IGLESIA DESCRISTIANIZADA
La Iglesia precisa con urgencia y en profundidad cristianizarse, o recristianizarse, en conformidad con los apremiantes requerimientos del Papa Francisco y en fiel sintonía con las demandas que con tanta facilidad pueden detectarse en ideas y comportamientos de muchos de sus miembros, jerarquías y laicos. Dejar inéditas estas impresiones, llevaría consigo perder una nueva oportunidad de contribuir al examen de conciencia inherente a la condición de creyente.
La Iglesia, por “nuestra”, por “santa” y por “madre”, reclama para sí, para sus representantes jerárquicos - “ministros del Señor”-, e instituciones y laicado en general, someterse a permanentes procesos de reforma-refundación – restauración- penitencia-regeneración- bautismo, y otros términos que la configuran como entidad ontológicamente evangélica. De entre las situaciones que, después de atenta y comprometida reflexión y valoración acerca de las mismas, se acentúan las siguientes:
. El ecumenismo sigue siendo hoy obstáculo contundente y claro para el elemental testimonio que se le exige a la Iglesia, aunque determinados gestos del Papa Francisco entreabran las puertas a esperanzas todavía lejanas.
. El ensañamiento casi dogmático en la negativa, y no aceptación, de los procedimientos democráticos, debilita la veracidad de la Iglesia, como esencialmente humilde y al servicio del pueblo y del crecimiento y sustantividad de la persona.
. La creencia acérrima de que el concepto de religión, con inclusión de la cristiana, se identificará con las ceremonias y los ritos, y no con las obras y el testimonio de vida, imposibilita toda concepción de relación personal y colectiva con Dios.
. Evangelizar, invocando y haciendo uso del miedo y de los miedos en esta vida y en la otra, no torna “religiosos” ni a catecúmenos, ni a titulados en cualquiera de las asignaturas eclesiales, por muy teólogos y “santos” que sean.
. La absurda y feroz misoginia “eclesiástica” imperante en el Código de Derecho Canónico, en la teología pastoral, en la liturgia y en la convivencia, es superior a la que se practica y se le rinde culto en los espacios -ambientes políticos, laborales y sociales, por lo que la necesidad de recristianización es absolutamente precisa en la Iglesia.
. Una mayoría de cristianos registrados como tales, habrían de constituir la nómina de “paganos bautizados”, que se sometieron al rito por motivos sociológicos y familiares, pero sin consentimiento y vivencias personales.
. Dios “varón”, siempre y “por los siglos de los siglos”, todopoderoso, castigador, dominador, en la cúspide del poder y con omnímoda capacidad de potestad, ajeno a la misericordia y al perdón, tal y como oficialmente se nos sigue todavía adoctrinando, aunque con honrosas excepciones sobre todo “franciscanas”, reclama revisión y cordura evangélicas.
. Una religión en la que la alegría “de pascuas a ramos”, la esperanza, la cultura samaritana, la bondad, la libertad, el buen humor, el gozo y disfrute propio y ajeno, la felicidad, el placer, la fiesta, el “alleluia”, el sentido común, la amistad, la falibilidad, la igualdad entre unos y otros… no se consideren y cultiven como elementos esenciales, desacraliza y torna pagana a la Iglesia.
. Un Dios rico y de los ricos, y no pobre y de los pobres, tal y como lo vivió y lo enseñó Cristo Jesús, es un dios necesitado de reconversión para ser adorado en la Iglesia.
. No educar para el diálogo, el entendimiento, el encuentro y la comprensión, y sí para la confrontación, la, -o las- cruzadas y la condenación eterna, descalifica a los catecismos, a los colegios religiosos y a las facultades universitarias de moral, de teología y de ascética y mística.
. El narcisismo ético- moral de la Iglesia, cultivado “por oficio” en determinadas circunstancias y tiempos, es una colosal patraña y una deslealtad.
La Iglesia, por “nuestra”, por “santa” y por “madre”, reclama para sí, para sus representantes jerárquicos - “ministros del Señor”-, e instituciones y laicado en general, someterse a permanentes procesos de reforma-refundación – restauración- penitencia-regeneración- bautismo, y otros términos que la configuran como entidad ontológicamente evangélica. De entre las situaciones que, después de atenta y comprometida reflexión y valoración acerca de las mismas, se acentúan las siguientes:
. El ecumenismo sigue siendo hoy obstáculo contundente y claro para el elemental testimonio que se le exige a la Iglesia, aunque determinados gestos del Papa Francisco entreabran las puertas a esperanzas todavía lejanas.
. El ensañamiento casi dogmático en la negativa, y no aceptación, de los procedimientos democráticos, debilita la veracidad de la Iglesia, como esencialmente humilde y al servicio del pueblo y del crecimiento y sustantividad de la persona.
. La creencia acérrima de que el concepto de religión, con inclusión de la cristiana, se identificará con las ceremonias y los ritos, y no con las obras y el testimonio de vida, imposibilita toda concepción de relación personal y colectiva con Dios.
. Evangelizar, invocando y haciendo uso del miedo y de los miedos en esta vida y en la otra, no torna “religiosos” ni a catecúmenos, ni a titulados en cualquiera de las asignaturas eclesiales, por muy teólogos y “santos” que sean.
. La absurda y feroz misoginia “eclesiástica” imperante en el Código de Derecho Canónico, en la teología pastoral, en la liturgia y en la convivencia, es superior a la que se practica y se le rinde culto en los espacios -ambientes políticos, laborales y sociales, por lo que la necesidad de recristianización es absolutamente precisa en la Iglesia.
. Una mayoría de cristianos registrados como tales, habrían de constituir la nómina de “paganos bautizados”, que se sometieron al rito por motivos sociológicos y familiares, pero sin consentimiento y vivencias personales.
. Dios “varón”, siempre y “por los siglos de los siglos”, todopoderoso, castigador, dominador, en la cúspide del poder y con omnímoda capacidad de potestad, ajeno a la misericordia y al perdón, tal y como oficialmente se nos sigue todavía adoctrinando, aunque con honrosas excepciones sobre todo “franciscanas”, reclama revisión y cordura evangélicas.
. Una religión en la que la alegría “de pascuas a ramos”, la esperanza, la cultura samaritana, la bondad, la libertad, el buen humor, el gozo y disfrute propio y ajeno, la felicidad, el placer, la fiesta, el “alleluia”, el sentido común, la amistad, la falibilidad, la igualdad entre unos y otros… no se consideren y cultiven como elementos esenciales, desacraliza y torna pagana a la Iglesia.
. Un Dios rico y de los ricos, y no pobre y de los pobres, tal y como lo vivió y lo enseñó Cristo Jesús, es un dios necesitado de reconversión para ser adorado en la Iglesia.
. No educar para el diálogo, el entendimiento, el encuentro y la comprensión, y sí para la confrontación, la, -o las- cruzadas y la condenación eterna, descalifica a los catecismos, a los colegios religiosos y a las facultades universitarias de moral, de teología y de ascética y mística.
. El narcisismo ético- moral de la Iglesia, cultivado “por oficio” en determinadas circunstancias y tiempos, es una colosal patraña y una deslealtad.