MÁS –MENOS- MENTIRAS

Las mentiras –“expresión contraria a la verdad”- formaron, y forman, parte importante y activa en el esquema de la educación- formación que se imparte. La proporción con la que esta se administra depende de diversidad de circunstancias de lugar y de tiempo, pero siempre con el convencimiento manifiesto de que, en la práctica, sin mentiras, no hay educación, o esta ni es ni se parece a la que hoy se estima como ideal, íntegra y completa. La educación- formación religiosa es calco y copia perfecta de tal elaboración, y a la misma se le dedican, entre tantas, y a título de muestrario, las reflexiones siguientes:

. Las mentiras –“mutationes mentis” - como otras tantas justificaciones del miedo y de los pecados, veniales o mortales, se descubren mediante la gracia de Dios y la capacidad de discernimiento, con soberana facilidad, también en los planteamientos religiosos, sin exceptuar los “católicos, apostólicos y romanos”, revestidos estos además de dogmatismos nada evangélicos.

. Del poder seductor u opresor, según, de las religiones, apenas si se hizo referencia en la enseñanza y práctica de las mismas, con lo que su verdadera y salvadora finalidad se vició y falseó ya desde el principio.

. La sacralización de los administradores-representantes de las religiones, en la diversidad de estamentos y escalas, obre todo jerárquicas, fue y es absolutamente exagerada y ajena a ideas religiosas, y más si estas se dicen cristianas. Las alianzas y los privilegios prevalecieron de por vida en las religiones respecto al poder civil, con justificaciones imposibles, interesadas y todas ellas, rentables.

. En la mayoría de los principios y comportamientos “religiosos”, por muy clericales que sean los centros de formación- educación de la fe, con escritos, homilías y prédicas, las posibilidades inherentes a todo ordenamiento educativo para lograr objetivos elementales y primarios del encuentro, entendimiento, tolerancia y comprensión dentro y fuera de la comunidad, los enfrentamientos, intransigencias, obstinaciones y anatemas entre unos y otros, suelen presentarse como otras tantas referencias y perfiles exactos de creencias y religiosidades verdaderas.

. Temas, capítulos y tratados enteros de teología, ascética y mística, santerías, ceremonias y ritos apenas si rozan los linderos del compromiso con el evangelio y con los libros fundamentales de los fundadores de las religiones, pervertidos no pocos de ellos a consecuencia de interpretaciones y glosas no siempre legítimas. La verdad religiosa se compra y se vende en conformidad con las inversiones e indulgencias que su rentabilidad genere en tiempos y espacios oportunos y con proyección pata esta vida y hasta para la otra.

. La defensa de estas “verdades” se efectúa y ejerce con instrumentos y medios similares, y aún más hirientes y mortíferos y denigrantes, que los que se emplean en la vigilancia y custodia de cualquier otra clase de bienes terrenales, sacralizados o no, sin las correctas proporciones y al amparo de cánones que no siempre son respetuosos ni siquiera con los derechos humanos.

. Convertir la proclamación de la fe y la evangelización del pueblo, en una carrera, oficio u ocupación y trabajo civil, con sus burocracias, graduaciones, ascensos, nóminas y privilegios sociales, al margen de las obligadas interpretaciones “ministeriales” que la “vocación” presupone y exige, descalifica a sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales y miembros de las curias diocesanas y más de la romana, o curia por antonomasia.

. Jefe de los Estados Pontificios y Papa a la vez, por lo que respecta a la Iglesia católica, configura una relación antievangélica, que no puede ser mantenido y menos con los argumentos al uso, de los que la verdadera religiosidad se ausenta por definición, por decencia didáctica y doctrinal y por respeto a los fieles.

. Los supuestos de inferioridad de la mujer por mujer, que se registran y defienden en algunas religiones, como en el caso de la Iglesia católica, es un grave pecado y además, en no pocos casos, un abuso, una provocación comunitaria y hasta un posible delito.

. De idéntica calificación son merecedores “los levitas, fariseos y letrados” a quienes el mismo Jesús descalificó repetidamente, denunciándolos “por haberse ellos quedado con las llave del saber” y, por tanto, extendiendo su denuncia a quienes, como miembros de la clerecía, son sus legatarios y continuadores.

. En la hoy tan cuestionada e inocua defensa de la ley del celibato como indispensable para el ejercicio ministerial, alegando para ello la disponibilidad de quienes la practican a favor del resto del pueblo de Dios, es de justicia tener sagradamente presente que en el mismo, o en mayor grado, la tienen los médicos, los maestros y los funcionarios, profesionales y trabajadores en general, por imperativo de su propia actividad y trabajo, al servicio de la colectividad.
Volver arriba