FAMILIA Y MITOS
Son muchos los mitos-“fábulas alegóricas, especialmente en materia religiosa”- , que se crean y re-crean en los alrededores y dependencias de la idea y expresión de la “familia”, entre cuyas acepciones populares y académicas destaca la de “gente que vive en una casa bajo la autoridad del señor de ella”. Toda reflexión, al dictado de la buena voluntad y experiencia propia y ajena, habrá de ser, de por sí, bien venida.
. La teología y la moral que se dicen “cristianas”, demandan replanteamientos profundos y urgentes. Su misma condición de “sacramento” para el matrimonio, es principio y clave del mismo. Es posible que el término “sacramental” –bendición o plegaria- defina y especifique, a la luz de la religión y de la liturgia, el sentido y contenido de un contrato, que recibió tan importante condición y categoría sagradas sin los méritos suficientes que el resto del listado de los “signos sensibles de un efecto interior y espiritual que Dios obra en las almas”
. La terminología popular con la que se manifiesta cuanto se relaciona con el matrimonio, es propia de los tratos-contratos civiles, más que de lo que se refiere y compromete con la gracia de Dios inherente a los sacramentos. La preparación que, tanto oficialmente, como en la práctica socio-religiosa, se exige para su recepción por parte de los cónyuges, apenas si admite un examen serio de motivaciones y exigencias de la fe, comenzando por su condición y carácter de “indisoluble”.
. Son muchas las funciones que en otros tiempos se les adscribían a la institución de la familia, como sus únicas y verdaderas depositarias, con argumentaciones bíblicas y teológicas, que en la actualidad pasaron y administran, instituciones y organismos del Estado, con más medios y resultados similares y aún mejorados.
. ¿Es siempre, y por definición religiosa y social la familia, escuela de formación de virtudes y comportamientos comunitarios, antes y después de comprobar que también fueron, y siguen siendo, academias de egoísmos, egolatrías, aislamientos y narcisismos mercantilistas, mezquinos y utilitarios?. Desdichadamente no alcanzan la titulación de escuela de preparación para la vida, con inclusión del cultivo de las virtudes cristianas que configuran la definición adjunta de “casa de la Iglesia”, la mayoría de las “residencias domésticas” que definen y enmarcan las familias.
. Cuanto se relaciona con la mujer, pese a ciertos cantos románticos, donosos y enfebrecidos de “reina y señora del hogar”, como madre y esposa, se echa de menos un trato de igualdad en comparación con el varón –o varones- , miembros de la institución. El esquema de vida que le reservan a la mujer la familia “tradicional” y los inspiradores de su constitución y mantenimiento social y religioso, raramente se acomoda a principios elementalmente cristianos y actuales. El conservadurismo se acentúa de manera incuestionable y decisiva en estos baluartes, con las lógicas consecuencias, no siempre positivas ni edificante, son todo lo contrario.
. Aplicando a los matrimonios que optaron por su “sacramentalización” canónica, los criterios que en los Tribunales Eclesiásticos se aplican para su declaración como “nulos” , y a los que tienen acceso singular, caro y preciso los expertos en el tema, con sus correspondientes nóminas, minutas y corruptelas, es fácil concluir que la mayoría de ellos lo fueron, o pudieron serlo de verdad. Un somero examen de “sacramentalidad” de las ceremonias, ritos e intenciones de los “contrayentes”, abre de par en par las puertas de su declaración como inexistentes, en conformidad con la doctrina cristiana y de las valoraciones sociales, cívicos y antropológicas een general.
. El matrimonio –todo matrimonio- es de por sí indisoluble, precisamente hasta que dejó de serlo. Y entonces ¿qué?. ¿Hay otras soluciones más claramente evangélicas que las misericordiosas apuntadas ya felizmente por el Papa Francisco, e interpretadas y vilipendiadas por algunos –también purpurados- como impías y heréticas.
. El matrimonio está en permanente proceso de edificación y madurez. Algo así como el ser y la condición de cristiano. “No soy cristiano, sino alguien que se esfuerza por serlo…”
. ¿Podría patrocinarse la ocurrencia de algunos “padres sinodales”, célibes por la gracia de Dios, del ensayo del matrimonio “ad tempos” – de seis meses a dos años- , antes de conferirle el grado y la categoría de indisoluble? Ensayos como estos, jamás podrán ser religiosos.
. Ilustra y ayuda rendirle culto sempiterno a la idea de que en tiempos difíciles se estrechan los vínculos matrimoniales, y en los de abundancia estos se constriñen y reducen, por lo que en las decisiones que se tomen en uno u otro marco, se habrán de hacer responsablemente presentes estas circunstancias y valoraciones.
. La teología y la moral que se dicen “cristianas”, demandan replanteamientos profundos y urgentes. Su misma condición de “sacramento” para el matrimonio, es principio y clave del mismo. Es posible que el término “sacramental” –bendición o plegaria- defina y especifique, a la luz de la religión y de la liturgia, el sentido y contenido de un contrato, que recibió tan importante condición y categoría sagradas sin los méritos suficientes que el resto del listado de los “signos sensibles de un efecto interior y espiritual que Dios obra en las almas”
. La terminología popular con la que se manifiesta cuanto se relaciona con el matrimonio, es propia de los tratos-contratos civiles, más que de lo que se refiere y compromete con la gracia de Dios inherente a los sacramentos. La preparación que, tanto oficialmente, como en la práctica socio-religiosa, se exige para su recepción por parte de los cónyuges, apenas si admite un examen serio de motivaciones y exigencias de la fe, comenzando por su condición y carácter de “indisoluble”.
. Son muchas las funciones que en otros tiempos se les adscribían a la institución de la familia, como sus únicas y verdaderas depositarias, con argumentaciones bíblicas y teológicas, que en la actualidad pasaron y administran, instituciones y organismos del Estado, con más medios y resultados similares y aún mejorados.
. ¿Es siempre, y por definición religiosa y social la familia, escuela de formación de virtudes y comportamientos comunitarios, antes y después de comprobar que también fueron, y siguen siendo, academias de egoísmos, egolatrías, aislamientos y narcisismos mercantilistas, mezquinos y utilitarios?. Desdichadamente no alcanzan la titulación de escuela de preparación para la vida, con inclusión del cultivo de las virtudes cristianas que configuran la definición adjunta de “casa de la Iglesia”, la mayoría de las “residencias domésticas” que definen y enmarcan las familias.
. Cuanto se relaciona con la mujer, pese a ciertos cantos románticos, donosos y enfebrecidos de “reina y señora del hogar”, como madre y esposa, se echa de menos un trato de igualdad en comparación con el varón –o varones- , miembros de la institución. El esquema de vida que le reservan a la mujer la familia “tradicional” y los inspiradores de su constitución y mantenimiento social y religioso, raramente se acomoda a principios elementalmente cristianos y actuales. El conservadurismo se acentúa de manera incuestionable y decisiva en estos baluartes, con las lógicas consecuencias, no siempre positivas ni edificante, son todo lo contrario.
. Aplicando a los matrimonios que optaron por su “sacramentalización” canónica, los criterios que en los Tribunales Eclesiásticos se aplican para su declaración como “nulos” , y a los que tienen acceso singular, caro y preciso los expertos en el tema, con sus correspondientes nóminas, minutas y corruptelas, es fácil concluir que la mayoría de ellos lo fueron, o pudieron serlo de verdad. Un somero examen de “sacramentalidad” de las ceremonias, ritos e intenciones de los “contrayentes”, abre de par en par las puertas de su declaración como inexistentes, en conformidad con la doctrina cristiana y de las valoraciones sociales, cívicos y antropológicas een general.
. El matrimonio –todo matrimonio- es de por sí indisoluble, precisamente hasta que dejó de serlo. Y entonces ¿qué?. ¿Hay otras soluciones más claramente evangélicas que las misericordiosas apuntadas ya felizmente por el Papa Francisco, e interpretadas y vilipendiadas por algunos –también purpurados- como impías y heréticas.
. El matrimonio está en permanente proceso de edificación y madurez. Algo así como el ser y la condición de cristiano. “No soy cristiano, sino alguien que se esfuerza por serlo…”
. ¿Podría patrocinarse la ocurrencia de algunos “padres sinodales”, célibes por la gracia de Dios, del ensayo del matrimonio “ad tempos” – de seis meses a dos años- , antes de conferirle el grado y la categoría de indisoluble? Ensayos como estos, jamás podrán ser religiosos.
. Ilustra y ayuda rendirle culto sempiterno a la idea de que en tiempos difíciles se estrechan los vínculos matrimoniales, y en los de abundancia estos se constriñen y reducen, por lo que en las decisiones que se tomen en uno u otro marco, se habrán de hacer responsablemente presentes estas circunstancias y valoraciones.