DIRECTORES ESPIRITUALES

Han sido, son y serán noticia, sacerdotes y obispos llamados “directores espirituales”, dando a la vez la impresión de que informadores y comentaristas prepararon ya sus cálamos para firmar la defunción y tránsito de estos “a mejor vida”. Otros se aferran ascéticamente a la historia y los defienden con argumentos divinos y humanos. Es posible que estas, y tantas otras reflexiones, contribuyan al esclarecimiento del tema.

. El hecho es que, entre unas cosas y otras, “directores”, por supuesto “espirituales” realizaron en la Iglesia y sus alrededores tareas eminentemente educadoras de la fe, con el consiguiente provecho para la vida de sus dirigidos y dirigidas en los ámbitos personales, familiares y convivenciales. Aconsejar, hacer reflexionar, recordar, advertir y hasta apercibir a otros, es misión salvadora, y más cuando a sus palabras las acompañan las obras de los “consejeros”.

. Pero “no siempre fue verdad tanta belleza”, y aconteció- acontece- que en frecuentes ocasiones la labor de los directores espirituales no se realizó en conformidad con el respeto, la consideración y el “santo temor de Dios” que ministerio tan sagrado presupone y exige, y los daños ocasionados a los dirigidos/as fueron graves e irreparables.

. En muchas ocasiones, y normalmente “por obra y gracia de orientaciones de orden superior”, de la dirección espiritual se hizo uso como un motivo más de vanidades piadosas ante sí y ante el resto de la comunidad eclesial, sin tiempo, ocasión y motivo para ser dirigidos, pero cuyos nombres y cargos “preclaros” se hicieron, o se harán, presentes hasta en los obituarios.

. En otras muchas ocasiones, el planteamiento, intención y práctica con que se efectuó la dirección referida, no se mantuvo con el debido respeto a la libertad, autonomía y sacrosanta independencia de las personas, forzadas a conducirse y comportarse de determinada manera, apuntalando además tal tarea- ministerio con exigencias dimanantes de la propia “voluntad de Dios”.

. Rechazo aquí la mención remota a la realidad de que en ciertas “direcciones espirituales” sus motivaciones prioritarias respondieron a programaciones procedentes de los órganos supremos de los movimientos religiosos, o piadosos, con los que se comprometieron, sin límite para pensar en relación con los bienes del alma, sino también con referencias explícitas respecto a algunos, a veces, todos- , de los terrenales y tangibles, fácil y legalmente convertibles y “blanqueables” en ulteriores cuentas bancarias.

. En el mismo contexto descarto el más leve recuerdo a aviesas y arriesgadas derivaciones “sentimentales”, a las que la espiritualidad y la devoción no bien digeridas, no fueron suficientes para su determinante control, sin la más remota concesión para dar paso a debilidades de la carne, es decir, del cuerpo, al igual que del alma.

. Causa también de la crisis registradas en la nómina de los “directores espirituales”, además de la lejanía de los sacerdotes consejeros, de la realidad de los problemas que viven y para los que solicitan orientación los potenciales dirigidos y dirigidas, es la falta de ellos, cuyo listado desciende de modo constatable y apremiante. El número de sacerdotes, posibles directores espirituales, es alarmante, sin tiempo material para confesar- dirigir, y ni para confesarse ellos mismos. El trabajo pastoral apenas si puede ser atendido, con su negativa repercusión aún en los mismas actos de piedad y de culto.

. Capítulos gloriosos de las vidas ejemplares de santos y santas fueron posibles gracias a la gracia de Dios, y a la colaboración de los directores, –que no “mariscales de campo”-, espirituales. Su desaparición, desorientación o deterioro en su labor ministerial, y más en los casos en los que se trate de obispos, constituye un infortunio para Nuestra Santa Madre la Iglesia.
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