EL MILAGRO QUE ASOMBRÓ A EUROPA

En las alturas mágicas de O´Cebreiro, Aymeric Picaud, primer guía “oficial” del Camino de Santiago, en su “Códice Calixtino”, orienta e informa a los peregrinos antes de entrar en Galicia, de esta manera: “Pasado el monte Cebreiro se encuentra la tierra de los gallegos. Abunda en bosques, es agradable por sus ríos, sus prados y riquísimos pomares, sus buenas frutas y sus límpidas fuentes; es rara en ciudades, villas y sembrados. Escasea el pan de trigo y el vino, abunda en pan de centeno y sidra, en ganados y caballerías, en leche y en miel y en grandes y pequeños pescados de mar; es rica en oro y plata y en tejidos, en pieles de animales salvajes y en otras riquezas y, sobre todo, en tesoros sarracenos. Los gallegos se asemejan a nuestro pueblo galo, pero son iracundos y muy litigiosos”.

El rey Alfonso VI le confió en 1072 el “hospital para refugio y socorro los peregrinos” del célebre y renombrado “Poortus Montis Cabrari”, a los monjes de la abadía francesa de “Saint Gerard d´ Aurillac”, que posteriormente se integró en la Orden Cluniacense. Desde sus comienzos fue dotado con notables privilegios reales, de tal forma que, con el de Roscenvalles y Somport, fue considerado como el más importante del Camino.

La iglesia de Santa María, del siglo X, con influencias de estilo prerrománico asturiano, fue el marco de uno de los milagros que habrían de alcanzar mayor relevancia y eco en la Europa del medievo, y que contribuyó a que, cuanto tuviera relación con Santiago y su Camino superara las más altas cotas de asombro y de fama. El mismo Wagner habría de inspirarse después para su “Parsifal” en los relatos de peregrinación referentes al mismo.

Su protagonista fue un pobre labrador del pueblo de Barxamaior quien, en un día de ventisca feroz y de nieves, hacia el año 1300, después de recorrer un largo trecho del Camino, asistió a la santa misa que allí se celebraba. La leyenda refiere que, cuando el monje celebrante se percató de la presencia del único asistente a la misa, no valoró, sino que hasta despreció, su sacrificio dudando de la realidad del misterio eucarístico. En esos instantes, las especies sacramentales del pan y del vino se convirtieron milagrosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, visibles.

.El cáliz, la patena y el relicario de tan famoso milagro se conservan como una de las reliquias más veneradas de la Cristiandad. Los Reyes Católicos, en su peregrinación jacobea del año 1486, fueron donantes de tan ricos relicarios.

El “Santo Grial” de O´Cebreiro es uno de los signos más espectaculares y grandiosos del Camino. Las fiestas conmemorativas convocan a multitud de peregrinos en los días 8 y 9 de septiembre. Tanto el celebrante incrédulo como el devoto y humilde labriego se hallan enterrados en la llamada “Capilla del Milagro”.

El Camino se echa a andar por aquellas anfractuosidades en dirección a Compostela, y en los alrededores del Poyo o Puig, -“podium” en latín-, uno de los puertos más difíciles de salvar, con sus 1337 metros de altura, fueren muchos los peregrinos que se perdieron entre nieblas y nieves casi perpetuas. De un grupo de franceses cuenta la tradición que fueron salvados gracias a la intervención del mismísimo apóstol Santiago, recabada sobre todo por las oraciones de un tal Guillaume, según registran las crónicas fechadas en el 1468.

En Melide, en su hospital de Santa Catalina de Fonfría –“fons frígida o fría”- era obligatorio proporcionar a los peregrinos “lumbre, sal y agua y cama con dos mantas”, y a los enfermos “un cuarto de pan, huevo y manteca”. Se guarda un cáliz con la inscripción “soy del ospital (sic) de Fon Fría”.
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