OTRA NOTICIA DE OBISPOS
Por muchos y caudalosos, –que no acaudalados-, ríos de misericordia que rieguen las parcelas –también los dicasterios- de la formación-información religiosa, al borde de morirse sed en la actualidad, es inaplazable y piadoso subrayar algunas de las noticias que los medios de comunicación imparten con objetividad y constada documentación, sometidos al tribunal de su ética y, en su caso, al de las correspondientes rectificaciones y decisiones judiciales. Una,- ¡otra más¡- reciente, coincide en las curias diocesanas y particularmente en la imagen de su obispo, balear por más señas, del que recuso emitir juicio alguno “hasta que se pronuncien los organismos competentes”.
Mientras tanto, y siempre, el tema de los nombramientos episcopales es tarea principal, y urgente, en el empeño “franciscano” de la renovación refundición de la Iglesia. El pueblo- pueblo, con equidistante correlación entre el laicado y la clerecía, ha de intervenir en su designación, con mención sagrada para fórmulas democráticas, rechazadas por la Iglesia oficial, pese a tener que reconocer que históricamente fue el papa Gregorio VII en el siglo XI, quien decidió acaparar tales nombramientos, prescindiendo de la intervención directa del pueblo. que en definitiva era y es el que habrá de ser evangelizado por sus pastores diocesanos, desconocidos por foráneos y asalariados.
El frecuente añadido de la condición de “premio, obsequio, intercambio o regalo” de los que tales nombramientos son sus portadores y justificantes, cuestionan a los ojos de Dios y de los hombres, ministerio y tarea tan sagrada, aún a pesar de que ninguno de los cánones del Código de Derecho Eclesiástico, y ninguna de las reglas- normas de la Liturgia sufra el menor quebranto, impidiendo dudarse de su legitimidad y validez.
El sistema vigente hoy en la Iglesia en relación con el nombramiento de los obispos es indecoroso e inhonesto, rondando las lindes de lo inmoral, aunque el término les resulte a algunos ofensivo e injusto, si antes no se deja clara y sustantiva constancia de que su aplicación no son las personas concretas “mitradas”, sino el propio sistema como tal.
El nombramiento de los obispos, que por cierto, “no es un honor, sino un servicio”, es hoy serio obstáculo para la vivencia de la fe cristiana, además de constituir una -¡otra más¡- contradicción para la convivencia y entendimiento entre los seres humanos – instituciones, organizaciones y países- , a los aunque la misma Iglesia les recomienda y les urge la implantación de la democracia como el método político más apropiado para descubrir, afrontar e intentar resolver los principales y más serios problemas de su convivencia.
NOTA: Por si alguien sigue interesado en conocer el desarrollo ”adolescente” del quehacer del obispo balear, nuevas informaciones atestiguan que el obispo reconoce que hubo intercambio de “alianzas”, portadoras de una borrosa inscripción que parece decir “caminantes”, pero negando con rotundidad “estar enamorados”.
Mientras tanto, y siempre, el tema de los nombramientos episcopales es tarea principal, y urgente, en el empeño “franciscano” de la renovación refundición de la Iglesia. El pueblo- pueblo, con equidistante correlación entre el laicado y la clerecía, ha de intervenir en su designación, con mención sagrada para fórmulas democráticas, rechazadas por la Iglesia oficial, pese a tener que reconocer que históricamente fue el papa Gregorio VII en el siglo XI, quien decidió acaparar tales nombramientos, prescindiendo de la intervención directa del pueblo. que en definitiva era y es el que habrá de ser evangelizado por sus pastores diocesanos, desconocidos por foráneos y asalariados.
El frecuente añadido de la condición de “premio, obsequio, intercambio o regalo” de los que tales nombramientos son sus portadores y justificantes, cuestionan a los ojos de Dios y de los hombres, ministerio y tarea tan sagrada, aún a pesar de que ninguno de los cánones del Código de Derecho Eclesiástico, y ninguna de las reglas- normas de la Liturgia sufra el menor quebranto, impidiendo dudarse de su legitimidad y validez.
El sistema vigente hoy en la Iglesia en relación con el nombramiento de los obispos es indecoroso e inhonesto, rondando las lindes de lo inmoral, aunque el término les resulte a algunos ofensivo e injusto, si antes no se deja clara y sustantiva constancia de que su aplicación no son las personas concretas “mitradas”, sino el propio sistema como tal.
El nombramiento de los obispos, que por cierto, “no es un honor, sino un servicio”, es hoy serio obstáculo para la vivencia de la fe cristiana, además de constituir una -¡otra más¡- contradicción para la convivencia y entendimiento entre los seres humanos – instituciones, organizaciones y países- , a los aunque la misma Iglesia les recomienda y les urge la implantación de la democracia como el método político más apropiado para descubrir, afrontar e intentar resolver los principales y más serios problemas de su convivencia.
NOTA: Por si alguien sigue interesado en conocer el desarrollo ”adolescente” del quehacer del obispo balear, nuevas informaciones atestiguan que el obispo reconoce que hubo intercambio de “alianzas”, portadoras de una borrosa inscripción que parece decir “caminantes”, pero negando con rotundidad “estar enamorados”.