IGLESIAS Y TEMPLOS CERRADOS

Los hechos son los hechos, y no querer ver la realidad, intentando cerrar los ojos, equivaldría impúdicamente a cargar de razones ociosas e imbéciles el sapientísimo dicho popular de “ojos que no ve, corazón que no siente”, que rezuma insensatez y paganía por cada una de sus sílabas.

Y los hechos que se repiten hasta la saciedad, con datos, experiencias y comprobaciones concluyentes, llevan ya al convencimiento de que la falta de sacerdotes, y otros elementos de juicio, incluyen, entre otras cosas, la desaparición, o reconversión, en los pueblos y ciudades, de espacios, edificios y construcciones de carácter religioso que los caracterizaba y configuraban su cultura y mentalidad, definiéndolos desde sus más profundas raíces.

Sin razones más específicas que las de la cercanía afectiva, y el primigenio recuerdo a actividades pastorales, aduzco aquí y ahora el caso de una población -“parroquia en propiedad”- del sur de la hoy archidiócesis de Mérida- Badajoz, en cuyo término municipal coinciden además las de Sevilla y Córdoba, que pudieran servir de referencia ideal a las desoladoras consecuencias “religiosas” que se deducen de esta reflexión.

En el censo oficial del año 2,015 contaba con 7,031 habitantes- feligreses de la demarcación parroquial, al frente de la que hoy se halla un solo sacerdote, con la obligación pastoral de atender una aldea y otro pueblo ubicado privilegiadamente en las estribaciones de Sierra Morena. Del edificio catedralicio de la parroquia, se asegura que en una monumentalidad y arquitectura, es el segundo de la archidiócesis.. Cerrado todo el día, únicamente se celebra en el mismo la misa una o dos veces en la semana, o cuando es demandada por razones sobre todo funerarias. La casa parroquial está catalogada entre las edificaciones aspirantes a inminente derribo. La iglesia- capilla de lo que fuera residencia de una Congregación Religiosa, apellidada “Cruzadas de la Iglesia” está vallada, sin posibilidad de actividad alguna, civil o canónica, también condenada al derribo. En la iglesia de Las Mercedes, antigua residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y de los pobres”– plaza del Ayuntamiento- , se celebra la santa misa una vez a la semana o en alguna ocasión excepcional, permaneciendo diariamente cerrada.

El limpio, blanco y devoto santuario del Cristo del Humilladeros, en la plaza de su nombre, a cuya imagen el pueblo le profesa fervorosa y amorosa devoción, está abierto prácticamente todo el día, y a su misa acuden los fieles cuando sus campanas imparten la noticia en los días y actos de culto correspondientes. En el edificio palaciego del Colegio del Santo Ángel, se formaron religiosamente las niñas del pueblo y, emigradas las religiosas a otros lugares, por falta de vocaciones, hoy está acondicionado para dependencias pastrales, como la catequesis y estancia del párroco. Algunas capillas-ermitas que sirvieron, o sirven, para actividades de culto en casos y fechas concretas, también permanecen todo el año cerradas.

Este es el panorama “religioso” de un pueblo, con firmes y estudiosos presentimientos de que el mañana será aún más desolador y, por supuesto, preocupante para católicos y no tan católicos, pudiendo y debiendo iniciarse tal desasosiego e inquietud por los miembros de la jerarquía, obligados a la jubilación anticipada por falta de “clientes”, expresada así la idea con rusticidad, pena y santo coraje.

Casos como el referido son frecuentes en la geografía y administración “religiosas” hoy en España. Hay muchas iglesias, templos, fundaciones, colegios, seminarios, noviciados, conventos, casas de formación, y en general, “lugares sagrados”, sin eximir de tal catalogación piadosa, a palacios episcopales, cerrados, o a punto de clausurarse, quiera Dios que para dedicarlos a menesteres al servicio del pueblo.

La fórmula de iglesias- templos polivalentes, tal y como fueran pensados y construidos en tiempos mayoritariamente cristianos, precisa volver a ensayarse y a llevarse a la práctica. No es admisible, y menos, evangélico, que tales bienes eclesiásticos estén expuestos a su deterioro o desaparición definitiva, sin que, de alguna manera, le sirvan al pueblo- pueblo tan necesitado comunitariamente de su uso y disfrute. Es un pecado institucional que, para su absolución penitencial, requiere arrepentimiento y reparación inmediata.

Lamentados y llorados los graves efectos y repercusiones de los “corruptos” terremotos de ciudades y pueblos italianos, consuela a no pocos comprobar que tales riesgos telúricos sean tan bajos, o inexistentes, en relación con sus catedrales e iglesias España. Esto no obstante, para muchos más se constituye en verdadero desconsuelo ”religioso” cómo unas y otras cierran sus puertas, o la afluencia y uso por parte de fieles e “infieles” es tan reducida.
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