Guadalupe, Primado y Toledo

Da la impresión de que la mayoría de los obispos, arzobispos y cardenales de España están constantemente dispuestos a proferir sermones, homilías, declaraciones o cartas pastorales que comprometen a la propia Iglesia sin qué ni por qué, y, en ocasiones, hasta con contradicciones. Sus palabras o escritos, con apasionante y reiterada mención también para sus frecuentes silencios,- cuando debieran hablar por mandado de Cristo Jesús,- siembran desasosiegos y desconciertos entre los “fieles “ y entre quienes no lo son.

Con eso de que “salir en televisión” es todavía para el pueblo, signo, indicio y señal de importancia social y “profesional” -“lo ha dicho y lo he visto en televisión”-, ante una cámara, con guión o sin él, con mitra o sin ella, todo “pastor diocesano” se siente lugarteniente del Papa, y aún del mismo Dios y, revestido de autoridad soberana, proclama dogmas y preceptos, con aplicación a las realidades terrenales, de las cuales, ellos, por su estilo de vida y por vocación, se encuentra desterrados, lejanos y ajenos.

El rosario de intervenciones y silencios “rezados” episcopalmente hoy en España, con misterios la mayoría dolorosos, configuran una antología con capítulos interesantes en su historia, precisamente por su oportunidad y contenido, y por la redacción y estilo empleados.

La mayoría de estas insinuaciones van dirigidas en este caso a la impasible mudez, disimulo o reserva, con la que se presenta y actúa ,el arzobispo de Toledo, Primado de España”, extinto su cargo y preclaridad eclesiástica a consecuencia de la constitución de la Asamblea Episcopal Española, cuyo presidente asumió con largueza sus competencias y otras, haciéndolo además por elección, que es uno de los raros signos democráticos que alienta y se practica en la Iglesia. Sin tal presidencia efectiva, el Primado de España, otrora honrado con el cardenalato, resulta ser un obispo-arzobispo más en el episcopologio.

Citando a Guadalupe, y recordando que su monasterio y Puebla, junto con varios arciprestazgos de las provincias extremeñas de Cáceres y Badajoz, nativos o no de las “tierras de los conquistadores”, nos seguimos formulando, entre otras, esta pregunta: ¿Cuándo llegará el día en el que la Virgen de Guadalupe, por más señas patrona eclesiástica y civil de Extremadura, y uno de sus símbolos más específicos, identificadores y conocidos en el mundo entero, y no solo en América, deje de pertenecer administrativamente, con todos sus tesoros, a la diócesis primada de Toledo y pase a alguna de las tres diócesis extremeñas?.

El caso es tan insólito, raro, insolente y hasta ofensivo para la Comunidad Autónoma de Extremadura, su Iglesia y los extremeños en general, como si, por ejemplo, la Virgen de Monserrat perteneciera a la diócesis de Zaragoza, la del Pilar a la de Soria, la de la Almudena a la de Guadalajara, la de los Desamparados a la de Tortosa o la de los Reyes de Sevilla a la de Badajoz.



¿Pero qué hace la Iglesia- Pueblo de Dios en Extremadura-, consintiendo desaguisado, vejación y agravio para su pueblo, civil y eclesiástico? ¿Es que la Iglesia jerárquica, por Iglesia y por jerárquica, falta de sensibilidad y civismo, puede consentir esta ofensa cívica y pastoral? ¿Qué responsabilidad, - en todo o en parte- le corresponde al Primado de Toledo? ¿Tienen o no vida religiosa, y aún política, los extremeños, como para ser preteridos de esta manera, también por “Nuestra Santa Madre la Iglesia”? ¿No estarán más que justificas las manifestaciones públicas, y otros sistemas y medios, legítimos y constitucionales, para reivindicar el honor del pueblo y la devoción a “su” Virgen? ¿Es posible que todo un arzobispo, auque sea de Toledo y sucesor de San Ildefonso, impida pretensión tan sagrada? ¿Cómo es recibido el “Excelentísimo y Reverendìsimo Señor, con supuestas aspiraciones a “Eminentísimo, cuando se hace presente en el monasterio de Guadalupe, a propósito de algún acontecimiento litúrgico, o para- litúrgico, y aún civil? ¿Qué es lo que hace la asociación “Guadalupex” que, por lo visto, se constituyó con el fin expreso de llevar a cabo reivindicación tan sacrosanta?

En esta ocasión, ni esperamos ya más palabras, ni nos conformaremos con los inelegantes e ineducados silencios al uso. Los hechos son tal y como los hemos narrado, y estos no son propios de la Iglesia, y menos del todavía intitulado “Primado de España” en confrontación con el de Tarragona.
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