OTROS MISTERIOS DEL “OPUS”
Con honradez elaborada, amasada e impartida en y por el pueblo en sus relaciones de convivencia, -familiares, sociales y religiosas-, es de obligado cumplimiento llegar a conclusiones similares a las apuntadas a continuación, salvo en los casos excepcionales misteriosos que, pese a todo, le confieran prez y dignidad particular a sus protagonistas.
. Las quejas respecto a la Iglesia “oficial”, sus obispos, jerarquías y ¡centros de poder” y de teología pastoral, que emite y lamenta el Papa Francisco y que intenta corregir con prisas y desasosiegos, oportuna e inoportunamente, se dirigen a quienes educaron y educan nuestra fe y fueron, y son, responsables directos en los últimos años, tanto con su doctrina como con sus comportamientos.
. El esquema de Iglesia renovada por el mismo Concilio Vaticano II, se nos escatimó, ahormándosenos en conformidad con los intereses personales y de grupos “espirituales”, o neutros, pero siempre a favor de un integrismo conservador insoportable, con argumentos basados en los miedos terrenales, en herejías inventadas y supuestas, y en clericalismos condenados a su desaparición, previo el merecido vituperio, ajenos, o frontalmente en contra de las exigencias de los tiempos nuevos en todos sus órdenes, obligando a remar a la Iglesia siempre contra corriente.
. Estudiosos de estos temas, y simples testigos de los acontecimientos, atentos a la pingüe rentabilidad que a algunos les suponía la pervivencia del estatus establecido hasta entonces, presintieron bien pronto las graves dificultades que las decisiones e intenciones de renovación del nuevo Papa habría de sembrar en sus “caminos” ascéticos, aunque siempre convencidos, con la más santa de las intenciones, de estas asentados en la verdad y equipados de cánones y de tradiciones, avalados unos y otras por criterios curiales, que prevalecieron sobre los pontificales, con diagnósticos tales como el de “los Papas pasan, pero la Curia permanece”.
. Huelga reseñar que, entre los movimientos “religiosos” que encarnaron, y encarnan el espíritu conservador eclesiástico con tanta decisión, y sin concesión a dudas o vacilaciones en esta vida y en la otra, el “Opus Dei”, la “Obra de Dios” por antonomasia, destaca de manera inequívoca e inexpugnable, no faltando las bendiciones, canonizaciones e indulgencias correspondientes.
. La lógica, sensibilidad popular, y ahora y siempre, y en cristiano, el “sensus fidelium”, de vez en cuando, y en situaciones y circunstancias notorias y de alto relieve, instan a preguntarse y a comentar si los destinatarios principales, únicos a veces, de algunas - la mayoría- de las diatribas, rectificaciones o enmiendas “franciscanas”, están o no identificadas con las referidas siglas o con sus ramificaciones.
. Despejadas, por su obviedad, vacilaciones y dudas, a esta porción cada día más creciente de cristianos adultos pensantes por su cuenta, y sin necesidad de tener que actuar sempiternamente al dictado -…”doctores tiene la Iglesia”- de nadie, y sí de la propia conciencia, le parece extraño que, pese a todo, miembros del “Opus” sigan estando presentes con idéntica generosidad y largueza en “centros de poder” eclesiástico y en los episcopologios, misiones diplomáticas y además, y sobre todo, en los gabinetes de prensa eclesiásticos “oficiales”.
. El “Opus Dei” es Iglesia. Iglesia de Cristo. Pero a nadie puede asaltarle la tentación de afirmar que el “Opus Dei” sea la única Iglesia, y, por más señas, “fuera de la cual no hay salvación”, disfrutando sus miembros, ni ahora ni después, de privilegios “religiosos”. Todos -todos-, y siempre, seremos –somos- nada más y nada menos, y gloriosa, y felizmente, que. “gente de tropa”. Iglesias- Iglesias hay muchas. Lo de “la multitud de moradas” en el Reino de Dios sigue, y seguirá, plenipotenciariamente vigente, con avales evangélicos.
. De idéntica vocación, e invocación, de perennidad, participa el concepto de “Padre”. Padre es solamente Dios, que lo es el del “Padre nuestro que está en el cielo…, y que perdona nuestras deudas”. Los demás, y cada uno en su esfera familiar y coinvivencial, participa, en su humildad, de la paternidad salvadora de Dios, por la ferviente y activa condición de hijos, hermanos y prójimo.
. El traje talar, por poner un ejemplo, -“todo de negro/ hasta los pies vestidos”-, y el correspondiente y nítido alzacuellos, no hace más sacerdotes a los sacerdotes del “Opus”. Tampoco hace menos sacerdotes a quienes no se vistan de tal guisa y manera. Es cuestión de gustos. Unos sacralizarán distinguirse del resto de los fieles, mientras que a otros les convencerá religiosamente más el deseo de integrarse, encarnarse, ser y comportarse como uno más, sin estar pendiente de signos y exterioridades raras e inactuales.
. Los sacerdotes del “Opus”, por el hecho de serlo, no siempre son, ni los más santos, ni los más sabios e inteligentes. Ni los más “agraciados”. Hay sacerdotes que, por la gracia de Dios, y sin más, se conforman con ser sacerdotes diocesanos y ya está.
. Las quejas respecto a la Iglesia “oficial”, sus obispos, jerarquías y ¡centros de poder” y de teología pastoral, que emite y lamenta el Papa Francisco y que intenta corregir con prisas y desasosiegos, oportuna e inoportunamente, se dirigen a quienes educaron y educan nuestra fe y fueron, y son, responsables directos en los últimos años, tanto con su doctrina como con sus comportamientos.
. El esquema de Iglesia renovada por el mismo Concilio Vaticano II, se nos escatimó, ahormándosenos en conformidad con los intereses personales y de grupos “espirituales”, o neutros, pero siempre a favor de un integrismo conservador insoportable, con argumentos basados en los miedos terrenales, en herejías inventadas y supuestas, y en clericalismos condenados a su desaparición, previo el merecido vituperio, ajenos, o frontalmente en contra de las exigencias de los tiempos nuevos en todos sus órdenes, obligando a remar a la Iglesia siempre contra corriente.
. Estudiosos de estos temas, y simples testigos de los acontecimientos, atentos a la pingüe rentabilidad que a algunos les suponía la pervivencia del estatus establecido hasta entonces, presintieron bien pronto las graves dificultades que las decisiones e intenciones de renovación del nuevo Papa habría de sembrar en sus “caminos” ascéticos, aunque siempre convencidos, con la más santa de las intenciones, de estas asentados en la verdad y equipados de cánones y de tradiciones, avalados unos y otras por criterios curiales, que prevalecieron sobre los pontificales, con diagnósticos tales como el de “los Papas pasan, pero la Curia permanece”.
. Huelga reseñar que, entre los movimientos “religiosos” que encarnaron, y encarnan el espíritu conservador eclesiástico con tanta decisión, y sin concesión a dudas o vacilaciones en esta vida y en la otra, el “Opus Dei”, la “Obra de Dios” por antonomasia, destaca de manera inequívoca e inexpugnable, no faltando las bendiciones, canonizaciones e indulgencias correspondientes.
. La lógica, sensibilidad popular, y ahora y siempre, y en cristiano, el “sensus fidelium”, de vez en cuando, y en situaciones y circunstancias notorias y de alto relieve, instan a preguntarse y a comentar si los destinatarios principales, únicos a veces, de algunas - la mayoría- de las diatribas, rectificaciones o enmiendas “franciscanas”, están o no identificadas con las referidas siglas o con sus ramificaciones.
. Despejadas, por su obviedad, vacilaciones y dudas, a esta porción cada día más creciente de cristianos adultos pensantes por su cuenta, y sin necesidad de tener que actuar sempiternamente al dictado -…”doctores tiene la Iglesia”- de nadie, y sí de la propia conciencia, le parece extraño que, pese a todo, miembros del “Opus” sigan estando presentes con idéntica generosidad y largueza en “centros de poder” eclesiástico y en los episcopologios, misiones diplomáticas y además, y sobre todo, en los gabinetes de prensa eclesiásticos “oficiales”.
. El “Opus Dei” es Iglesia. Iglesia de Cristo. Pero a nadie puede asaltarle la tentación de afirmar que el “Opus Dei” sea la única Iglesia, y, por más señas, “fuera de la cual no hay salvación”, disfrutando sus miembros, ni ahora ni después, de privilegios “religiosos”. Todos -todos-, y siempre, seremos –somos- nada más y nada menos, y gloriosa, y felizmente, que. “gente de tropa”. Iglesias- Iglesias hay muchas. Lo de “la multitud de moradas” en el Reino de Dios sigue, y seguirá, plenipotenciariamente vigente, con avales evangélicos.
. De idéntica vocación, e invocación, de perennidad, participa el concepto de “Padre”. Padre es solamente Dios, que lo es el del “Padre nuestro que está en el cielo…, y que perdona nuestras deudas”. Los demás, y cada uno en su esfera familiar y coinvivencial, participa, en su humildad, de la paternidad salvadora de Dios, por la ferviente y activa condición de hijos, hermanos y prójimo.
. El traje talar, por poner un ejemplo, -“todo de negro/ hasta los pies vestidos”-, y el correspondiente y nítido alzacuellos, no hace más sacerdotes a los sacerdotes del “Opus”. Tampoco hace menos sacerdotes a quienes no se vistan de tal guisa y manera. Es cuestión de gustos. Unos sacralizarán distinguirse del resto de los fieles, mientras que a otros les convencerá religiosamente más el deseo de integrarse, encarnarse, ser y comportarse como uno más, sin estar pendiente de signos y exterioridades raras e inactuales.
. Los sacerdotes del “Opus”, por el hecho de serlo, no siempre son, ni los más santos, ni los más sabios e inteligentes. Ni los más “agraciados”. Hay sacerdotes que, por la gracia de Dios, y sin más, se conforman con ser sacerdotes diocesanos y ya está.