tuvo, y sigue teniendo, la vigencia de tal aseveración, dentro y fuera de la Iglesia, en el contexto del organigrama que de ella posee el Papa Francisco, la remota decisión de plantearse el tema de la posibilidad de tal “descanonización” no podría ser rechazada, y menos previa condena de los defensores de tan “purificadora” e higiénica medida para que los fines salvadores de la Iglesia se alcancen.
. Aflige y atormenta por motivos teológicos, pastorales y evangélicos, que la mujer siga siendo tratada de la forma y manera que adoctrina, por ejemplo, san Pablo, san Agustín, san Juan Damasceno, santo Tomás de Aquino, los concilios y, en general, la Iglesia oficial, con sus normas y cánones. Unas y otras son otras tantas afrentas que, si hasta el presente, la mujer no tuvo más remedio que asumir, porque además así lo aconsejaban y prescribían las circunstancias ambientales, en la actualidad, y gracias sean dadas a Dios, la mujer desiste de seguir considerada como objeto de pecado y persona de tercera o cuarta división.
. En cualquier sector de la sociedad, -profesión, trabajo, actividad familiar…- la mujer es objeto- sujeto de discriminación, doliéndole mucho más a ella que también lo sea dentro de la propia Iglesia, con imposibilidad de participar con idénticos derechos y deberes que el varón. Cuando para justificar tan deshonrosa y ofensiva desigualdad se recurre a argumentos bíblicos y se invoca y se pone a Dios por testigo, los perfiles de la blasfemia y de la profanación aparecen con rutilante y centelleante nitidez.
. Si el Santoral- Año Cristiano, está hoy pendiente de renovación, revisión y reforma urgente y profunda en los planes del Papa Francisco, y como respuesta a persistentes demandas del pueblo de Dios, y del sentido y contenido de la historia, y más de la hagiografía, cuanto se reclama filosófica, teológica, sociológica y antropológicamente con la mujer, la frase de “no se puede esperar ya más” surge con contundencia y veracidad y sin concesión alguna para la exageración o el desbordamiento.
. Al calendario- Año Cristiano, le sobran defensores de la dignidad y nobleza del hombre- varón como ser humano, y le faltan protectores de la mujer, también como ser humano que es, e incomparablemente más necesitado y pobre que cualquier componente del sexo masculino, conocido y reconocido sociológicamente como “el sexo fuerte”.
. Para nadie es un secreto que el proceso de “higienización” del Año Cristiano – Santoral, por lo que se refiere a los derechos y deberes de la mujer, es arduo y difícil, pero precisamente tal circunstancia habrá de favorecerlo y facilitarlo. Dada su gravedad e importancia, apunto que un día, que está ya cercano, la mujer se canse de tanta desconsideración y se rinda ante otras opciones, aún religiosas, de sus valores y de cuanto pueda aportarle a la comunidad.
. En la “nómina oficial” de beatos y santos, en la que se les aprueba, reconoce, e indulgencia a quienes, a estas alturas del desarrollo de la sociedad, se acercan o encomiendan a los santos por su ejemplaridad, no es explicable que se les siga dando cobijo, y entronizando, en retablos y en peregrinaciones, a sus imágenes, sin al menos intentar explicar el por qué de su exacerbada e irritante misoginia, con criterios abiertamente evangélicos. Estas y otras “descanonizaciones” seguramente que harían confluir a la Plaza vaticana de san Pedro, también riadas de peregrinaciones turístico- religiosas.
. Con el convencimiento de la importancia que tuvo, y sigue teniendo, la vigencia de tal aseveración, dentro y fuera de la Iglesia, en el contexto del organigrama que de ella posee el Papa Francisco, la remota decisión de plantearse el tema de la posibilidad de tal “descanonización” no podría ser rechazada, y menos previa condena de los defensores de tan “purificadora” e higiénica medida para que los fines salvadores de la Iglesia se alcancen.
. Aflige y atormenta por motivos teológicos, pastorales y evangélicos, que la mujer siga siendo tratada de la forma y manera que adoctrina, por ejemplo, san Pablo, san Agustín, san Juan Damasceno, santo Tomás de Aquino, los concilios y, en general, la Iglesia oficial, con sus normas y cánones. Unas y otras son otras tantas afrentas que, si hasta el presente, la mujer no tuvo más remedio que asumir, porque además así lo aconsejaban y prescribían las circunstancias ambientales, en la actualidad, y gracias sean dadas a Dios, la mujer desiste de seguir considerada como objeto de pecado y persona de tercera o cuarta división.
. En cualquier sector de la sociedad, -profesión, trabajo, actividad familiar…- la mujer es objeto- sujeto de discriminación, doliéndole mucho más a ella que también lo sea dentro de la propia Iglesia, con imposibilidad de participar con idénticos derechos y deberes que el varón. Cuando para justificar tan deshonrosa y ofensiva desigualdad se recurre a argumentos bíblicos y se invoca y se pone a Dios por testigo, los perfiles de la blasfemia y de la profanación aparecen con rutilante y centelleante nitidez.
. Si el Santoral- Año Cristiano, está hoy pendiente de renovación, revisión y reforma urgente y profunda en los planes del Papa Francisco, y como respuesta a persistentes demandas del pueblo de Dios, y del sentido y contenido de la historia, y más de la hagiografía, cuanto se reclama filosófica, teológica, sociológica y antropológicamente con la mujer, la frase de “no se puede esperar ya más” surge con contundencia y veracidad y sin concesión alguna para la exageración o el desbordamiento.
. Al calendario- Año Cristiano, le sobran defensores de la dignidad y nobleza del hombre- varón como ser humano, y le faltan protectores de la mujer, también como ser humano que es, e incomparablemente más necesitado y pobre que cualquier componente del sexo masculino, conocido y reconocido sociológicamente como “el sexo fuerte”.
. Para nadie es un secreto que el proceso de “higienización” del Año Cristiano – Santoral, por lo que se refiere a los derechos y deberes de la mujer, es arduo y difícil, pero precisamente tal circunstancia habrá de favorecerlo y facilitarlo. Dada su gravedad e importancia, apunto que un día, que está ya cercano, la mujer se canse de tanta desconsideración y se rinda ante otras opciones, aún religiosas, de sus valores y de cuanto pueda aportarle a la comunidad.
. En la “nómina oficial” de beatos y santos, en la que se les aprueba, reconoce, e indulgencia a quienes, a estas alturas del desarrollo de la sociedad, se acercan o encomiendan a los santos por su ejemplaridad, no es explicable que se les siga dando cobijo, y entronizando, en retablos y en peregrinaciones, a sus imágenes, sin al menos intentar explicar el por qué de su exacerbada e irritante misoginia, con criterios abiertamente evangélicos. Estas y otras “descanonizaciones” seguramente que harían confluir a la Plaza vaticana de san Pedro, también riadas de peregrinaciones turístico- religiosas.