DIFÍCIL – IMPOSIBLE - ECUMENISMO
Rebasa con creces la crueldad del escándalo bíblico la fácil comprobación de tener que creer, y por tanto, practicar, que la imagen del “Cristo Roto” sea distintivo de Iglesia. Católicos, y no católicos, ateos y aspirantes a dejar de serlo algún día, ciudadanos y políticos en general, proporcionan elementos suficientes como para hacer asequible, y hasta obligado, el convencimiento de que la unidad es inalcanzable entelequia en sus respectivos territorios, y más cuando la pluralidad se le adjunta como complemento esencial, y todo ello al servicio de la colectividad y del bien común.
. Y es que, en general, más en religioso y más aún en cristiano, de la necesidad de la educación de la fe y sus consecuencias se desterraron a tiempo y desdichadamente cuantos principios, argumentos y razones pudieran contribuir al enraizamiento y operatividad de la unidad, pese a que exactamente Comunión- Eucaristía es su sacramento supremo.
. Se nos educó y educa, también “en cristiano”, para la confrontación, y no para el entendimiento. Los brazos raramente abrazan en religión, sino que se limitan a remedar gestos de comprensión, ayuda y ternura al dictado de hipócritas normas litúrgicas y sociales, representando la mayoría de ellos su ínclita y veraz vocación y sentido cuando beligerantemente blanden las armas con rechazo expreso de instrumentos de armonía y concordancia, o de cuerda.
. A cambio de salvaguardar por encima de todo, las “buenas” relaciones con los dogmatismos, muchos de ellos impuestos por la burocracia y los cánones, la unidad y su cálido y familiar cortejo de encuentros y satisfacciones brillará por su ausencia, con lo que se evitarán tentaciones procedentes del “mundo, demonio y carne”, función y tarea de evangelizadores y falsos e hipócritas “ministros del Señor”.
. Quede constancia que las religiones, en general, con comprometida, limpia y demostrada mención para la cristiana, son de por sí, y en sus sagrados libros fundacionales, principio y fundamento, de unidad, de salvación y de amor. En idéntica, y aún superior, proporción quede así mismo constancia de que los administradores y representantes jerárquicos de tales religiones e Iglesias son quienes obstaculizan más impune y dramáticamente las posibilidades de unión, ante falaces temores de perder sus emolumentos y dignidades sociales, con prerrogativas humanas y divinas.
. La “operación ecumenismo”, que de vez en cuando se actualiza en la Iglesia, apenas si es consistente. Sus índices de credibilidad son más bien escasos. Diríase que la mayoría de ellos son fantasiosos y publicitarios. La elección de sus eslóganes y el testimonio de los responsables de las respectivas campañas, de uno y otro lado, así lo delatan.
. El uso del propio término “ecumenismo” permaneció largo tiempo condenado por la Iglesia católica, al haber sido adscrito en sus principios a los protestantes. La idea que aún todavía, y contradictoriamente, sigue primando en las antesalas de los de los edificios, catequesis e instituciones religiosas cristianas, es la de que el verdadero ecumenismo no consiste, ni consistirá de por vida, en que sean los demás quienes llamen y se decidan a entrar en sus “Iglesias hermanas”, sin renunciar a sus privilegios, “verdades” y dogmas, liturgias, procesiones, posesiones , dignidades y ornamentos y, por consiguiente a “representaciones oficiales” de Dios, de las Vírgenes y de los santos…
. El camino a recorrer por el ecumenismo dentro de la Iglesia católica apenas si ha sido iniciado. Son de alabar los escarceos y divagaciones, también los anecdóticas y significativas, ensayados y presentados con veracidad por el Papa Francisco. Sobre todo es de destacar que lo que anima y acelera esta macha es el alto grado de normalidad que se observa en el pueblo de Dios que “pasa” de adjetivaciones eclesiales de católicos, protestantes, ortodoxos y demás, a la hora de la convivencia, del trabajo, de la política, del ocio, de la proyección familiar y aún de sus raras, incomprensibles y mágicas liturgias.
. Y es que, en general, más en religioso y más aún en cristiano, de la necesidad de la educación de la fe y sus consecuencias se desterraron a tiempo y desdichadamente cuantos principios, argumentos y razones pudieran contribuir al enraizamiento y operatividad de la unidad, pese a que exactamente Comunión- Eucaristía es su sacramento supremo.
. Se nos educó y educa, también “en cristiano”, para la confrontación, y no para el entendimiento. Los brazos raramente abrazan en religión, sino que se limitan a remedar gestos de comprensión, ayuda y ternura al dictado de hipócritas normas litúrgicas y sociales, representando la mayoría de ellos su ínclita y veraz vocación y sentido cuando beligerantemente blanden las armas con rechazo expreso de instrumentos de armonía y concordancia, o de cuerda.
. A cambio de salvaguardar por encima de todo, las “buenas” relaciones con los dogmatismos, muchos de ellos impuestos por la burocracia y los cánones, la unidad y su cálido y familiar cortejo de encuentros y satisfacciones brillará por su ausencia, con lo que se evitarán tentaciones procedentes del “mundo, demonio y carne”, función y tarea de evangelizadores y falsos e hipócritas “ministros del Señor”.
. Quede constancia que las religiones, en general, con comprometida, limpia y demostrada mención para la cristiana, son de por sí, y en sus sagrados libros fundacionales, principio y fundamento, de unidad, de salvación y de amor. En idéntica, y aún superior, proporción quede así mismo constancia de que los administradores y representantes jerárquicos de tales religiones e Iglesias son quienes obstaculizan más impune y dramáticamente las posibilidades de unión, ante falaces temores de perder sus emolumentos y dignidades sociales, con prerrogativas humanas y divinas.
. La “operación ecumenismo”, que de vez en cuando se actualiza en la Iglesia, apenas si es consistente. Sus índices de credibilidad son más bien escasos. Diríase que la mayoría de ellos son fantasiosos y publicitarios. La elección de sus eslóganes y el testimonio de los responsables de las respectivas campañas, de uno y otro lado, así lo delatan.
. El uso del propio término “ecumenismo” permaneció largo tiempo condenado por la Iglesia católica, al haber sido adscrito en sus principios a los protestantes. La idea que aún todavía, y contradictoriamente, sigue primando en las antesalas de los de los edificios, catequesis e instituciones religiosas cristianas, es la de que el verdadero ecumenismo no consiste, ni consistirá de por vida, en que sean los demás quienes llamen y se decidan a entrar en sus “Iglesias hermanas”, sin renunciar a sus privilegios, “verdades” y dogmas, liturgias, procesiones, posesiones , dignidades y ornamentos y, por consiguiente a “representaciones oficiales” de Dios, de las Vírgenes y de los santos…
. El camino a recorrer por el ecumenismo dentro de la Iglesia católica apenas si ha sido iniciado. Son de alabar los escarceos y divagaciones, también los anecdóticas y significativas, ensayados y presentados con veracidad por el Papa Francisco. Sobre todo es de destacar que lo que anima y acelera esta macha es el alto grado de normalidad que se observa en el pueblo de Dios que “pasa” de adjetivaciones eclesiales de católicos, protestantes, ortodoxos y demás, a la hora de la convivencia, del trabajo, de la política, del ocio, de la proyección familiar y aún de sus raras, incomprensibles y mágicas liturgias.