INNOVACIONES CON “IVA”

Sirve de orientación sacramentalmente semántica para adentrarse en el contenido de la expresión académica “innovación”, la definición aportada en el Diccionario al expresar la idea de “mudar o alterar algo introduciendo novedades –calidad de nuevo”, “innovar en algo lo que ya estaba en práctica”, o “volver algo a su anterior estado”. Por lo que respecta a la relación Iglesia- innovación en la actualidad, son provechosas, entre otras, las siguientes reflexiones:

. La vida es “innovación”. Esta condición le es inherente y está uncida inseparablemente a ella por naturaleza. La Iglesia es también vida. A nadie en su sano, y “santo” juicio, le será dado definir la Iglesia como “muerte”, o que su principal utilidad se halla en el “por si”, o “cuando te mueras”, lo que desdichadamente resulta bastante frecuente en el organigrama cristiano.

. No obstante, Iglesia e innovación no establecieron relaciones de amistad, de comprensión, de entendimiento y de trabajo en largas épocas de la historia, y más acentuadamente por parte de la jerarquía. Fue, y es, habitual que quien, o quienes, “se muevan” en la Iglesia, “ipso facto”, “per se”, y “némine discrepante”, son merecedores de anatemas y condenaciones canónicas - y aún civiles-, graves y hasta imperdonables, pese a que, por otra parte, a algunos optimistas se les permitía sigilosa e hipócritamente enunciar la prédica al uso de que “Ecclessia est semper reformanda”.

. La contradicción aparecía, y aparece tan escandalosa, que su explicación a tan evidente oposición entre conceptos claros y elementales, les hacía recurrir a inextricables e intrincados misterios de cómo podría ser obra de Dios el hecho de que los predicadores y artífices de estas imprescindibles “mudanzas” precisamente fueran condenados a las sempiternas calderas del “maldito Pedro Botero” –léase infierno-, declarando después a algunos y algunas, santos y santas, con todo el boato de las canonizaciones. ¿Cómo era explicable que, anatematizados, con virulencia, y sin más, y ya en los infiernos, el cambio de personas y de ideas en los conciliábulos jerárquicos lograra la imposible y antidogmática solución de sacarlos de allí y transportarlos al cielo, con solemnidad, sin explicaciones, sin arrepentimiento y, por demás, sin las reparaciones debidas…?

. En el concepto de “innovaciones” hoy aplicables a la Iglesia, se engloban no solo las referidas a ideas y comportamientos pretéritos, sino también a los medios e instrumentos mediáticos de los que la pastoral pudiera servirse para hacer más asequible y cercano el mensaje evangélico de redención, de libertad y de vida a favor del pueblo de Dios y de cualquier persona o colectivo, tal y como el Papa Francisco, en las circunstancias plurales de lugar y de tiempo, proclama y ejerce, con sobrenaturalidad natural, efectiva, amable y misericordiosa.

. ¿Qué uso se hace, y se piensa hacer, en la Iglesia, de las innovaciones hoy en activo y en permanente adaptación, por parte de instituciones organizaciones y organismos, aplicándole a este término el rico y variado contenido académico de “conjunto de leyes, usos y costumbres por que se rige una corporación o institución social”?. Desmatriculada la Iglesia de ideas tan primarias como el desarrollo, el progreso, la evolución y los avances de la ciencia y la técnica, sin vergüenza, rubor o temor a mostrar públicamente su disconformidad jerárquica a que los trenes superaran la velocidad “diabólica” de los 40 kilómetros/ hora…¿qué medios de innovación actuales podrán serle de utilidad a la Iglesia como institución, y con inexcusable vocación de continuadora de la obra de Cristo Jesús en el proceso de su redención integral y gloriosa de la re- creación de la humanidad?

. Definida esencialmente la Iglesia por su capacidad y ministerio de la “común- unión” ¿a quien le será dado entender que algunos de estos medios innovadores no le serían de provecho urgente y precioso a la Iglesia en la administración de los sacramentos y en la aplicación del sagrado e inmenso potencial de renovación y de vida que entraña el mensaje cristiano, en sintonía rigurosa con el evangelio, del que la jerarquía es, y se cree, depositaria infalible y, en ocasiones, hasta impecable?

. En el desolador panorama que hoy ofrece la Iglesia en sus actos de culto, por la falta de asistencia y participación sobre todo en el sector juvenil, los medios de innovación son imprescindibles. Los técnicos decidirán con oportunidad y exactitud la aplicación de los mismos, sin que los teólogos, y solo los teólogos y algún obispo primario, tengan por qué seguir disponiendo de pronunciar la última y decisiva palabra.

. A la teología de los sacramentos le queda por recorrer largo y fructífero camino. Entre otros, el del descubrimiento y revelación de la definición de cada uno de ellos, con el presentimiento de que no pocos de quienes los administran, determinan y ordenan su contenido y aplicación, no siempre creen de verdad en su sacramentalidad, entre otras razones porque tal creencia desterraría de sus cercanías todo lo que se relacionara con el dinero en forma de honorarios, estipendios, pagas, remuneraciones, impuestos, “la voluntad”, con IVA o sin IVA, según los dictámenes, la conciencia y los privilegios. La gratuidad de la gracia de Dios y el negocio por parte de sus administradores oficiales, es un brumoso y desconcertante misterio.
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