LITURGIA IMPERIAL
Por fin, gracias sean dadas a Dios y a todos los santos, la reforma- renovación de la Iglesia encarnada en la persona y figura del papa Francisco, va en serio, y multitud de circunstancias dan la impresión providencial de que sus pasos son –serán- irreversibles. La Iglesia es vida , y esta, como tal, precisa permanentemente someterse a un penitencial, humilde y esperanzador proceso de examen de conciencia tanto personal como colectivamente, como acto sublime de adoración a Dios, previo el servicio al prójimo en la pluralidad de acepciones.
En las connotaciones con las que el papa define, urge y emplaza la reforma- renovación aludida, los términos empleados tienen rigurosamente en cuenta, entre los más predilectos, estos, que dedica y consagra a los miembros de la Curia Romana , protagonistas en la tarea, hoy tan vilipendiada por la opinión pública con toda –casi toda- clase de argumentos, lo mismo de orden canónico que delictivo:
“La Iglesia ha de ser y estar en permanente actitud de reforma”. “El alzheimer espiritual, la esquizofrenia intelectual y el terrorismo de los chismes practicados por sus servidores en las más altas instancias curiales, serán desterrados con determinación, lucidez y resolución”. “Virtudes propias y específicas de estos servidores serán la espiritualidad, la humanidad, la “misioneridad”, el sentido pastoral, la idoneidad, la sagacidad, la ejemplaridad, la amabilidad, la racionalidad, actuar con voluntad decidida para afrontar todos los problemas, visión clara y obediencia a Dios, caridad, veracidad , honestidad, madurez…”
¿Hay quien dé más? ¿Pero puede exigírseles a los funcionarios de la Curia menos de lo que se les exige a cualquier servidor en el ejercicio profano, y en la relación laboral y profesional respectivo, por lo que además perciben el sueldo establecido? ¿No tendrá que resultarles a muchos este rosario de exigencias ético-morales, poco éticas y nada morales, por el solo hecho de que la redacción pontificia pueda entrañar, y entrañe, alusiones directas y concretas a desórdenes, a carencias, abusos nada eclesiales, previa constatación de las mismas?¿Es posible que la documentación que le sirve al Papa para redactar este prontuario de virtudes curiales esté viciado, falseado o adulterado, como una prueba más del “terrorismo chismográfico” al que se refiere en frecuentes ocasiones, con sufrimiento y dolor pastorales?
La necesidad y urgencia de la reforma en la Iglesia es hoy de tales proporciones, que no percatarse de ello equivale a cerrar ojos y oídos y, en ocasiones, limitarse a tachar de herejes a sus “delatores”, lo que constituye un pecado grave contra el Espíritu Santo, y una absurda, necia, disparatada y cruel negación del profetismo como don y carisma. Menos mal que, por fin, los medios de comunicación social y la sensibilidad –“sensus fidelium” del pueblo, seguirán vigilantes en informaciones y denuncias referentes a comportamientos, aún por parte de quienes teóricamente habrían de ser sus celadores oficiales.
Capítulo esencial en la educación- catequesis de la permanente reforma de la Iglesia es el referente a la liturgia, también objetivo y preocupación principales del papa Francisco. En esta ocasión, me limito a destacar la importancia evangelizadora que entraña la sagrada liturgia en la educación de la fe y en el organigrama de la devoción popular, a la vez que su infinita y hasta contradictoria y falseadora distancia que se interpone entre los conceptos y praxis de la “liturgia”, y de la formación religiosa en la actualidad, con criterios firmes de “culto” y “cultura”.
La “imperialización” de la liturgia sobre todo la episcopal, su misterio, magia, feudalismo, incomprensibilidad , arcano e impenetrabilidad le roban sentido y significación, incapacitándola para ser medio e instrumento de evangelización . El espectáculo emerge sobre cualquier otra consideración y estima, que no difiera de la del culto a la personalidad de los “oficiantes” , del miedo y del ritualismo como única y veraz expresión “religiosa”, al margen o extra, cualquier dimensión humana y social.
En las connotaciones con las que el papa define, urge y emplaza la reforma- renovación aludida, los términos empleados tienen rigurosamente en cuenta, entre los más predilectos, estos, que dedica y consagra a los miembros de la Curia Romana , protagonistas en la tarea, hoy tan vilipendiada por la opinión pública con toda –casi toda- clase de argumentos, lo mismo de orden canónico que delictivo:
“La Iglesia ha de ser y estar en permanente actitud de reforma”. “El alzheimer espiritual, la esquizofrenia intelectual y el terrorismo de los chismes practicados por sus servidores en las más altas instancias curiales, serán desterrados con determinación, lucidez y resolución”. “Virtudes propias y específicas de estos servidores serán la espiritualidad, la humanidad, la “misioneridad”, el sentido pastoral, la idoneidad, la sagacidad, la ejemplaridad, la amabilidad, la racionalidad, actuar con voluntad decidida para afrontar todos los problemas, visión clara y obediencia a Dios, caridad, veracidad , honestidad, madurez…”
¿Hay quien dé más? ¿Pero puede exigírseles a los funcionarios de la Curia menos de lo que se les exige a cualquier servidor en el ejercicio profano, y en la relación laboral y profesional respectivo, por lo que además perciben el sueldo establecido? ¿No tendrá que resultarles a muchos este rosario de exigencias ético-morales, poco éticas y nada morales, por el solo hecho de que la redacción pontificia pueda entrañar, y entrañe, alusiones directas y concretas a desórdenes, a carencias, abusos nada eclesiales, previa constatación de las mismas?¿Es posible que la documentación que le sirve al Papa para redactar este prontuario de virtudes curiales esté viciado, falseado o adulterado, como una prueba más del “terrorismo chismográfico” al que se refiere en frecuentes ocasiones, con sufrimiento y dolor pastorales?
La necesidad y urgencia de la reforma en la Iglesia es hoy de tales proporciones, que no percatarse de ello equivale a cerrar ojos y oídos y, en ocasiones, limitarse a tachar de herejes a sus “delatores”, lo que constituye un pecado grave contra el Espíritu Santo, y una absurda, necia, disparatada y cruel negación del profetismo como don y carisma. Menos mal que, por fin, los medios de comunicación social y la sensibilidad –“sensus fidelium” del pueblo, seguirán vigilantes en informaciones y denuncias referentes a comportamientos, aún por parte de quienes teóricamente habrían de ser sus celadores oficiales.
Capítulo esencial en la educación- catequesis de la permanente reforma de la Iglesia es el referente a la liturgia, también objetivo y preocupación principales del papa Francisco. En esta ocasión, me limito a destacar la importancia evangelizadora que entraña la sagrada liturgia en la educación de la fe y en el organigrama de la devoción popular, a la vez que su infinita y hasta contradictoria y falseadora distancia que se interpone entre los conceptos y praxis de la “liturgia”, y de la formación religiosa en la actualidad, con criterios firmes de “culto” y “cultura”.
La “imperialización” de la liturgia sobre todo la episcopal, su misterio, magia, feudalismo, incomprensibilidad , arcano e impenetrabilidad le roban sentido y significación, incapacitándola para ser medio e instrumento de evangelización . El espectáculo emerge sobre cualquier otra consideración y estima, que no difiera de la del culto a la personalidad de los “oficiantes” , del miedo y del ritualismo como única y veraz expresión “religiosa”, al margen o extra, cualquier dimensión humana y social.