Ecumenismo, estación terminal

Ecumenismo, unidad e Iglesia son términos correlativos. Diría que homogéneos e intercambiables, a la vez que tan indispensables en su idea y en su praxis, que la carencia o enflaquecimiento de cualquiera de ellos daña o bastardea indefectiblemente a los otros. La insistencia en el tema es preocupación evangélica y tarea principal del Papa Francisco, cercada, hoy por hoy, de dificultades muy graves.

. Ser, y comportarse como hermanos en Cristo Jesús, primará sobre toda aspiración o proyecto religiosos que encarnaran el Papa, Lutero o cualquier fundador o inspirador de cuantas Iglesias se intitulen “cristianas”

. Más importante que ser portador de una etiqueta confesional, es ser simplemente cristiano.

. El proceso de “desinstitucionalización” de la Iglesia es imperativo evangélico. La jerarquía, tal y como sigue siendo hasta el presente ejercida sistemáticamente, limita, o acaba con la libertad. En su ancho perímetro, la coacción está fuera de tiempo y lugar. La prostituye, dilacera y corrompe.

.Vivir en cristiano, y como cristianos, es vivir en libertad el amor a Cristo Jesús, que se fundamenta y expresa en el servicio a la colectividad, como razón de ser y estación terminal. La Iglesia, creada por la palabra de Dios, se edifica en la libertad perfecta.

. Pocas, prácticamente ninguna, proposiciones, estructuras conceptuales, formulaciones litúrgicas o para-litúrgicas, “preceptos” y cánones, serán reputadas esenciales en la Iglesia, ni como condiciones necesarias para la pertenencia a la misma.

. Es deber primario, y ejercicio elemental de cultura y de responsabilidad, lo mismo personal que colectiva, alcanzar lo antes posible el convencimiento de que la historia de las escisiones, discordias y reacciones cismáticas de fundadores de otras Iglesias no suele ser ni tan veraz como nos es transmitida por parte de unos, ni tan falseada, en conformidad con la versión proporcionada por otros. ( Es posible, por ejemplo, que el reformador Martín Lutero, antes de clavetear sus 95 tesis sobre las indulgencias el día 31 de octubre de 1517 en las puertas de la iglesia de Wittenberg, le enviara el texto a las autoridades episcopales correspondientes, sin haber obtenido ninguna respuesta).

. En la Iglesia de Cristo no tendrá jamás cabida la institucionalización absolutizada y petrificada. Tampoco la tendrá la comercialización de la gracia, con fórmulas de indulgencias o de cualquier otra especie.

. Aunque con dificultades ideológica y prácticas, hasta ahora insalvables, “per se” y “ex cátedra”, excomulgatorias y excomulgantes, felizmente se llega ya a aducir y hacer pública la idea de que una Iglesia local, concretamente en el caso de Roma, no tiene por qué ser la única representante de Cristo en la tierra . La aspiración de que puedan serlo, y lo sean, igualmente otras, y todas ellas en común-unión, es esquema de ecumenismo veraz.

. En estos esquemas “religiosos”, y en los de la convivencia general, la idea de la autoridad “desclericalizada” se abre paso con nitidez y soberanía, con la bella y reconfortante convicción cultural y piadosa de que es un reglado de Dios a la humanidad.

. Son muchos –con reverencial indicación para el Papa Francisco-, quienes no se ahorran insinuaciones y denuncias de que precisamente la Curia Romana con su piramidal y ciclópeo aparato canónico, fue, y es todavía, medio e instrumento casi todopoderoso, que no solamente no facilita, sino que estorba e impide los progresos en los caminos del ecumenismo, pese a haber sido este proclamado como uno de los logros más satisfactorios del, todavía inédito para muchos, Concilio Vaticano II, en el contexto remunerador de la sensibilidad hoy activa en tantos órdenes de la vida social, política y económica.

. Da la impresión de que, por fin, el sentido común, y la gracia de Dios, están ya en disposición de alinearse para proclamar que no son pocos los elementos no católicos que se interpolaron en la Iglesia, aún en el “sagrado” organigrama de su estamento jerárquico. Jamás las interpolaciones, y menos las de este signo, construirán Iglesia. La depravan y envician, además de impedir todo progreso ecuménico.
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